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jueves, 30 de mayo de 2013

Hay dos tipos de imbéciles


¿Hay dos tipos de imbéciles?
Hay dos tipos de imbéciles: los soberbios, prepotentes, ególatras y arrogantes. Y los pusilánimes, cobardes, lameculos y boñigas. Queda concluyentemente claro, quienes pertenecen al primer grupo y quienes al segundo. Aunque, por si el estupor nos mantuviera aturdidos, los descubriré al final. En cualquier caso, botarates, majaderos y mentecatos haylos a millares entre la gente “normal”, porque ser normal hoy en día, es ser un mequetrefe cagón, incapaz de levantar la voz para pasar desapercibido. Ser normal es ser corrupto o corruptible: todos somos corruptibles, es cuestión de precio y ocasión. La sociedad está infestada de injusticia, intolerancia y egoísmo patológico. Somos xenófobos, no por cuestión de raza, sino por cuestión de dinero: Chaves era un sudaca, Carolina Herrera es una gran diseñadora. Ambos nacieron en Venezuela. Somos homófobos y machistas: dos lesbianas son perfectamente aceptables mientras estén buenas y golosas a la vista de un hombre, quedan descalificadas las gordas, hombrunas y pelo garçon con greñas grises. Los gays pobres son maricones, los actores, diseñadores, artistas, etc., son hombres de una sensibilidad extraordinaria. Las mujeres no aparecen representadas en un grupo de sabios que selecciona el presidente de la República Italiana, porque en Italia las mujeres sirven como objetos sexuales para el exprimer ministro Berlusconi. En España, las mujeres, siguen cayendo como moscas a manos de sus maridos que ahora, han optado por suicidarse después de acabar con su pareja. Todos apoyamos que siga así, aunque cambiando el orden de los acontecimientos.
El odio al semejante, se puede encontrar en cualquier guerra que se precie o que se haya preciado, Balcanes, Afganistán, Irak, Corea, Vietnam, guerras mundiales, etc. Todas las guerras se producen exclusivamente por dos motivos: 1º Un bando posee la verdad absoluta y, como tal, debe imponerla a los demás. Los demás como tienen otra verdad que esta sí es la verdadera, no les basta con negar la del otro, sino que deben imponer la suya en nombre de cualquier ser, principio o razón de fe. 2º Las materias primas que contiene el suelo de algunos países hace que sus gobernantes sean malos malísimos y deban ser depuestos de inmediato, evidentemente con la intervención internacional que cederá gentilmente la explotación de los yacimientos y la reconstrucción del país a quien haya invertido más en la liberación. En todo caso EE.UU. Y mientras unos imbéciles se matan en nombre de Yahveh, de Alá o de Satán, otros se enriquecen a su costa.
Pero los tiempos están cambiando, Alemania ya no extermina judíos ni se anexiona cualquier territorio fronterizo, ahora fabrica y exporta productos acabados, pongamos “Porsches”. Los europeos del sur, que somos más chulos que un ocho, les compramos los que nos den: un gran coche el Porsche 911 y, como lo importante es fardar, pedimos nuestro crédito, cuyo banco, que está bajo mínimos, debe pedir dinero al Banco de España, como éste tampoco va boyante, se lo pide a los bancos alemanes, con garantía del Estado, que finalmente financian sus ventas de Porsches. Y ahora nos obligan a tomar medidas de recorte económico para devolverles el dinero que nos han prestado para comprar sus productos. Merkel ha decidido no invadir con tanques, sino con la extorsión y la usura para arruinar a los países cuyos dirigentes y empresarios han acunado en paraísos fiscales los beneficios de negocios ilícitos con los que se han enriquecido y que deberían servir para satisfacer la usura aria. Además, se despreocupan absolutamente de la guerra económica que nos ha declarado Alemania, y que nos está llevando a la más abyecta e ignominiosa indigencia, física y moral. Pero cuidado, cuando el pueblo toca fondo, resurge como el ave Fenix, ¡pero con muy mala leche…! Pruebas en la historia hay que lo corroboran.
Creo que cometemos un error básico. Nos han vendido que la culpa es: “de los mercados”, “del gobierno”, de las Comunidades Autónomas”, “de las Empresas”, “de Dirección general de…”, “de la Conselleria tal”, “del Cabildo cual”, “del banco equis”. Todo esto, si bien es cierto, a la vez es la mayor falacia de cobarde autodefensa que argumentan todos los delincuentes que forman parte de estos organismos. Cualquier ente jurídico, independientemente de su personalidad, esta comandada por personas, o capullos, o tiranos, pero siempre del género humano, simplemente por haber sido concebidos por dos seres humanos, aunque fuera por accidente en un lupanar (burdel), y haber nacido, desgraciadamente vivos: condición sine qua non para desarrollarse indignamente. Como decía, la decisión de presentar un ERE, de aprobarlo; de cerrar una empresa; de subir unos tipos de interés; de conceder préstamos; de exigir su devolución y proceder al desahucio, de aplicar medidas económicas inhumanas, etc., no son más que decisiones de gente con nombres y apellidos, escondidos cobardemente tras la coraza de una entidad jurídica y unas leyes que también ellos han creado. Todo eso les llena de razones celestiales; inevitables, pero necesarias; dolorosas, pero convenientes; zafias, pero inteligentes; retorcidas, pero útiles. ¿Cómo es posible que no les demos con un tronco en la cabeza cuando hablan en abstracto pero actúan en concreto? Una empresa no puede ser una asesina, una desalmada, cometer atrocidades, humillar por capricho, condenar a la indigencia, robar la dignidad. Todo esto sólo son capaces de hacerlo los hombres, y las mujeres, es decir seres repugnantemente humanos, que las dirigen.
Estoy cabreado, me encuentro afectado por la negociación de un ERE que puede truncar el escaso futuro que me queda. Los unos, la empresa, como decía al principio, grupo formado por los soberbios, prepotentes, ególatras y arrogantes (pero ricos, y con un sueldo que aturde). Y por otra, los sindicatos, formados por los pusilánimes, cobardes, lameculos y boñigas; vendidos a las subvenciones gubernamentales, directrices ideológicas de algunos intransigentes o vanidades individuales de orden inconfesable. Se les llama eufemísticamente “agentes sociales”. Más por lo de agentes que por lo de sociales. Estos fenómenos con banderitas, defendidos por la sociedad en aras de una corrección política de cara a la opinión pública que, por cierto, no moverá un dedo en nuestro favor, seamos correctos o no. Y enmarcados dentro de la estructura básica de un estado democrático que nos está llevando a la más demócrata de las ruinas y a la más demócrata, por europea, de las tiranías. Estos, como digo, tienen en sus manos mi futuro, pero han tenido en sus manos el de millones de españoles que ya veis donde han acabado. Después de la guerra civil, las colas eran para hacer valer las cartillas de racionamiento, ahora, congragaciones católicas y organizaciones humanitarias independientes, intentan disminuir las colas que se eternizan para mendigar los alimentos que les han usurpado los corruptos, insensatos e insensibles políticos y empresarios, seres humanos todos, indecentes todos. Algunos, para congraciarse con Dios, echan una mano en estos piadosos menesteres para con el prójimo, cuando han ocupado su vida llenando la piscina, que ahora nos ahoga, de mierda hasta los bordes. No hay duda, Dios se congraciará con ellos y les ofrecerá, previo pago, un lugar a su diestra. Estamos en malas manos. ¿Nos lo merecemos? ¡En absoluto! ¿Acabará? ¡Sí, ¿pero cómo?! En nuestras manos está el modo.
Colau

