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martes, 23 de agosto de 2016

LOS MELONES SON PARA EL VERANO (…I LAS SANDÍAS)




Hay tantas maneras de conocer si un melón, o sandía, está en su sazón, que no voy a cometer la osadía de violentar toda sabiduría popular que envuelve por lo general a la “divina elección del verano”. Nada tiene que ver elegir el lugar de vacaciones, los infames bermudas seniles o el último modelo de triquini que dejará fuera de juego a nuestras mejores amigas, que para eso lo son, para fastidiarlas, con elegir un buen melón o una buena sandía. Que tenga un color uniforme, que no suene a hueco, que la zona del pedúnculo ceda ligeramente a la presión pero no en exceso, que sea hembra –hay pruebas empíricas de que los melones, y sandías, nacidos de flores hembra son mucho más sabrosos que los machos–, y todas las técnicas que queráis añadir, pues seguro que cada uno tiene la suya.

Al secreto de la elección le sigue el de la temperatura de consumo. Por regla general se opta por servirlos muy fríos –como estamos en verano–; en cambio, todos sabemos que cuanto más baja es la temperatura de una fruta –sucede lo mismo con el vino–, menor es la posibilidad de disfrutar plenamente de su aroma y sabor. Por el contrario, hay quien torpemente asegura que un melón debe servirse a temperatura ambiente. Si el melón fuera una fruta de invierno, sin duda así sería, pero servirlo a los veintiocho e incluso treinta grados de la canícula estival es como tomar un caldo sólido. En mi familia, cuando yo no llegaba a la primera decena, yacía la costumbre de, a las siete de la mañana, lanzar el melón a la cisterna –sustentado por una red y una cuerda, se entiende– y, a la hora del postre del mediodía, el melón estaba en el punto óptimo de temperatura: frío, porque contrastaba su temperatura con la del ambiente, y delicioso, porque los quizás veinte grados de su pulpa le permitían ofrecer su máxima expresión gustativa. Ahora hay neveras y quedan pocas cisternas, pero la temperatura moderada sigue potenciando el sabor de un melón, o sandía, aunque se opte por lo contrario.

La trilogía del melón, y la sandía, se termina con el modo de cortarlo –la forma, posterior, de servirlo permite la anarquía–. Para explicarlo quiero acudir a la lección magistral de mi amigo y excompañero de trabajo, Tomeu Ribot, de Petra, que me convenció absolutamente con un alarde de racionalidad hortícola, de la cual carezco. La teoría de Tomeu se sustenta en tres conceptos básicos que conviene a priori conocer:
1.- El Pedúnculo. Es el tronquito que une la fruta a la planta (capoll). La zona del fruto donde conecta con el pedúnculo, es la parte que madura más pronto, pero es menos sabrosa que el resto.
2.- El ojo u ombligo. Es el punto opuesto al pedúnculo (ull). La parte de debajo de un melón, o sandía, es la cabeza del crecimiento, la parte que tiende a la expansión y en la que se concentran una buena parte de los nutrientes, lo que hace que sea la parte más sabrosa de la fruta.
3.- El melón, o la sandía, es verde en su mayor parte –si su color es homogéneo en su totalidad, se trata de un melón de invernadero y madurado en cámara–, pero debe tener un óvalo amarillento, que es la zona sobre la que ha descansado, en el suelo y de espaldas al sol. En esta zona, al no recibir los rayos solares, la clorofila (sustancia que absorbe de manera selectiva partes del espectro de la luz) brilla por su ausencia, y como ella, muchos otros nutrientes, lo que hace a esta zona la menos sabrosa de la fruta.
4.- Conclusiones: la pulpa del melón, y la sandía, es más sabrosa cuanto más cerca del ojo y más alejada de la zona amarilla se encuentre.

Estas cuatro premisas, le permiten a Tomeu inferir la conclusión de cómo debe cortarse el melón, y la sandía. A saber:
Debe cortarse longitudinalmente, con un corte que pase por la zona del pedúnculo y divida el ojo u ombligo en dos partes –como se ha hecho casi siempre–, pero cuidado, cada una de las dos partes debe contener la misma proporción de zona amarilla. Carecerían de equidad dos partes de melón, o sandía, en las cuales una fuera toda verde y la otra luciera toda la zona amarilla. Si cada mitad cumple estas características, habremos alcanzado el objetivo. Y ahora me diréis, —Y para los cortes individuales ¿cómo lo hacemos? Este ya es otro cantar. Es evidente que la forma más democrática es la de hacer tajadas longitudinales en forma de media luna, ya que de esta manera todas ellas tendrán una parte cercana al pedúnculo y otra cercana al ombligo, es decir, una parte más sabrosa y otra menos, pero ¿y al que le toque la zona amarilla? Ah! Depende de la catadura del anfitrión y del nivel de los comensales. Conociendo estos detalles, uno puede quedar como un señor, o señora, o usar estos conocimientos como arma vengativa contra un pariente listillo.

