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miércoles, 9 de abril de 2014

¿Eclipse de Dios?



Eclipse de Dios (6)

Hace unos años el eslogan “Jesús, sí – Iglesia, no” circulaba sobre todo entre los jóvenes, pero plasmaba la opinión de muchas personas. Si tuviéramos que arriesgar un diagnóstico sobre la situación de partida de la teología actual, lo podríamos resumir de la siguiente manera “Religión, sí – Dios, no”. Vivimos una suerte de olvido de Dios proclive a la religiosidad; en cierto modo, en una época de religión sin Dios (1).
La religión es una actividad humana que, en base a la fe o a la racionalidad, busca soluciones a los planteamientos existenciales y morales en la tierra, y sobrenaturales en su búsqueda del “más allá”.  ¿Qué vivimos una religión sin dios? Desde el punto de vista occidental, diría que de cada día más. –No olvidemos que oriente está lleno de religiones ateas (budismo, jainismo, sintoísmo, taoísmo, confucionismo, budismo zen, etc.), solo tres de las cuatro grandes religiones son teístas: cristianismo, judaísmo e islamismo. La otra gran religión, el hinduismo, es a la vez teísta, deísta, politeísta, agnosticista y ateísta. O sea, difícil de catalogar–.
El cristianismo es una religión monoteísta porque aceptamos que Jesús es el hijo de Dios –por eso se le llama Cristo o Jesucristo: “el Mesías o ungido de Dios”–, pero Dios es un ídolo, un ente al que solo conocemos por las antiguas escrituras, y cuidado, no debemos entenderlas según están escritas, ya que si así lo hacemos, erramos en su interpretación. Tenemos que hacer la lectura de la Biblia basándonos en el sistema “histórico crítico” (2). De todas maneras este sistema es bueno para los teólogos porque les facilita las explicaciones, pero para el resto de mortales que la interpretación “histórico crítica” nos diga que, según la interpretación correcta de la Biblia, lo primero no fue Dios sino el “misterio”, no resulta muy halagüeño.
El cristianismo se basa en un dios padre y un dios hijo que son el mismo, el cual ha sido siempre un ídolo y como tal se ha idolatrado. Pero, así como en otras épocas los ídolos eran pocos, en nuestros días la vida está llena de ellos y compiten en su supremacía con Dios: el dinero, el poder, el placer, la propiedad, la belleza, la salud, etc. Ha perdido presencia, con el tiempo, el tema del más allá. Ahora lo importante es el bienestar en esta vida. La otra, si la hay, está siendo vivida de espaldas por la mayoría de la sociedad occidental. ¡Pero no, la religión no ha perdido importancia! ¡La ha ganado!
La crisis actual no es de religión, ni siquiera eclesial, es una crisis de Dios (3). El tiempo ha quitado la razón a Karl Marx que decía:

“La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. La religión es el opio del pueblo.
La abolición de la religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su dicha real…”

La crítica de Marx a la religión no es a la religión como tal, sino al impedimento que ésta suponía a la gente de su tiempo de liberarse de las opresiones a las que era subyugada. Por cobijarse en la religión para obtener consuelo, en lugar de rebelarse contra el opresor.
En cambio Nietzsche no carga contra la religión, sino contra la ética cristiana. Consideraba que la cultura occidental ya había superado las explicaciones metafísicas sobre el mundo, por tanto había que eliminar al valedor de esta ética, al creador de la “moral del rebaño”. En sustitución a la ética cristiana, reivindicó una ética vitalista de los fuertes, a la que llamó “voluntad de poder”. El individuo excepcional, el Übermensch o superhombre, está por encima de la moralidad del rebaño y merece expresar su fuerza natural y su superioridad sobre el resto de miembros del rebaño con toda libertad (4). Finalmente, algunos malversaron sus palabras y las utilizaron para dar fundamento a la defensa de la raza aria.  Pero la pretensión de Nietzsche era mucho más sencilla: la falta de libertad del hombre viene dada por la dependencia de Dios que le impide su autodesarrollo, le impide el paso hacia un ser superior, un ser auto realizado, un ser libre e independiente, un ser que decide por sí mismo, que maneja su vida con sus propias manos, por eso quiere quitar la influencia de Dios y darle la responsabilidad al hombre. Si éste asume su nuevo rol se convertirá en “el superhombre”. Para conseguirlo, Nietzsche cree que el primer paso que hay que dar es “matar” a Dios, y lo hace magistralmente en su “Parábola del hombre loco” de La gaya ciencia (1882):