brotet-de-cel.blogspot.com.es

domingo, 26 de mayo de 2013

El hombre es un dios cuando sueña...


¿El hombre es un dios cuándo sueña?
Frase romántica por antonomasia la que dibujó la pluma del más destacado exponente del Romanticismo alemán, Friedrich Hölderlin: “El hombre es un dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona”. Nos la da a conocer en su novela Hiperión: o el eremita en Grecia. Vamos a analizarla  para intentar salir de su “todo” que ha impactado, como tal, por la tendencia del ser humano a preferir abandonar su realidad, levantarse un metro del suelo, para ver de una manera idílica lo que le rodea, lo que desde otra perspectiva resulta más crudo y también más real.

Un dios, definido desde el punto de vista profano, y sin entrar en la teoría de Hölderlin en cuanto a “la verdad de lo absoluto”, es decir, su interés por el “Ser”, es una entidad omnipotente: que todo lo puede; omnisciente por su infinita sabiduría; omnipresente: porque está en todas partes a la vez; infinita, puesto que cualquiera de sus características no son medibles en el espacio temporal conocido; posee absoluta bondad y misericordia; es absoluto en justicia; es inmutable: ya que no puede cambiar; eterno, en cuanto a la posesión simultánea y perfecta de una vida interminable; etc. Todas estas características han sido siempre objeto de anhelo del ser humano, pero si tuviéramos que quedarnos con una, quizás sería el don de la omnipotencia. Por tanto, si lo aplicásemos a la cita de Hölderlin, podríamos decir que “el hombre cuando sueña es omnipotente: todo lo puede”, que en sueños, en este caso diría yo que en ensoñaciones (ilusiones, fantasías) la imaginación del hombre no tiene límites. Su alejamiento de la realidad hace que las pequeñas perturbaciones desaparezcan, como cuando observamos un paisaje desde lo alto de una montaña, sólo distinguimos lo importante, lo grande: las piedras, los tallos, las hojas, detalles minúsculos han desaparecido. De la misma manera, dejar la realidad aparcada y entrarse en un mundo imaginario, y no por ello menos real: “… y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción…”, hace desaparecer los márgenes que encorsetan nuestra realidad y ello nos permite alcanzar las más altas cotas de libertad. Es esta libertad, la que nos diferencia de “un dios”, ya que un dios jamás, por la razón de su existencia, si es, nunca será libre. Pero en este caso lo que nos ofrece esta comparación con dios es, precisamente, la liberación del espíritu, para situarnos en la cúspide de una creación tan romántica como irreal, o real,  o, en cualquier caso, onírica.
En la subordinada de la cita, Hölderlin sitúa al ser humano a la altura de la miseria espiritual por el simple hecho de pensar, de utilizar la conciencia, de permanecer tumbados en el prado viendo muy de cerca las abejas cortejando las flores, obviando el cielo que cubre el campo por entero. Por qué alcanza el hombre la miseria por el simple hecho de ser hombre: “…aunque si nací ya entiendo/ que delito he cometido.” Seguramente por estar condenado a la muerte inexorable, simplemente por ser; seguramente por no poderse liberar de los apegos terrenales durante toda su vida adquiridos; seguramente por sentirse esclavo de un mundo que Hölderlin considera demasiado real en lugar de un sueño.

Y yo me pregunto, ¿es más bello el campo entero que el pétalo de una flor? ¿Es más libre el hombre por la dicha de soñar, o por el sufrimiento de amar? ¿Nos sublimamos cuándo vivimos y creemos que soñamos y nos sentimos dios, o cuando soñamos y creemos que vivimos y nos sentimos humanos?
Colau

sábado, 25 de mayo de 2013

I Huelga en Sa Nostra

La huelga de empleados de SA NOSTRA fue un éxito, un 75% de seguimiento, pese a las presiones recibidas por muchos directores de oficina. La empresa dice que "no" la siguieron un 82%, pero parece que se refiere al 82% de todo BMN cuando la huelga estaba convocada únicamente para Baleares.
Yo aparezco en primer plano en las tomas ofrecidas por televisión, y como yo, otros muchos. ¿Tomarán represalias contra nosotros? ¿Tomarán represalias contra los directores que participaron? ¿Atentarán contra un derecho fundamental de los trabajadores y lo más elemental de la ética laboral? Espero que los directivos sean empresa, no malas personas. Espero que el seguimiento de la huelga les haga recapacitar y se den cuenta de que no todo lo hacen bien y que si escuchan la voz de la plantilla, quizás hagan las cosas mucho mejor de aquí en adelante. Hacer lo mejor para los trabajadores significa hacer lo mejor para los clientes y, en consecuencia, lo mejor para la empresa.
De todas maneras, parece que ayer mismo la dirección de BMN ya tomó algunas iniciativas, como convocar, para la misma tarde, a sus sindicatos afines. ¿Qué les debió decir?
Quiero, desde aquí, significar la valentía de muchos directores que, pese a las presiones recibidas, optaron por secundar la huelga. De la misma manera que respeto a todos aquellos que no la secundaron y a los cuales les deseo la mejor de las suertes, porque, no lo olvidemos, la suya será la misma que la nuestra, o viceversa. Vamos en el mismo barco.
 



