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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Feliz Navidad



La originalidad me sale por las orejas. Es un alarde de inspiración y el regusto de la vanidad lo que me hace sentir especial por la ocurrencia de felicitaros a todos: a los que me habéis seguido fielmente y a los que sólo esporádicamente, incluso a los que no me habéis seguido en absoluto. Pero, ya que me arrogo tamaña carga de buena intención, no me quedaré sólo con felicitar a los pacientes receptores de este blog. Ni hablar. Ya que nadie me lo impide, voy a enviar mis mejores deseos a mucha más gente. A saber.

Felicito de todo corazón a todos los empresarios que han vaciado sus empresas de empleados para que cupieran las espuertas de dinero recibido por el Gobierno. Que reciban a cambio todo el amor que se han ganado.

Felicito al Gobierno Balear por su perfecta aplicación de la Ley de Efectos Consumados, cuya única repercusión ha sido esquilmar a los maestros  de escuela la mitad de su sueldo y seguir descabellando la lengua propia.

Felicito al Gobierno Central por su capacidad de diálogo, por las respuestas claras y concisas ofrecidas en todas sus ruedas de prensa, y dejarnos claro que gracias a ellos estamos saliendo de la crisis, y que si no hubiera sido por Zapatero ya habríamos salido hace tiempo. Parece ser que las empresas han informado al Gobierno de que es imprescindible que los ciudadanos nos animemos y empecemos a gastar, ya que no basta con poner la mitad de la plantilla en la calle, ahora hay que conseguir que la otra mitad restituya lo cobrado en forma de consumo.

Deseo unas felices fiestas a todos los corruptos para que vayan comiendo los turrones en su hogar con el helado presentimiento de que esta puede ser la última vez que lo hagan en algunos años.

Creo que no estoy tan inspirado como creía. Voy a esmerarme, sinceramente.

Felicito a todos los GHDP que, sin pestañear, han dejado sin hogar a miles de personas; sin prestación de desempleo a otras miles; que han conseguido que los hogares de beneficencia estén al borde del colapso; que todos los estudiantes eximios hayan emigrado para enriquecer intelectualmente a quien nos está oprimiendo; que han hecho que nos creamos que los mercados son un ente abstracto cuando, en realidad, tienen cara y ojos, cara y ojos de HDP, pero humanos y con nombres y apellidos, y que pasarán unas fiestas opulentas, llenas de gozo y amor ya que asistirán a maitines y ofrecerán a alguna virgen una dádiva con la que se podrán proveer de todas las bulas disponibles en la Conferencia Episcopal.

Me entristece pensar que, tanto políticos, como empresarios, como banqueros, como cualquier otro HDP al uso, sea mortal como yo. O sea, como todos vosotros. Gente tan falta de principios y de moral tan laxa, no debería morirse nunca, para público escarnio de los infelices que intentamos vivir en un marco ético, suplicando no se presente la oportunidad de tener que demostrar nuestra honradez y tragarnos nuestras palabras. ¿Cómo puede Dios permitir que sumas tan importantes de dinero queden sin el provecho de quienes las han acumulado? ¿Podrían los mercados hacerse con los derechos de Dios? Si Dios fuera político, seguro que sí. Pero la destrucción del ser no está en venta, por lo que su acumulación no pasa de ser un acto de gula terrenal que perderán a la par que su existencia.

Que todos ellos pasen una Feliz Navidad. De corazón.