Colau
23/8/2016

P. S. En la sandía, al ser más esférica y voluminosa, los efectos descritos son algo más sutiles.

sábado, 13 de agosto de 2016

¿SABÉIS A QUÉ VELOCIDAD SE DESPLAZA LA TIERRA?


A todos, o a algunos, o a unos pocos, cuando los problemas nos crecen como un brote de viruela y la tendencia es a empeorar, hemos tenido la sensación de que podría resultar balsámico para nuestros intereses abandonar el barco, o sea, la vida, o algo más metafórico: hemos deseado abandonar la tierra, nuestro mundo, dar un salto y dejar que sigan su rumbo los demás, solos. La alternativa de abandonar la vida biológica es algo tan prosaico que no conduce a ningún sitio. Por si alguien un día decide bajarse de la tierra, ahí van algunos datos de la velocidad a que esta viaja por el espacio. Tened en cuenta que la tierra no tiene paradas ni estaciones como el tren o el bus, es decir, que, si queréis bajar, tendréis que hacerlo en marcha. ¡Vosotros mismos!

 1º.- Movimiento de rotación: La Tierra da vueltas sobre su eje a una velocidad en el ecuador de 465’11 m/s (1.674,40 Km/h). En este caso, cuanto más lejos se vive del ecuador, ya sea hacia latitudes meridionales o septentrionales, la velocidad será menor, y justo en los polos la velocidad será cero. Los polos, por tanto serían un buen punto para efectuar el salto escapatoria de la tierra. Pero esto no acaba aquí.

2º.- Movimiento de traslación alrededor del sol: Su cálculo no es muy complicado. La tierra tarda 365 días, 5 horas y 57 minutos en completar una vuelta al sol, es decir, unas 8765,76 horas. Pero la tierra no realiza una órbita circular alrededor del sol, sino elíptica, con un semieje menor (distancia más cercana al sol por la que transcurre la tierra) de 142 millones de kilómetros, palmo arriba, palmo abajo, y un semieje mayor (distancia en el punto en que la tierra se encuentra más alejada del sol) de 151,8 millones de kilómetros –dato es mucho más preciso, como se puede comprobar–. Por tanto, si aplicamos la fórmula para calcular la longitud de una elipse, obtendremos la distancia que recorre la tierra. Luego ya sabéis, aquella fórmula tan básica de algún momento de la enseñanza media, que decía que la velocidad es igual al espacio dividido por el tiempo nos da que la tierra gira alrededor del sol a una velocidad de 105.547,03 Km/h o, lo que es lo mismo, o casi, 29,3 km/s.
Aquí quiero hacer un paréntesis, porque hay siempre descreídos que pueden poner en duda estos datos, puesto que, en toda su vida han notado sensación alguna de velocidad. He de decir que siempre que mantengamos una velocidad constante no notaremos el movimiento. Pero no me malinterpretéis, porque de esto es fácil deducir que la tierra mantiene una velocidad constante, y es falso. En los trayectos curvilíneos aparece una cierta aceleración relacionada con el cambio de dirección de la tierra al recorrer su trayectoria que es cualquier cosa menos recta. Se trata de la aceleración centrípeta, pero si la calculamos nos damos cuenta que es inapreciable para el cuerpo humano, puesto que se trata de una aceleración unas diez mil veces menor que la aceleración de la gravedad terrestre*.
(*) Conservo los cálculos que corroboran lo dicho.

Esta ya empieza a ser una velocidad respetable, no quiero saber que sucedería si saltamos y caemos sobre una especie de asfalto sideral, conviene llevar cuando menos un traje de piloto de moto GP. Pero hay más.

3.- Movimiento alrededor de la galaxia: Resulta que el sol también se mueve, y si se mueve también la tierra se mueve con él. El sol gira en torno al centro de la Galaxia (Vía Láctea) a una velocidad media de 810.000 Km/h o, lo que es lo mismo, 225 Km/s. Acabamos de descubrir que utilizar al sol como referencia para saber la velocidad a que se mueve la tierra*, no es demasiado acertado.
(*) Recordemos que cualquier velocidad  en términos absolutos no existe. La medición de la velocidad debe hacerse respecto a algún punto, que se ha dado en llamar Sistema de Referencia. En los puntos 1 y 2 el Sistema de Referencia  utilizado era el sol, en cambio en el punto 3, la referencia es el centro de la galaxia.
La distancia del sol al centro de la galaxia es de unos 26.000 años/luz –unos 450 mil billones de kilómetros–, con su correspondiente aceleración centrípeta, que todavía es más pequeña que la de la tierra en su recorrido alrededor del sol, en este caso unas 100 billones de veces menor que la fuerza de la gravedad terrestre. Lo que hace que no notemos movimiento intergaláctico alguno.
El Sol tarda unos 250 millones de años en dar una vuelta completa al centro de la Galaxia y habrá dado, desde el “big bang”, unas 20 vueltas –no dan ni para marearse–.
Ya sé que estáis pensando que lo de saltar no parece una buena idea. Si se os ocurriera arrepentiros puede que la tierra estuviera ya muy lejos para alcanzarla. Pero lo peor está todavía por llegar, os cuento.