 
 


 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Aburrimiento o tedio

¿Aburrimiento o tedio?
Aunque son palabras sinónimas, voy a coger las acepciones que me interesan para el desarrollo de este tema. Según la RAE, aburrimiento es el “fastidio de no contar con algo que distraiga y divierta”, es decir, lo que generalmente, y casi exclusivamente, se acepta por aburrimiento. En el caso del tedio, aparte de definirlo como aburrimiento extremo añade la acepción “estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa”. No está nada mal. ¿Qué tiene que ver esto con el aburrimiento? Intentaré aclararlo.
¡Mamá/papá, me aburro! Es el más común y más falso de los aburrimientos. Algunos niños, cuando están solos, se personan, hagamos lo que hagamos, e interfieren en nuestra actividad disparando lo de ¡me aburro! Al impeler los motivos de tal afrenta a la dignidad del infante o infanta, las respuestas son completamente estándares: no tengo nada que hacer, no tengo con quien jugar, ya estoy cansado de lo que estaba haciendo, etc. Y uno, comprensivo progenitor donde los haya, intenta empatizar con el heredero: “pon la tele, hacen dibujos” –No me apetece. “Juega con las Monster High” –Ya he jugado. “Lee un libro” (se hace esta propuesta cuando el progenitor es persona cultivada)” –No tengo ganas… Entramos en una dinámica en la cual no hay propuesta alguna que sea del agrado del menor. Entonces, que hacer, cómo solucionar la situación. Bueno, lo primero que hay que decir es que el niño o niña saben perfectamente, desde el primer momento, lo que quieren hacer, pero no lo tienen a mano si no es con la ayuda de los mayores. Lo difícil, por cuanto hay que tener paciencia (dejar lo que estábamos haciendo, rendirnos a su succión vital, a su egoísmo), hay que sonsacarle al menor cuál es su idea de diversión y cómo podríamos alcanzarla. No hay que confundirse; no se trata de dar alternativas al menor, se trata de averiguar qué tiene decidido en su consciente que quiere hacer, ¡él ya lo sabe!; si no acertamos a adivinar qué es, o no tenemos la habilidad de sonsacarlo, tendremos al niño o niña aburrido todo el día, y nosotros, fastidiados; si lo logramos, nuestra abnegación paterno-maternal hará que nos pongamos a las órdenes de sus deseos, cuyo origen de tal actitud ya nos explicó Platón en su Banquete, al ilustrar Diotima a Sócrates a cerca de Eros. Ellos felices, nosotros abnegados y ¿aburridos?
Otra cosa muy diferente sucede cuando el que se aburre es un adulto: “el tiempo es lo que pasa cuando nada pasa”. Existe hoy en día una convicción de que cualquier fracción de tiempo no aprovechado es aburrimiento. Primero que hay que decir es que el cuerpo humano no está preparado para soportar de sol a sol, sin descanso, toda la diversión que deseamos, toda la vida excitante que nos anuncian, todo el placer al que tenemos acceso, o la lucha incesante para alcanzar nuestros deseos. Si “conseguimos” este grado de plenitud, probablemente un día debamos visitar al psiquiatra a causa del estrés y, en el peor de los casos, al forense (o será éste el que nos visite a nosotros). Desafortunadamente, este tipo de aburrimiento está, cada vez más, en decadencia, está desapareciendo. Esto es debido a que la industria nos ha proporcionado material para malograr estos celestiales ratos de útil vacuidad, de “tiempo en el que nada pasa” y, por tanto, puede pasar todo. Tiempo a nuestra disposición, tiempo para utilizar a nuestro libre albedrío: tiempo para traer nuestro pasado al presente, tiempo para ensueños del futuro, tiempo para entrar en nosotros mismos y hurgar en nuestras conciencias, tiempo para vivirlo en presente, única manera en que se vive el tiempo. Se nos brinda la oportunidad de tener conciencia de nuestros actos, de nuestra vida, de situarnos en este punto atemporal y eterno, existente pero in-mesurable, que es el presente. Como decía, la industria nos ha proporcionado, móviles, redes sociales, whatsApp, cientos de canales de tv, etc., para que llenemos estos breves momentos nuestros, los únicos de los cuales tenemos la sensación de que nos pertenecen. De esta manera, la idiotez respecto de nuestro “yo” en beneficio de nuestro “esto” nos llena de dicha, alienándonos a las hordas que nos arrastran a las mayores cotas de estupidez. ¡Abúrrete! Quedarse a solas con uno mismo no es una pérdida de tiempo, es todo lo contrario, es sentir la conciencia de nuestra propia existencia. Tener oportunidad de descubrir que nuestro gran “Yo” nos puede ocasionar alguna sorpresa, incluso desagradable. “Sé tú mismo” es, quizá, una de las mayores sinrazones que estoy harto de escuchar, uno debe aspirar siempre a ser lo que se cree que es y a trabajar para llegar a serlo. Nadie es tan perfecto como para querer ser quien se cree que es, y si uno quiere es porque se conforma, porque es un engreído, o porque complace plenamente su desidia vital. Tomar conciencia de todo ello y avanzar en nuestra vida interior sólo es posible dentro del tan denostado aburrimiento.
A Kant se le atribuye la siguiente estulticia retórica (erudita frase para otros): “Quien no trabaja se consume de aburrimiento…” Aquí, se me permitirá que pase del aburrimiento al tedio, y me voy a explicar, si puedo. Cuando somos jóvenes, solemos tener muchas expectativas; nos preparamos para hacerlas realidad, para que puedan servir de estructura para uno o varios proyectos vitales sólidos. El trabajo es uno de ellos. La pareja es otro. Hablaré de los dos, pero tienen muchas cosas en común. Todo proyecto, ya sea laboral o de pareja, es un deseo de que las cosas salgan de determinada manera, por tanto es una carencia, algo que de momento no tenemos, algo que deseamos, pero nos falta. El estudiante espera finalizar su carrera, cursar un master, alanzar un doctorado y obtener una cátedra, si lo consigue habrá cumplido los objetivos y será feliz. No es cierto en todos los casos. Durante el proceso, el estudiante mantendrá los deseos intactos, lo que le hará trabajar duramente durante muchos años, pero llegará el día del éxtasis: nuestro estudiante ha conseguido una cátedra y un proyecto de investigación tal como había soñado: lo ha conseguido. Al cabo de los años, puede suceder y de hecho sucede a veces, el antes ilusionado estudiante y ahora eminente investigador, piensa que ya ha hecho realidad su proyecto, ya lo ha conseguido, lo disfruta todos los días, lo está asumiendo cada día; ya no tiene el deseo de conseguir, ya yo hay falta, lo tiene todo. Se va acostumbrando y, según pasa el tiempo, va perdiendo importancia lo que consiguió: es algo que se tiene y por tanto no se desea. Y este “no desear” lo que ya tiene implica que su proyecto se ha acabado, necesita un nuevo proyecto. Pero, ¿y si no lo tiene? Van pasando los días y la rutina empieza a hacer acto de presencia en la vida laboral de nuestro eminente sabio. Trabaja todos los días, doce o catorce horas; dirige una investigación, lleva la administración de las subvenciones, debe dar conferencias, atender a alumnos, medios de comunicación, etc. Está cansado; lo que hace no le llena: ha llegado el tedio. Esto puede ser muy grave, o no. Si esta persona construye un nuevo proyecto a partir de las ruinas del anterior, si se vuelve a ilusionar y vuelve a desear algo que no tiene, que le falta y que cree que puede satisfacer su vida, tendrá, a partir de este momento, construidas unas bases sólidas para escapar del tedio y volver a la ilusión por unos objetivos. En caso contrario, deberemos lidiar este estado de ánimo motivado por tener que soportar algo que no nos llena en absoluto y que nos sumerge en los más lúgubres lodos rutinarios.
¿Qué sucede con el proyecto de pareja? Es muy similar al anterior, pero lo explicaré, aunque me repita, porque este tema siempre es interesante e interesa, o es que yo, al escribir todo esto para mí, estoy especialmente interesado en dejármelo claro. Ahí va. Seré concreto, o lo intentaré. Dos personas se enamoran, no se conocen más allá de lo ilusorio, puesto que lo evidente no entra en esta fase. Nuestro cuerpo genera excesos de todas las drogas naturales que pervierten nuestro cerebro y, en consecuencia, nuestras sensaciones. Todo es maravilloso, la pareja no tiene defectos, la perfección se llama como ella. Ha nacido un deseo de poseer (tener) a esta persona. Voy a repetirme y decir que el deseo, según Platón, es carencia, por eso queremos que nuestra pareja esté cerca de nosotros, es más, pegada a nosotros, o más aún, en plena fusión con nosotros. Es un deseo irrefrenable. En este momento nuestra mente está poseída por Eros (el amor que sólo pide, el amor que desea) Si hay correspondencia por ambas partes, este deseo se va apaciguando, dado que nos deseamos y nos poseemos, por tanto colmamos nuestras expectativas. Con el tiempo, nos deseamos menos y nos poseemos menos y nos conocemos más. Ya nada es tan perfecto, empiezan a asomar defectos inadvertidos anteriormente; va menguando el deseo de forma acelerada hasta entrar en la rutina y el tedio. Si tenemos mucha hambre y nos dan un bocadillo lo agradeceremos, pero tener que comer veinte, posiblemente nos harte, y sobre todo si todos son de mortadela. Si la pareja no ha llegado a más que esto, pareja, es decir no se ha casado, no ha tenido hijos en el ínterin, y se ha limitado a saciar el deseo, todo puede arreglarse, si no, el problema puede ser gordo. A no ser (y aquí es donde se pierden la mayoría de parejas) que sean capaces de construir un proyecto de futuro juntos, con unas bases sólidas, no de enamoramiento sino de amor, es decir de “amistad”. Es el verdadero amor de la pareja cuando se apacigua Eros (el día que hable de amor, desarrollaré más esta parte). El enamoramiento nos lleva inevitablemente al tedio, sólo la inteligencia compartida, la prudencia, la generosidad, la lealtad, la humildad, etc., es decir, el amor, que engloba todas las virtudes, y que en la pareja se sustancia en la amistad (la mejor amistad), nos lleva a evitar el tedio y a ilusionarnos por la vida, en pareja en este caso.
Finalmente, no quiero dejar de mencionar lo que para mí sí es el verdadero aburrimiento. Quizá se parezca al más denostado por Schopenhauer, por el cual prefirió siempre estar solo a mal acompañado. Se trata del ataque de aburrimiento y asco que nos invade cuando estamos rodeados de gente que no aporta nada positivo, ni negativo; gente vampira, tanto del psico (mente), como del soma (cuerpo); gente media y mediocre, con convicciones grises y un alta autoestima. Gente que se hacen llamar amigos nuestros, y con los cuales no nos hacen falta enemigos. Gente que ya había muerto antes de nacer y que se manejan perfectamente en el mundo de los vegetales. Tener que soportar conversaciones, trabajo, ocio o cualquier tipo de relación con ellas, es lo más aproximado al infierno de Dante, a la inanidad más inútil y a la pérdida más patética de nuestro tiempo. Pero, ah! Eso será siempre porque queramos.
Como conclusiones saco las siguientes: 1º disponer de tiempo muerto (libre) solo es aburrido para el insensato. 2º dos cosas nos llevan al tedio: la rutina y vivir largamente de un proyecto acabado. 3º El único aburrimiento verdadero es el que procede de soportar gente mediocre e ignorante, intransigente, cobarde y arrogante, tanto más cuanto más cerca de nosotros se encuentran. 4º disfrutar del aburrimiento debería formar parte de las grandes virtudes del ser humano.