No quiero despedirme sin desear lo mejor a gente de segunda y tercera, incluso de cuarta categoría, por ejemplo a los padres que tienen hijos enfermos; a los hijos que tienen padres enfermos; a padres e hijos que no tienen sus necesidades básicas cubiertas; a los que dedican su vida a hacer mejor la de los demás; a la gente que no ama pero es generosa; a las personas justas; a las mujeres maltratadas y que viven un infierno del que no saben cómo salir; a todos aquellos que no retirarán el “árbol” y el “belén”  que hicieron, puesto que ya no estarán para hacerlo; a todos los que buscan desesperadamente un trabajo y a los que luchan denodadamente para que la gente encuentre uno; a los que no tienen un techo donde dormir y utilizan los envases de nuestros consumibles como ajuar de subsistencia; a los que navegan en el lodo más putrefacto de la droga y el alcohol y nadie les tiende una mano; a todos aquellos que disponen de valores morales y los ejercen; a los que no aman pero son solidarios; a los que son fieles y leales con su pareja y sus amigos; a los que no echan las culpas a los demás de sus problemas y  luchan para sobreponerse sólo con su fuerza vital; a los políticos que desde dentro intentan cambiar la dinámica corrupta, pragmática y neoliberal; a todos aquellos para quien los Derechos Humanos no es un papel, sino derechos humanos; a los que educan a nuestros hijos, para que lo hagan de forma honrada e imparcial; a los divorciados que han perdido su hogar y sus hijos por el egoísmo del cónyuge; a todas las mujeres que padecen cualquier tipo de discriminación por razón de sexo; a todos aquellos que han perdido a un ser querido y viven en la desesperación del duelo; a todos los que creen en las personas como seres humanos y no como cosas; a todos los investigadores que hacen que cada día despertemos en un mundo mejor; a todas las madres y padres paralizados por la incertidumbre que les produce el futuro de sus hijos; a todos los que hacen uso de su libertad en beneficio propio y en el de sus semejantes en igualdad de condiciones; a los que se equivocan, reconocen sus errores e intentan rectificarlos; a los librepensadores, filósofos y humanistas que piensan y actúan para adecuar las razones éticas al mundo actual. A los honestos, a los honrados, a los humildes, a los misericordiosos, a los pacientes, a los amables, a los compasivos, a los fuertes de espíritu, a los modestos, a los pacíficos, a los pacientes, a los prudentes, a los sensatos, a los responsables, a los tolerantes y a los valientes; a los que abrazan, a los que besan, a los que aman, a los que sueñan, a los que tienen esperanza y a los que intentan recuperarla; a los que sonríen, a los que ríen, a los que lloran, a los que se emocionan, a los que sienten, a los que piensan, reflexionan y razonan; a los que viven plenamente su existencia y la de sus seres queridos, y a todos aquellos cuya existencia les han vaciado de contenido y expectativas. A todos ellos, “sin discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, les deseo, os deseo: Feliz Navidad.

Compartid estas fiestas con la gente más querida, como si fueran las últimas, como si no existieran más oportunidades. Aprovechadlas con toda la intensidad que requiere esta frágil y azarosa vida. 

Ahora ya me pongo sentimental. Adiós.

Colau  

domingo, 1 de diciembre de 2013

Mentiras y autoengaños



Mentiras y autoengaños
Según JEAN-PAUL SARTRE, la “libertad es la categoría antropológica fundamental”, pero esa libertad no es la que conocemos como ‘puedo hacer, decir y moverme como quiera, por un tema constitucional o de derechos humanos’. No. La libertad de SARTRE nos anuncia que el “hombre (1), como ser, no es consecuencia de determinismo (2) alguno, sino que es como es porque así lo ha decidido: el hombre no es otra cosa que lo que él se hace y, además, es responsable único de sus propios actos”. Estamos condenados a ser libres porque, al no haber creado nosotros nuestra libertad, no somos libres de dejar de ser libres. Ni siquiera los valores existen como realidades independientes de nuestra voluntad. No solamente estamos condenados a ser radicalmente libres, sino que esta libertad nos obliga a concebir, a crear, nuestra propia ética. 

El hecho de que lo que hacemos y lo que somos sea siempre consecuencia de nuestras decisiones, cuando algo sale mal o cuando no se ajusta a nuestras expectativas, sean valores o proyectos, nos ‘obliga’ a mentir.
Que la mentira es inherente al hombre lo sabemos desde que somos conscientes de nuestra existencia. Mentimos porque queremos, en beneficio propio o ajeno, con necesidad o sin ella, para eludir un mal o conseguir un bien, pero siempre engañando a los demás. A este nivel de mentira SARTRE, en El ser y la nada, lo denomina “mentira a secas”. Este tipo de mentira puede sernos de utilidad en nuestro trato con el mundo de las cosas, es decir, con nuestros semejantes. –Volveré a ellas más adelante–. Por otra parte, SARTRE, diferencia otro tipo de mentiras, a las que denomina “mala fe”. Se trata de la “mentira inmanente (3)”: el autoengaño. El arte de mentirnos a nosotros mismos. Cuyo motivo no es otro que el de intentar ocultar el hecho insoslayable (4) de nuestra libertad. En otras palabras, eludir las responsabilidades de nuestros actos u omisiones.

