LA VIDA VIRTUOSA EN LOS ASUNTOS PÚBLICOS. MARCO TULIO CICERÓN
En “Sabios y
Necios” Salvador Mas afirma que los epicúreos saben que Cicerón[1] no es
epicúreo, los estoicos saben que no es estoico y que los peripatéticos saben
que no es peripatético. A Cicerón lo conocemos como político, filósofo,
escritor y orador, considerado uno de los mejores retóricos y estilistas de la
prosa en latín de la República Romana. Pero si nos remontamos a sus fuentes
vemos que se formó con la filosofía de Posidonio de Apamea (135-51 a. C.), su
maestro, a la vez discípulo de Panecio de Rodas (185-110 a. C.), ambos estoicos.
Con estos antecedentes y por haberse conducido
privada y públicamente de acuerdo con “aquello que la razón y la doctrina
prescriben”, lo podemos relacionar con el estoicismo, aunque dado su
conocimiento de toda la filosofía antigua y de las corrientes de su época, se
le considera como el responsable de introducir el conocimiento helenístico en
la intelectualidad republicana.
Cicerón definió y sistematizó la philosophia togata[2],
aunque sus maestros habían flexibilizado el rigorismo ético estoico y lo habían
hecho más práctico y más atractivo para las clases dirigentes romanas, incluso para
el propio Cicerón que estaba interesado en la res publica.
En el primer preámbulo de De re pública Cicerón
explica cuál debe ser el sentido y la finalidad de la filosofía en suelo
romano:
“No basta con tener esta fortaleza en
teoría, si no se la práctica. […] La virtud de la fortaleza (virtud que combate
por la justicia) consiste enteramente en la práctica, y la práctica principal
de la misma es el gobierno de la ciudad […]”.
En este ámbito, la justicia resume e integra todo
el quehacer de la vida virtuosa, porque no puede concebirse una vida decente y
honesta que no se lleve a cabo mediante medios justos y equitativos[3].
Una de las expresiones más radicales del obrar justamente en el ámbito
público, es la liberalidad (generosidad sin esperar recompensa):
“La liberalidad se convierte en una
garantía de la sociedad y unión entre los hombres, principalmente con los
hombres con los que se está mayormente comprometido y luego con los demás”[4].
La liberalidad supone la negación de la búsqueda de
cualquier provecho personal, en cuyo caso la virtud perdería su esencia y su
carácter de conformidad con la naturaleza. Si bien añade Cicerón “que no hay obligación más precisa que la
correspondencia”. Por el contrario, la falsa liberalidad es un factor
corrosivo en toda sociedad humana[5].
Cicerón se adhiere al fundamento de justicia
presentado por los estoicos: “El fundamento de la
justicia es la fidelidad; esto es, la firmeza y veracidad en las palabras y
contratos, porque la fidelidad consiste en hacer lo que se ha prometido”[6]. La fidelidad, la
liberalidad y la magnificencia, al ser concebidas por Cicerón como las virtudes
más nobles por su natural afectación hacia el beneficio y utilidad de los otros,
son el medio para llevar a cabo la justicia.
En De re
publica advierte del peligro del poder de la multitud:
“El imperio de la multitud no es
menos tiránico que el del hombre solo, y esta tiranía es tanto más cruel,
cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y
nombre de pueblo”[7],
por eso afirma en Disputaciones tusculanas que: “Cuando a esto se añade el
pueblo, que es el mayor maestro, y el consentimiento universal de la
muchedumbre, propensa siempre a los vicios, nos llenamos de opiniones erróneas
y nos separamos de la naturaleza […]”.[8]
De tal manera, la virtud deberá cultivarse en un
ámbito que no sea afectado por los deseos y vicios del populacho, que suele
conducir a una “falsa apariencia de
vanagloria”[9]. Asimismo, aboga por la educación moral que
aparece como acompañamiento del alma, con cierto carácter de “reminiscencia”,
puesto que el alma sabe lo que debe hacer: solo necesita quien se lo haga
recordar. Cicerón considera a la educación moral como el impulso natural de
aprender y enseñar las reglas de la prudencia y la vida[10].
La vida virtuosa no acontece ipso facto en el ser humano y alerta de lo vicioso que puede
albergar una vida ensimismada y alejada de los negocios públicos. Este trabajo
de discernimiento tiene que ser orientado directamente a la arena política, a
los escenarios donde es posible aportar de manera significativa a las
colectividades. Sólo así podrá considerarse la vida misma como digna de ser
vivida e imitada por otros. Sólo de ésta manera se podrá decir que ha sido
vivida con verdadero decoro y coherencia, de acuerdo con el modelo de stoicus perfectus, simbolizado por
Catón, cuya característica principal es la de ser la más perfecta encarnación
de la virtus republicana.
BIBLIOGRAFÍA
Marco Tulio Cicerón
De officiis (Sobre los deberes – Los oficios)
De re publica (Sobre la república)
De legibus (Sobre las leyes)
De finibus bonorum et malorum (Sobre el sumo bien y el sumo mal)
Disputaciones Tusculanas
Salvador Mas Torres. Historia de la filosofía antigua. Grecia y
el helenismo. Repositorio UNED.
Sabios y Necios. Una aproximación a la filosofía helenística. Alianza
Editorial, Madrid, 2011.
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