Colau

lunes, 20 de mayo de 2013

Cualquier tiempo pasado fue mejor

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

Nunca con tanta asiduidad y rotundidad se ha pronunciado la afirmación “cualquier tiempo pasado fue mejor”, como en esta época que nos ha tocado vivir. Lo que convence,  ¿y engaña?, a muchos de que el presente es siempre peor que el pasado. Alguien escribió esta afirmación en un famoso poema,  pero los versos que han llegado a nuestro refranero están sesgados. Juzguen ustedes:

Recuerde el alma dormida,         
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte              5
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,             10
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

 Se trata, como habrán comprobado, de la primera estrofa del poema “Coplas a la muerte de su padre” de D. Jorge Manrique. Pero quien sea buen observador, también se habrá dado cuenta de que la frase completa, después del punto y coma, es: “…cómo, a nuestro parecer, / cualquier tiempo pasado / fue mejor.”

Tras estos versos subyace la idea de que es la sensación que tenemos del pasado la que nos parece mejor que el presente, pero, en ningún caso, sentencia que esto sea así. De todas maneras, existen razones para que lo tansmitido por la cultura popular nos parezca cierto en la mayoría de casos, aunque D. Jorge no quisiera decir exactamente esto.
 
Voy a intentar reflexionar sobre el tema  para entender la amputación que la frase ha sufrido con el tiempo, hasta llegar a nuestros días como una sentencia rotunda.