Negar que lo que hacemos y lo que somos es consecuencia de nuestras decisiones, o excusar dichas decisiones para hacer más llevadero nuestro presente, son manifiestas conductas de “mala fe”.

La “mentira inmanente” resplandece cuando hacemos responsables a los demás de nuestras acciones, argumentándonos la inevitabilidad de éstas por motivos tan peregrinos como los psicológicos, los sociales o los de obediencia. Si  nuestra ética nos permite realizar acciones contrarias a la razón por el hecho de una obediencia ciega, es que nos hemos equivocado en la elección de los valores morales, y defender lo contrario para no responsabilizarnos de nuestros actos es engañarnos a nosotros mismos. –Esto les ocurrió a muchos dirigentes nazis en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, a ‘ciudadanos objeto’ en la Guerra Civil Española y a otros muchos políticos y mandos empresariales y sindicales actuales–.

Cuando sentimos angustia por el fracaso de nuestro proyecto vital, y buscamos responsabilidades ajenas que lo hayan motivado, o cuando elegimos no elegir y renunciamos a tomar una decisión, o nos excusamos argumentando la imposibilidad de poder haberlo hecho de otra manera: son convencimientos de “mala fe”.

Qué importaría todo lo anterior si no tuviera consecuencias catastróficas. La no aceptación de toda la responsabilidad de nuestros actos, nos conduce a deficiencias existenciales que suelen confundirse habitualmente con psicopatías o neuropatías, pero que pueden llegar a convertirse en patologías graves, esperando ser curadas milagrosamente desde el exterior con alguna “píldora de la felicidad”, o terminar insensatamente con todo; cuando en realidad, el desaguisado está en nuestro interior debido principalmente a la enorme cantidad de mentiras que nos hemos contado y, lo que es peor, que nos hemos creído. Esas mentiras, esa mala fe, no tienen la espontaneidad ni el ingenio de las “mentiras a secas”, son las desencadenantes de las emociones erróneas, de los sentimientos adulterados que condenan nuestro proyecto de vida a engrosar el muladar de los fracasos, y nos dejan, muy a menudo, en situaciones de indigencia emocional.

Ahora volveré con las “mentiras a secas”, sobre todo después de haberlas tildado de espontáneas e ingeniosas. Permitidme un introito para referirme al carácter social del engaño.

El hombre es el único ser del que no se puede prever su esencia, puesto que ésta la va haciendo el propio ser humano en virtud de su libertad. “El hombre, empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define” (SARTRE. El existencialismo es un humanismo). En esta definición, elegida libremente, crea su propia ética y toma sus propias decisiones, pero ¡cuidado!, el ser humano no está solo, está inmerso en una sociedad, por tanto SARTRE nos recuerda que “todo lo que hacemos tiene una dimensión social”. Cuando elegimos un proyecto vital estamos eligiendo un modelo de humanidad. No podemos elegir un modelo de vida y pensar que solo sirve para nosotros, ¿y si todo el mundo hiciera lo mismo? “Al tomar una decisión, afirma SARTRE, tendríamos que hacer la siguiente reflexión: dado que con mi acción supongo que todo hombre, debe actuar así, ¿tengo derecho a que todo hombre actúe así?”.

Atendiendo a esta dimensión social, cuando miento a otro como decisión libre de mi voluntad, ¿le estoy perjudicando? ¿Qué pasaría si él o ella me mintieran de igual forma? Quizás nos sorprenderíamos al descubrir que hay muchos engaños de los que no nos importaría ser sujetos, ni siquiera medias verdades que nos fuesen ocultadas. Nada existe, en el fondo, hasta que se conoce.

¿Hay que sufrir o hacer sufrir padecimientos innecesarios si pueden ser obviados u ocultados caritativamente? —Hola, María. ¡Uh! cómo has engordado últimamente. O, —Juan, ayer vi a tu mujer dándose un achuchón con Mariano. En ambos casos seguirá la coletilla —Te lo digo porque te aprecio y no quiero que sufras. — ¡Canalla chivato! ¡Si no hubieras dicho nada no sufriría! Además, pueden ser, y son, verdades subjetivas, por lo que nos transmiten como cierta una percepción que, casi con toda seguridad, nos causará disfunciones anímicas de carácter negativo. “No somos esclavos de lo que decimos, somos esclavos de lo que escuchamos” (COLAU. Un derecho para el oído). Reclamo el derecho a ser engañado sin enterarme.