“¿No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?” […] “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? […] ” Así gritaban y reían con gran confusión. El loco se precipitó en medio de ellos […]: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja para borrar el horizonte? […] ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? […] ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia.”

La gente, cada día se siente más religiosa, pero cada vez es más escéptica respecto a Dios: “¡Se puede ser profundamente religioso pero no creyente!” nos afirmaba rotundamente, hace unos días, Manuel Fraijó en una clase magistral en la UNED. Y acababa con un descorazonador: “no todos los funcionarios del altar son religiosos”.
Martin Buber, afirma por su parte que “existe un eclipse de Dios de igual forma que existe un eclipse solar, y la hora que nos toca vivir es una hora de tiniebla” (6).
Si Dios nos está mostrando de cada vez más su cara oculta, observemos la cara visible de nuestro espíritu y activémonos para desarrollarlo adecuadamente. El ámbito de esta activación bien podría llevar el nombre de religión.
Religión es todo lo contrario a la idolatría (no confundir religión con Iglesia). La religión atiende a la faceta espiritual del ser humano, quizás también a la parte filosófica en lo que a dudas y preguntas vitales se refiere, al margen de la ciencia que, como tal, también corre el riesgo de ser idolatrada. La religión sin dios es una manera de ateísmo, también romper con los ídolos es una manera de ateísmo: los primeros cristianos eran condenados por los romanos por ateos, puesto que renegaban de los dioses oficiales del momento. Todos somos o hemos sido ateos en algún momento de la vida, incluso algunos siempre, pero nunca dejamos de ser religiosos. Las experiencias espirituales, la creatividad, la ética, las leyes morales y las experiencias estéticas forman parte de la vida del ser humano, todas ellas forman hoy parte de la religión, en la medida en que Dios va quedando en un segundo plano. “Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales no se habrán rozado todavía” (5). Por eso la religión y la religiosidad seguirán al alza.

Ya hemos visto que el cristianismo es la religión de los seguidores de Cristo y su creencia en él como Dios, pero yo me pregunto: ¿Podría existir el “Jesusismo”, una religión atea, cuyo iluminado o sabio fuese Jesús de Nazaret, con sus enseñanzas, pero sin su condición de Dios? ¿Llenaría vacíos espirituales alérgicos a Dios? Es solo una pregunta. Un teólogo me dijo que no era posible: ¿qué iba a decir un teólogo?, pero ¿y tú, qué opinas?

Colau


Bibliografía:
(1)   J. B. Metz, Memoria passionis, ST, Santander, 2007.
(3)   J. B. Metz, Memoria passionis
(4)   Thomas Cathcart y Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco entran en un bar…
(5)   L. Wittgestein, Tractatus locico-philosophicus.
(6)  Martin Buber, Eclipse de Dios, Hermeneia
 Nota:

(2)   Con esta denominación se refieren los autores a una aproximación exegética al texto bíblico que conjuga una pluralidad de métodos, que se distinguen por su atención a dos aspectos fundamentales: la forma lingüística de los textos y las estructuras subyacentes a la misma; el sentido original de un texto y consiguientemente las condiciones dentro de las cuales tuvo su origen y sus primeros destinatarios. De aquí se derivan los dos puntos de vista que caracterizan a la investigación histórico-crítica: el filológico, con el que se atiende a la forma lingüística del texto, y el histórico, con el que se estudian las condiciones en que tuvo su origen el texto.