“El pasado, para nosotros, no es lo vivido, sino lo recordado.” La mente consciente, el “yo”, es muy pobre en recuerdos. Durante la vida el cerebro va recibiendo vivencias, imágenes, sonidos, sabores, olores, tactos y sentimientos que analiza constantemente, discriminando todo lo que le parece superfluo y guardando los hitos más importantes en la memoria consciente, mientras que el resto pasa a nuestro subconsciente, el cual se ocupa de realizar una criba más minuciosa para archivar, en compartimentos inaccesibles por voluntad propia, una parte mucho mayor de nuestras vivencias; incluso aquellas que no fueron percibidas como tales por nuestro consciente.

Los lugares del cerebro que almacenan información del pasado y a la cual podemos acceder libremente o mediante un pequeño esfuerzo mental, no supera el 0,1% del total de nuestra capacidad de memoria. ¿Qué significa esto? Que la mayor parte de nuestros recuerdos se han optimizado al máximo, posiblemente se han idealizado y, por un sentido atávico, han permanecido más firmemente anclados los recuerdos satisfactorios, con tendencia a despreciar, atenuar, incluso olvidar los más dolorosos. D. Jorge nos dice que “…cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, /da dolor;” o sea, la vida está llena de altos y bajos, de momentos de placer y momentos de dolor pero, al tener el cerebro la facultad de salvaguardarse de los sufrimientos, quedan mayoritariamente recuerdos positivos, lo que hace que, al recordar, al trasegar información del pasado al presente y compararla con nuestra situación actual, nos parezca mucho mejor la experiencia pasada que la presente, cuando esto puede considerarse completamente cuestionable, y me explico. El pasado, este lugar lleno de momentos felices o de trágicos recuerdos, no existe. El pasado es un ente abstracto que fue, pero que no es. Fuimos, pero ya no somos lo que fuimos. No podemos vivir anclados en el pasado porque es irreal, es llenar el presente de nostalgia que es un sentimiento igualmente irreal. Lo que sí puede suceder, y no es menos errático que lo anterior, es que el sentimiento no sea de nostalgia por el pasado, sino de expectación por el futuro que creeremos, cada día, más escaso que nuestro pasado. Esta sensación es igualmente falsa. El futuro es el mismo ente abstracto e inexistente que el pasado. No se deben tener sentimientos por algo que va a tener lugar, o no: una posibilidad. Transponer los recuerdos del pasado y situarlos en el futuro es un doble error, puesto que no reviviremos jamás lo vivido (es imposible repetir el tiempo y los sentimientos, y conjugarlos a la vez) y, en ningún caso, aunque fuera posible, satisfarían nuestras expectativas respecto de lo recordado.

¿Qué hay que hacer? Aquí precisamente se equivoca D. Jorge al decir aquello de “…contemplando /cómo se pasa la vida, /cómo se viene la muerte /tan callando”. No hay que contemplar nada, hay que vivir el presente independientemente del pasado y del futuro. El pasado, generalmente son buenos recuerdos, el futuro, en un plazo indeterminable, inevitablemente es la muerte. Cuanto más nos acerquemos a ella, mejor nos parecerá el pasado, el tiempo recordado, cuando aún estábamos lejos o más lejos de ella que ahora.

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Sí, puesto que estábamos más lejos de la muerte, y principalmente recordamos los mejores momentos vividos. Esta sería la respuesta común y generalmente aceptada, pero no por ello completamente cierta.

“Cualquier tiempo pasado fue mejor”. No, puesto que este cualquier-tiempo es pasado y ya no existe, y el futuro es expectativa y tampoco existe. El mejor tiempo es hoy, ahora, el único que tenemos: el presente, este instante atemporal y por tanto eterno, que no acaba nunca, porque nunca acaba lo que no es temporalmente medible.

Concluyo que “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor.” Pero cometeríamos un error creyendo que lo mejor ya ha pasado o que está por venir: lo mejor está pasando, siempre está pasando, y hay que vivirlo consciente e intensamente.  

Colau        

sábado, 18 de mayo de 2013

El suburbio

Este poema fue publicado en el nº 84 de la revista literaria trimestral "La bolsa de pipas" (89 trimestres para una publicación es un mito). Con un Consejo de Redacción que quita el hipo, Ángela Vallvey, Rafael Reig, David Torres, Agustín Fernández Mallo y Román Piña, el alma mater. No te lo publican porque sea bueno, sino que es bueno porque te lo publican. Gracias Román.

En mi suburbio las noches no llegan,
casi nunca, a embriagarse de nostalgia.

Sus calles, venosas e inacabadas,
reptan, como sombras de última luz
hacia el infinito andén del pasado.

Proscenios de muchos atardeceres
sus plazas huelen a leña metálica,
y su mar, que no existe, levanta olas
que se pierden, hermosas y abatidas,
por el desagüe gris de la memoria.

Sangra a veces la estética del viento
que, mientras se vacía de suspiros,
va llenando las aceras de esquirlas
que laceran nuestra piel alquilada.

Todos los humanos de mi suburbio,
renuentes a caer, perecederos,
descansan en sus cárcavas asépticas,
esperando que la nada los tienda
al albur prolijo del pensamiento,
mientras que sus almas, llenas de luto,
se abaten en la nave filistea.

Colau


Dignidad

Esta entrada creo que no merece ninguna introducción. Es lo que es. Y quiere decir lo que quiere decir. Si alguien busca intenciones incomprensibles, que no se apure, que piense en la Navaja de Ockhan: la explicación más sencilla...

¿Dignidad?

Cuando escuchamos la sentencia “tienes la obligación de…” nos ponemos inmediatamente a la defensiva. Pensamos que estamos siendo objeto de abuso, autoritarismo o injusticia siniestra, porque lo que nosotros tenemos, en un país libre, son “derechos”, y nos sentimos vilipendiados cuando nos sitúan en el lugar destinado al sometimiento. Esta situación es tan habitual como erróneo nuestro planteamiento a la hora de aceptarlo. Claro que tenemos derechos, incluso algunos inalienables por el simple hecho de ser humanos, pero también tenemos obligaciones, y éstas, precisamente, son las que aseguran la libertad de los demás, es decir, la nuestra.
Somos libres para elegir nuestros valores morales, así como ponderar nuestras acciones mediante el sentido más abstracto del homo sapiens, “la razón”.