Si engañamos al prójimo para producirle un perjuicio y salir beneficiados, y nos sale bien, perfecto. Si mentimos para que no nos amonesten en el trabajo y conseguimos nuestros deseos, resulta excelente para nosotros. Si mentimos a nuestros padres, cuando somos jóvenes, y estamos en un sitio cuando ellos creen que estamos en otro, y si además no se enteran, es fantástico para todos. Si llegamos tarde y decimos a nuestra pareja que las cosas se han complicado en el trabajo, cuando en realidad hemos estado con nuestro o nuestra amante despachando en la cama asuntos estrictamente humanistas; si la pareja no se entera: ¡miel sobre hojuelas! (5) 

Este es un momento muy delicado de la reflexión, puesto que si lo dejo así, muchos y muchas no volverán a leer jamás el blog, sobre todo a causa del último párrafo. Voy a intentar adornarlo un poco, o mejor dicho, intentar concluir airosamente:

Quién miente puede o no perjudicar al prójimo, y el engaño se considerará más abominable cuanto mayor sea el daño causado, siempre y cuando la víctima de la mentira –el sujeto mentido– sea consciente de ésta; en caso contrario no padecerá mal en absoluto. Pero, y quiero destacarlo dada su importancia, habremos traicionado nuestros principios, nos habremos engañado a nosotros mismos puesto que los engaños a terceros son siempre causados por las decisiones erróneas que hemos tomado en nuestra libertad o que vamos a tomar en su nombre. La “mala fe” –autoengaño–, tiene una incidencia inequívoca en la “mentira a secas”, ya que éstas se derivan de decisiones erróneas que, sin duda, nos llevarán a una situación vital que creeremos inmerecida, que achacaremos a la mala suerte, a la injusticia o a la providencia divina, pero que en ningún caso habrá sido culpa nuestra. Nunca seremos conscientes de la infidelidad a que hemos sometido nuestros valores; las veces que hemos traicionado nuestro proyecto vital, si es que alguna vez lo hemos tenido; las excusas que nos hemos contado para minimizar nuestros remordimientos, y lo infantiles que hemos sido creyéndonos vivir en un parque de atracciones, sentados sobre una foca que, por muy azarosamente que girásemos su volante, nos devolverá siempre al regazo materno.

Si miento a mi pareja a causa de una infidelidad, seguramente, al buscar en mi lista de valores, establecida libremente, no encontraré la palabra lealtad ni fidelidad ni dignidad ni vergüenza ni honradez…, aunque seguro que las puse por alguna parte.

La deslealtad con uno mismo y el uso irreflexivo de la libertad para nuestra satisfacción incontenible, son el mejor camino para alejarnos de la felicidad o de la plenitud vital y sumirnos en angustias de difícil tratamiento. La “mentira a secas” sólo es un síntoma del fracaso de nuestras decisiones.

(1)Heidegger prefería llamar al hombre realidad humana. Entiende como “realidad” la esencia verdadera de una cosa, a la cual no llega la percepción sensible. Diferencia entre realidad humana, realidad divina y realidad natural. Piensa que es tarea de la filosofía averiguar la realidad de lo real.

(2)Determinismo: doctrina filosófica que sostiene que todo acontecimiento físico, incluyendo el pensamiento y las acciones humanas, están causalmente determinados por la irrompible cadena causa-efecto. En un post publicado en junio de 2013 en este blog, titulado Providencia o fatalidad, utilicé positivamente sus postulados.

(3)Inmanente: Lo que es inherente a un ser y no es el resultado de una acción exterior a él.

(4)Insoslayable: imposible de eludir o evitar.

(5) Hojuelas: pastas finas de harina y huevo que se freían y a las que después se añadía azúcar, si se disponía de él. Si lo utilizado era miel, se convertía en un manjar de dioses…, en eso: ¡miel sobre hojuelas!

Colau