4.- Movimiento de la galaxia: Nuestra galaxia se mueva a unos 2,2 millones de Km/h, (600 Km/s parece más abarcable). Y se dirige a un sitio casi metafísico al que llaman Gran Atractor*.
(*)El Gran Atractor es una anomalía gravitatoria, del espacio intergaláctico, en el centro del supercúmulo de Virgo, que arrastra las galaxias a lo largo de una región de millones de años luz (Wiki).
El tema es que a este objetivo no se dirige únicamente la Vía Láctea, sino que hay miles de galaxias que se dirigen al mismo sitio, se conoce como el cúmulo de Virgo. Las galaxias al llegar a este cúmulo tienden a chocar entre ellas, y chocan. Nuestra galaxia, junto con la de Andrómeda y otro grupito de una treintena de galaxias menores, se están aproximando. Pero la Vía Láctea y Andrómeda llevan rumbo de colisión, –sé que esta noticia os cambiará la vida para siempre–, se encuentran a 2,5 millones de años luz una respecto de la otra y nos acercamos a una velocidad relativa de 500.000 Km/h, por lo que, en unos 3000 millones de años se producirá una colisión que bien podemos denominar “apocalíptica”. Fijaos si falta poco, que ni siquiera le dará tiempo al sol a convertirse en una gigante roja y a devorar la tierra.
Si no han cesado vuestras ganas de saltar y que se estrellen los que se queden, os diré que todavía queda algo más.

5.- Movimiento de expansión del universo: ¿Qué creíais, que el Gran Atractor está parado?, Pues no. También se aleja, y además a una velocidad mayor de la que nos acercamos. Como todo el universo también se expande y a una velocidad acelerada,  nunca alcanzaremos el Gran Atractor. Pero colisionar con Andrómeda está garantizado. No he conseguido determinar la velocidad de expansión del universo porque está en constante aceleración y a mi utilitario le ha faltado reprís. Esto significa que ahora, hoy, la tierra se desplaza a 2,2 millones de Km/h, pero tal vez, en unos pocos millones de años esta velocidad haya aumentado exponencialmente.
Por tanto, visto lo anterior y, sobre todo, lo último, si queréis saltar daos prisa que esto irá a peor.

Colau
13/8/2016

Imagen: Noche estrellada (Vincent van Gogh)

martes, 2 de agosto de 2016

HABLAR CORRECTAMENTE



No puedo aguantar más, he de decirlo: estoy harto de oír de boca de profesionales del habla y la escritura, o sea, periodistas e informadores, la absurda redundancia que supone utilizar el vocablo “récord histórico” al referirse a los pasajeros que han pisado cierto aeropuerto en un plazo determinado,  al número de cruceros que han amarrado en un solo día, a los turistas que han llegado en una temporada turística… y toda una cantidad ingente de datos cuantitativos que nunca habían alcanzado una cota tan alta, o tan baja. El resultado máximo o mínimo de cualquier actividad es como el DRAE define “récord”. Dicho de otra manera, es una cota que se alcanza por primera vez, ya sea por lo alto como por lo bajo, por lo tanto, cualquier récord ya lleva implícito su carácter histórico, puesto que cualquier récord es tal por ser la primera vez que se consigue. Eso lleva a la conclusión de que añadir el adjetivo “histórico” al sustantivo “récord”, no es más que una redundancia, y como tal, inútil. Pueden existir diferentes tipos de récord de acuerdo con el universo al que se aplique, y el récord será la cuantificación máxima o mínima que nunca se haya logrado en cualquier actividad. Por eso hablamos de record mundial, europeo, absoluto, de aviones en circulación en un fin de semana por cierto aeropuerto, etc.; pero eso sí, todos los son porque todavía no se han superado, al hacerlo el récord será otro, más cada uno de ellos lo será por comparación con todas las mediciones anteriores, lo que de por sí ya obliga a comparar todos los datos disponibles, es decir del tramo de historia conocida. Pero cuidado, también son históricas todas las mediciones que no han supuesto un récord, porque “histórico” significa “perteneciente o relativo a la historia” y, como no, cualquier acontecimiento, por insignificante que sea, es histórico.
Otro error, peor si me apuran, es el desconocimiento elemental que demuestran en gramática los que se supone que deben saber de ello más que la media de ciudadanos que no ejercer la profesión de periodista. Pues resulta que muchos no saben cómo se denomina correctamente un signo de puntuación. Existe el “punto y seguido”, el “punto y aparte” y el “punto final”, pero nunca ha existido, por mucho que se empeñen la inmensa mayoría de leedores de noticias, el “punto y final”. Llega a ser cargante escuchar día tras día como los locutores ponen “punto y final” a los telediarios. ¿No hay nadie en su redacción que tenga el mínimo de sensibilidad para advertirlos? ¡”Punto y final” no existe! El punto que se utiliza para finalizar un texto y, por extensión metafórica, para terminar cualquier acto se llama “punto final”. Punto final.
Colau
2/8/2016