Los seres humanos tenemos la libertad de cambiar, de decidir lo que queremos ser, y la obligación de aceptar lo que son los demás, así como su derecho a cambiar. Esta aceptación y reconocimiento que tienen los demás para con nosotros, este respeto del que nos sentimos acreedores, es lo que entendemos como “dignidad”, Blaise Pascal dice que “la dignidad del hombre está en el pensamiento”, como si éste fuera un ente abstracto. Evidentemente, cualquier sentimiento o creencia es fruto de la mente de cada uno. El reconocimiento de que nuestros derechos se vean respetados hace que nuestra mente, nuestro yo, se sienta dignificado. Mientras que, si alguien conculca nuestros derechos, de la misma manera que nosotros podemos tiranizar los de los demás, entonces sentiremos nuestra dignidad sometida y despreciada. Que todos los humanos nacemos libre e iguales en dignidad y derechos, según la Declaración Universal de Derechos Humanos, significa que todos los humanos tenemos la obligación de permitir que esta igualdad se dé también en los demás.

Solemos valorar la dignidad en relación a la sensación de respeto que creemos recibir de los demás. Esto nos ocurre tanto en la vida privada como en el trabajo: nos dignificamos cuando mantenemos una vida privada en sentido de igualdad, y cuando las condiciones laborales se establecen desde la misma perspectiva. La igualdad es lo que nos hace humanos. El animal más fuerte come más que el débil. El ser humano debe poder alimentarse todos los días, independientemente de sus capacidades y facultades, puesto que éstas nos diferencian, en el sentido de que nos hacen únicos, pero a la vez nos igualan en cuanto que nos otorgan capacidades y facultades a todos los representantes de la raza humana. La igualdad nos dignifica. Pero en esta sociedad, llena de vanidades individuales, de falta de valores racionales y espirituales, de vacío de principios éticos, de un desprecio continuo hacia la estética, en beneficio de la tecnocracia, el análisis de balances y la consecución de objetivos; en esta sociedad sólo existe igualdad en razón del pusilánime, del apocado y el cobarde y, por compensación, en razón del vanidoso, del ególatra, del egoísta, del presuntuoso, del cacique y del depredador. Y resulta que a veces aparecen congéneres de ambas características en los dos mundos sociables, el privado y el laboral. Cuando éstos aparecen en nuestro mundo privado, tanto si son pusilánimes como ególatras, se mandará al traste la viabilidad de cualquier proyecto de convivencia, y mermará la dignidad en proporción a la pérdida de autoestima que la situación genere. De la misma manera, si un individuo falto de principios se nos cruza en la vida laboral, puede llenar de ruindad nuestros momentos de mayor explosión intelectual. El explendor de nuestra vida coincide con el ejercicio de nuestra profesión.

El directivo prepotente, egoísta y malvado, no solamente lleva a la ruina a la empresa, sino que es capaz de llevar a la más absoluta miseria al empleado. Es capaz de indignar, de menguar la dignidad de los empleados para absorberla y alardear de ella frente a una sociedad siempre sumisa y dispuesta a lamer las bisectrices de los más repugnantes ladrones de igualdad.

La desigualdad humilla a una de las partes, pero cuidado, no dignifica a la otra, sino que la consagra a la degradación social y humana. A la ruindad de los valores que deberían prevalecer en un estado, mal llamado de derecho, en el que sus ciudadanos se ven  sometidos a las más humillantes bajezas para mayor gloria de los soberbios patronos, políticos adjuntos y sindicatos afines, zombis de la ideología laborista. Y todas esas razas de perros de presa o lamedores, que de todo hay (perdón a tan digno animal), siempre dispuestos a acatar las órdenes de su amo, puesto que sin órdenes son incapaces de actuar, se quedan parados, congelados, con un cerebro alimentado por media arroba de hielo que refrigera el resto de masa corpórea para que no huela. La putrefacción de su esencia misma, de ser vivo e inhumano, aunque haya sido concebido por dos seres humanos y nacido vivo, infectan la realidad de los grupos de ciudadanos honrados, trabajadores, viandantes de un mundo incierto que terminará, más pronto que tarde. Suerte que el consejero está en el mismo bombo.

Me estoy perdiendo en sentimentalismos. Dignidad es lo que nos quieren arrebatar a algunos trabajadores, y que ya han arrebatado a más de siete millones. Dignidad es lo que les falta a los robots que habitan los ministerios, a los perros falderos de las direcciones generales, a las babosas que se arrastran por los pasillos del congreso.

Queridos conciudadanos, queridos amigos que estáis en mi misma nave: recuperemos la dignidad. Sólo nuestros actos están en posición de devolvérnosla. A veces hay que estar dispuestos a perder doscientos euros y ganar un motivo para mantener la cabeza bien alta, aunque sea de rodillas en el infierno.

Colau

jueves, 16 de mayo de 2013

Manifestación contra III ERE

Ayer, 15 de Mayo, se manifestaron los empleados de Sa Nostra en contra del ERE que la empresa BMN, de la que forma parte la entidad balear, quiere imponer para despedir a 975 empleados, y que en estos momentos se encuentra en plena negociación.
La concentración tuvo lugar enfrente de la oficina de Sa Nostra de la calle Aragón de Palma.
Este acontecimiento me ha sugerido el siguiente relato corto...

¿Movilización o justicia?

