No tenía previsto
esta entrada en mi blog, pero me ha llenado los botafumeiros la almibarada y
empresocentrista reacción de los medios de inoculación españoles. Y no he
podido, cual indomable vehemente que soy, refrenar mis instintos y susurrar,
con la ira por testigo, unas palabras al efecto.
Estoy verdaderamente
conmocionado por lo que está sucediendo en España a raíz del accidente de
Santiago. Siento como el que más las consecuencias del accidente, pero dicho
esto, quiero hacer una serie de reflexiones. El drama nacional, crespones
(ahora lazos) negros, minutos de silencio, banderas a media asta,
reconocimientos, condecoraciones, etc., solamente ocurren cuando se mueren muchos de golpe, ya sea en
accidente de avión, tren, barco, atentado terrorista, etc. Son los privilegiados
de la muerte, la división de honor, los que “no verán” como a su funeral acude
la cohorte de políticos, militares, clero y demás deudos; cómo los medios de
comunicación nos hacen ver imágenes para que no se escape de nuestra retina el
fatídico momento, lo mal que lo pasaron las víctimas y como lo están pasando
sus familiares y amigos –completamente cierto--, y como lo está pasando de mal
el resto del país “solidarizado” –completamente falso--.
¿Por qué no
procedemos con la misma actitud apocalíptica semanalmente, cuando nos informan
de los fallecidos en accidente de automóvil? También son desgracias, pero
individuales. No permiten a los políticos presentarse a todos los accidentes;
no permiten a los medios de comunicación nacionales volcarse en el
acontecimiento: no venden.
Entre unos y otros
están las víctimas de segunda división. Las del terrorismo doméstico. Estas
tienen cierto protagonismo, pero como actores de reparto. Y no hablemos de los
extras, de los que mueren cada día por enfermedad, estos están proscritos por
la sociedad, son una mera estadística, nunca serán condecorados con ninguna
cruz, ningún presidente de gobierno dará el pésame a los familiares, pero
llorarán la misma desgracia que nosotros no tendremos la oportunidad de compartir,
puesto que no habrá caído un avión, no se habrá estrellado un tren y no se nos
informará, ya que no se observará negocio alguno para vender la más absoluta nada.
Además, fijaos, una
vez pasados los días de dolor, irremediablemente llega el clímax de los medios
de comunicación: ha llegado la hora de buscar culpables y exigir
responsabilidades. ¡A la mierda las víctimas! ¡Ahí querían llegar, los muy pérfidos! ¡Negocio, negocio!
¡Qué país de
fariseos!
Sin duda es así, negocio y más negocio, negocio de políticos enquilosados en sus poltronas luchando por perpetuarse en sus cargos. El negocio esta en dar la culpa al pobre conductor, una víctima más, que mayor castigo puede tener un ser humano que cargar sobre su conciencia la muerte de 78 personas, para que ahora, policías, jueces, medios de comunicación y la sociedad en general se ceben en darle toda la culpa. Efectivamente, parte la tiene, los accidentes siempre se producen por un cúmulo de errores, despistes, fallos y circunstancias, pero no debemos hecharle toda la culpa, ¿dónde estan los medios de comunicación? para demonizar a los políticos que no han hecho la inversión necesaria para dotar de medios técnicos a un tren de alta velocidad para que reduzca su velocidad automáticamente en los tramos así establecidos. Un avión puede ir desde su aparcamiento al aparcamiento de otro aeropuerto al otro lado del mundo sin necesidad de que los pilotos (gestores de cabina) realicen ninguna acción, en la cabina de un avión son dos los pilotos por si falla algo. En la cabina del Alvia era uno sólo, dejándo a la responsabilidad del conductor el peso de cualquier error. El conductor tenia que haber frenado, si, pero y digo yo, si al "demonio", al "culpable" de la muerte de 78 personas le hubiera pasado algo, un infarto, un desmayo, una indisposición que no le hubiese permitido controlar el tren... ¿cual hubiese sido el resultado? Acaso el final de ese tren no hubiera sido el mismo, ¿no habría descarrilado? ¿Acaso la muerte no se habría presentado cómo se presentó? Me indigna ver y oir a los medios, a los políticos y a la sociedad en general dar la culpa al más débil. Me indigna el negocio fácil, me indigna la putrefacción de nuestra sociedad y su falta de valores.
ResponderEliminarMiquel Ballester
Fatídico accidente de los que se deberia responsabilizar a los realmente responsables, los altos cargos que no serán involucrados en lo más mínimo. Existe tecnología más que suficiente para evitar dichos accidentes, los altos cargos son responables de que esta tecnologia no se aplique. Existen muchos conductores sin empleo, que podrian ocupar el puesto de copiloto del tren para evitar cualquier incidente provocado por un simple despiste o por una indisposición del conductor real, llamese desmayo, bajada de azucar, infarto,......, los resposables de que no exista dicha figura son los altos cargos, que tampoco serán culpados ni sancionados por lo sucedido.
ResponderEliminarDesgraciadamente, asi pasa en tantos y tantos lugares, veamos la banca española, el negocio ha sido un fiasco por la mala gestion de los altos cargos, pero quien pagará todas la culpas serán los humildes empleados, que día a día han luchado por mantener fiel a una clientela, que se ha mantenido fiel a su Entidad por el buen trato que se le ha dispensado desde la primera linea de fuego.
Los verdaderos culpables contiunuarán con su extraordinarios sueldos, dietas, aportaciones a planes de pensiones y a los currantes, como siempre, "que les den".
En la Francia de tiempos atrás, la guillotina acabó con los corruptos, si se reinstaurase en Francia o el Garrote Vil en nuestro país, cuantos de los que todos conocemos temblarian.