Bajaba la calle Aragón en dirección al centro. Había estado pidiendo, quizás dignamente en un semáforo, o quizás se deshizo de su hatillo de oprobio en alguna papelera. Cuánto tiempo llevaría esa papelera sin ser vaciada. La ignominia lo desborda todo, el hatillo no era grande, pero no cupo en el recipiente: es una infamia que un transeúnte pise la humillación esparcida por la acera. El hombre, avejentado, con la mirada, lejana, más allá de las grises y atabletadas baldosas del suelo urbano, en las tinieblas de la desesperación, sólo caminaba.
Se movía inseguro, balanceándose, cualquiera diría que su ebriedad no le permitía flexionar sus rodillas resecas, que le obligaban a andar como dando saltos hacia arriba, hacia adelante, hacia ninguna parte.
Tras de sí, le seguía un rebufo de soledad, de desahucio, de engaño consentido por la ilusión de lo que fue, durante un efímero sueño,  felicidad detenida.
En la faltriquera de su pantalón, un bulto, liberador por si fuera menester, acero templado para efectuar los pagos para los que otros usan dinero, único patrimonio para la subsistencia, o la venganza.
Juan, muchos desahuciados se llaman Juan, está delante de lo que fuera, en su momento, el Bar Güell, ahora es una entidad bancaria, otra encantadora de serpientes como la que hace esquina justo en frente. A esta otra, Juan no la perdona. No hubo manera de llegar a un acuerdo para satisfacer los vencimientos atrasados, y no tuvieron compasión (“compasión” que palabra más denostada). Sus pertenencias se fueron cayendo del armario, a la sazón roto, de su vida. No queda asomo del orgullo que sintió un día de ser quien era, de ser quien fue. Sus pasos, saltones, le hicieron cruzar lenta pero provocativamente los pasos de peatones con semáforos en rojo, como un reto a los conductores: sus suertes no se cruzaron. Mercadona, calle Uetam, y una nueva librería especializada en arte. Juan siempre había gustado del arte. Nadie lo diría. La discriminación intelectual es directamente proporcional a la degeneración de los harapos ataviados. Él mismo, estaba convencido de que la estética es un placer que le abandonó hace tiempo. Sintió los temblores de la ética navegar por las alcantarillas, debajo de sus pies, camino de un sumidero inexorable.
¿Qué pasa? ¿Qué hace toda esta gente ahí? Delante de una oficina bancaria, la misma de enfrente del Bar Güell, una horda de “bienvestidos”, rodeados de policía, hacían sonar sus pitos, agitaban banderas y exponían pancartas a los transeúntes. Le impedían el paso. Parece que reivindican el derecho a su puesto de trabajo. Él lo perdió hace tiempo, ya no se acordaba, y terminó el paro, y su madre murió y dejó de vivir a costa de su pensión. Estos que gritaban y se saludaban efusivamente, parecían alegres, esperanzados, felices dentro de su preocupación festiva. No tuvo alternativa y se adentró en la multitud, abriéndose paso con empujones inevitables e insensibles. Miró a su izquierda y vio el cajero automático de la entidad en cuestión. Él no tiene tarjeta alguna: no tiene cartera, no es nadie. Sólo su navaja en el bolsillo trasero, último reducto de valentía para el cobarde del semáforo. El cobarde de la vida.
La imagen del cajero le incomodó y le humilló. Tropezó con un hombre joven, luego con dos mujeres, más maduras. Las esquivó, pero con cierto requiebro, pues, quien tuvo, retuvo. El asomo de sonrisa que había acariciado sus labios se tornó hielo en sus ojos. Su corazón, después de un doble mortal se paralizó. La cara que le dijo que no había nada que hacer con su demanda, que le iban a desahuciar, estaba allí, justo delante de sus ojos, ahora sin mesa de por medio. La policía no permitía que la masa se adentrara en la calle, estaban acorralados por la seguridad. De repente, el cuerpo de Juan se llenó de amaneceres rotos por los sonidos del tráfico. Su mirada se embarcó en un viaje más allá del horizonte razonable. Lo tenía ahí. Le entró un hambre repentina y, con un golpe de angustia y de justicia, buscó en el bolsillo trasero de sus pantalones raídos.

Colau

miércoles, 15 de mayo de 2013

Recomendación libro (I)

Me gustaría hablaros del libro que estoy acabando de leer estos días. Se trata de “EL CLUB DE LECTURA DEL FINAL DE TU VIDA” de Will Schwalbe (RBA 2013).
No es lo mismo saber que vamos a morir que saber que nos estamos muriendo. Esto es lo que le sucede a Mary Ann, matriarca de una familia adinerada y culta, muy culta, que ha contraído un cáncer pancreático que le pone plazo a su existencia, aunque sea difícil cuantificarlo.
Hay gente multimillonaria que se ha autodestruido por aburrimiento y hastío. Este no es el caso de Mery Ann, que lleva toda su vida apoyando a los refugiados de guerra de distintos países, directamente desde los propios campos como directora de organizaciones y movimientos para su ayuda.
Es una persona feliz. Pertinaz lectora. Tiene tres hijos, un marido y varios nietos que la adoran, pero también tiene cientos de hijos adoptivos, exrefugiados, a quienes ha financiado sus estudios y ahora la idolatran desde sus relevantes puestos en la sociedad estadounidense. No puede haber nadie con más amigos (AMIGOS) que Mary Ann, pero “se muere”.
Durante su tratamiento de quimioterapia, su hijo Will, excelente lector y propietario de una editorial, se acerca a su madre de una forma más íntima, aunque no directa, sino a través de los libros que han leído los dos durante su vida, y lo libros que, a partir de la formación de su peculiar “Club de Lectura”, de dos miembros, deciden leer y comentar regularmente.
Simplemente por la riqueza de la bibliografía aportada por los protagonistas, ya resulta razón suficiente para echar un vistazo al libro. Y si a esto añadimos como una persona íntegra puede afrontar sus últimos días de vida, y obtenemos una visión de primera mano de la problemática de los refugiados, y como una familia, completamente desahogada a lo que recursos se refiere, se dedica en cuerpo y alma al sincero altruismo, no para salvar su alma, sino el cuerpo, la mente y el futuro de los refugiados, obtenemos un coctel perfecto para aventurarse en su lectura.
Mary Ann se está muriendo, pero todavía le queda una última misión que cumplir. Ahora, para ella es la más importante de su carrera: conseguir fondos y organizar la construcción de una enorme biblioteca itinerante en Afganistán, para que la cultura llegue a cada rincón del país. Para Mary Ann la única forma de cambiar el mundo es a través de la cultura.
Quiero significar que toda la historia es real, y que está escrita por el propio Will, narrador de la historia, hijo de Mary Ann y miembro promotor del “Club de Lectura”.

Colau

martes, 14 de mayo de 2013

Nadie pone flores sobre la tumba de una flor


“Mortales” somos únicamente los seres humanos, no porque el resto de especies vivas no se mueran (que lo hacen), sino porque somos los únicos que tenemos conciencia de ello. Venimos de la nada. Entramos en un espacio temporal provisionalmente y regresamos a la nada que nos dio un recreo. ¿Qué hacemos en esta porción de espacio-tiempo donde coincidimos con algunas generaciones de nuestra propia especie, durante la efímera permanencia en él? Conocemos a semejantes, estudiamos lo que otros han descubierto o investigado, aportamos, o no, algo de nuestra parte, creamos si tenemos capacidad, y si no, procreamos que resulta bastante más fácil y más caro (garantizamos que seguirá habiendo gente, para que el sufrimiento no desaparezca nunca). En conclusión: vivimos. Pero lo más importante (para algunos, ni eso) es la huella que dejamos al finalizar nuestra estancia en esta realidad. Alguien que nos ha querido, alguien que nos admira por nuestras obras, alguien que nos odia por sus envidias, alguien que nos tenía cierta simpatía, porque éramos buena gente, es decir, nos querían simplemente por nuestra mediocridad, por no sobresalir de la triste media… Pero, de repente, ya estamos muertos (“extraño no seguir deseando los deseos”). En estos momentos pasamos a ser nada: sin sentimientos, sin sentidos, sin recuerdos, sin expectativas, sin nombre, sin domicilio, sin móvil, sin Facebook,  sin futuro, sin pasado, sin amores, sin diversiones, sin ilusiones: dormir sin soñar, (“estar muerto es un trabajo penoso”). Rilke es, para mí, el mejor poeta, y estas afirmaciones (en cursiva), son románticas y hermosas, pero falsas. Cualquier sentimiento de un muerto es creado y materializado por los vivos o, mejor dicho, cualquier pensamiento sobre el instante después de la muerte, sólo puede ser versificado por un vivo. Mientras tanto, aquellos que nos recuerdan con especial aprecio suelen llevar flores a nuestra tumba, o al lugar donde se han esparcido las cenizas. No vamos a interpretar estas flores como el aparato reproductor de un vegetal, sino  como el símbolo de que alguien se sigue acordando de nosotros en nuestra ausencia definitiva. La metáfora de un recuerdo.

Las flores se marchitan y, si alguien nos sigue recordando con aprecio, las cambiará por otras frescas como muestra de la constancia de sus recuerdos. Mientras existamos en la mente de alguien, estaremos vivos o no del todo muertos dentro de la realidad cotidiana de esos deudos o amigos: soñaran con nosotros, nos hablarán y nos tocarán. Pero llegará cierto día en que la última persona que tenía un recuerdo de nosotros, también desaparecerá. Ya no habrá nadie que renueve las flores. Pasaremos a ese lugar irreal e inexistente, ese lugar que ni siquiera aparece en los sueños, donde van los olvidados, los desterrados definitivamente de este mundo, caeremos en “la oscura espalda del tiempo” (Javier Marías). Donde van los no nacidos, los muertos anónimos, los que pudieron ser y no fueron y los que fueron pero ya no son.

Ya sólo quedará de nuestro recuerdo unas flores marchitas, muertas, a las que nadie reconocerá, puesto que nadie recordará quien las puso, nadie las va a enterrar, nadie va a ocuparse de un recuerdo inexistente. ¿Quién iba a enterrar la flor? Y más aún, ¿quién se acordará jamás de los recuerdos que sobre nosotros existieron? ¿Quién pondrá una flor sobre estos recuerdos? ¿Quién podrá flores sobre la tumba de una flor(*) ? “Es extraño sin duda no habitar ya la tierra…” (Rainer Maria Rilke)

(*) Parte del estribillo de la canción de Tom Waits “Flower’s grave”

Colau

Escribir pensamientos


 “Todo filósofo debe decir como sabe lo que dice que sabe, si quiere pasar el nivel de la autobiografía.” (José Antonio Marina). Después de leer esto entendí porque la inmensa mayoría de libros de ensayo son una simple sucesión de citas enlazadas por circunloquios y alguna opinión, evidentemente, en la línea de lo que dijeron los maestros parafraseados. Los autores a los que me refiero, son eruditos en su materia,  conocen todo lo que se ha escrito sobre un tema concreto, y se alinean con uno u otro analista o investigador precedente. Pero, ¿Dónde está la opinión propia? J.A. Marina dice que si no se demuestra lo que decimos, no pasamos del nivel de la autobiografía. Yo diría al Sr. Marina que “sabemos lo que decimos que sabemos” simplemente porque lo hemos leído o estudiado, pero que a veces, no pretendemos decir lo que sabemos, sino lo que pensamos; cualidad ésta, en teoría, propia de los filósofos, es decir, pienso, cuestiono, reflexiono y llego a una conclusión. Casi con toda seguridad, a esta conclusión ya habrán llegado la inmensa mayoría de estudiosos presentes o pasados y, además, la habrán analizado desde muchísimos puntos de vista más de lo que lo habré hecho yo. Pero me da igual, lo único que puedo deducir si lo que yo digo ya lo dijo otro más eminente, es que no voy tan mal como cabría esperar, y si no lo dijo nadie, puede que vaya mal o no, pero, en cualquier caso, será mi opinión y mi reflexión, con la que se podrá estar o no de acuerdo.

Efectivamente, no va a pasar de una autobiografía, pero no por ello merece menos respeto que la simple recopilación de textos eminentes, respaldados por doctores, catedráticos, investigadores y expertos en general, de forma muy correcta y erudita por otra parte. El filósofo, no el sofista, está comprometido con sus dudas; cuestiona cualquier verdad emanada de donde sea y adoptada por quien fuere. Verdades absolutas existen muy pocas, y la bendición de un sabio sobre cierto tema, no deja de ser una bendición, pero no una confirmación incuestionable y absoluta del tema en cuestión. Cada uno de nosotros está obligado vitalmente, a efectos de observar una vida interior sana, a cuestionarse constantemente cualquier evidencia, no dando por sentado, en ningún caso, la seguridad de una afirmación que no tenga una demostración empírica o que no esté avalada por una verdad irrefutable.

De todo lo anterior, deduzco y sugiero que en este blog reflejemos nuestro “yo”, aunque lo que opine nuestro “yo” no esté “científicamente probado”. Lo importante es la reflexión, la consciencia de cada uno.

Colau

Bienvenida


Estoy seguro que hay gente que tiene muchas cosas que decir: reflexiones, esporádicas o recurrentes; lecturas, magníficas o ilegibles; música inolvidable, por bien o por mal; o cualquier comentario al que uno le gustaría compartir y debatir con otros seres humanos. Con esos que no se saludan en el ascensor, pero que son capaces de opinar e integrarse en un grupo heterogéneo gracias a la evolución inimaginable de la comunicación. Esos son mis deseos: reflexionar, criticar y opinar. No importa el tema. Divagaré sobre pensamientos u opiniones variopintas, que espero  pongáis en solfa. Pero no es solamente esa la función del Blog, existe otra, mucho más elevada, consistente en aportar vuestras modestas ideas, vuestras ilimitadas experiencias, vuestras críticas más severas o vuestro simple granito de arena,  para hacer el mundo algo más acogedor.
Bienvenidos y gracias anticipadas por vuestro seguimiento y colaboración.

Colau