De la honradez a la corrupción
Hace 20 años, desde que en 1993 se
estrenara “Una proposición indecente”, (dirigida por Adrian Lyne y
protagonizada por Robert Redford, Demi Moore y Woody Harrelson), en casi todas
las reuniones sociales cotidianas: en el hogar, en tertulias con los amigos/as,
en los bares, en la calle, en los
colegios, en el trabajo, aparecía regularmente la cuestión suscitada en la
película. Y queríamos saber y también opinar sobre ella: ¿Tú que habrías hecho?
Casi siempre quedaba en evidencia,
después de insostenibles excusas, terapias de autoconvencimiento y renuncia a
ciertos escrúpulos, que la mayoría aceptarían la proposición indecente. Las
únicas discrepancias estribaban en el precio, que algunos/as encontraban
insuficiente, y en el atractivo de la pareja proponente. Detalle sumamente
importante.
Después se encontraban los que de
ninguna manera aceptarían la proposición, dado al amor profesado a su pareja, a
sus sólidos principios o, simplemente, por su sentido de la propiedad. Estos
defendían la honestidad de sus actos, para los cuales no existía precio alguno
que propiciara el arreglo, aún con los simples límites de la imaginación.
En la actualidad,
el caché ha caído por los suelos. Los principios morales son de cada vez más
laxos, y de cada día son menos los que rechazarían la proposición. De cada vez
nos resulta una proposición menos indecente, más defendible, más excusable y
sustancialmente provechosa. ¿Es un desprecio a la virtud, un desaire a la
lealtad o un reto a la honestidad? ¿O es, quizás, una rendición a la
practicidad? Yo me inclino por lo último, puesto que de cada vez las relaciones
sexuales están más desmitificadas y algunos valores en alarmante decadencia. La
practicidad y el declive de valores morales han inoculado, a la sociedad
actual, el virus de la corrupción. Alguien argumentará que España ha sido
siempre un país de corruptos, con lo que estoy totalmente de acuerdo, pero no
podíamos decir, al menos en los últimos años, que fuera un país corrupto. Ahora
sí lo es. Y de ello no tienen ninguna culpa ni Robert Redford ni Demi Moore,
aunque no entendiéramos su moraleja.
Permitidme dar un paseo por las habituales situaciones en las que los felices
mortales nos pasamos por la entrepierna todos los principios morales que nos
inculcaron nuestros preceptores.
Hemos desembocado en una sociedad que se llena la boca de
corrupción cuando habla de los políticos, pero de honradez cuando se dirige al
resto de los mortales, no fuera cosa alguien nos incluyera a nosotros también.
Un país no es corrupto cuando una parte de su sociedad lo
es, sino cuando la catadura moral de sus ciudadanos está en entredicho; cuando
la honradez de sus dirigentes es cuestionada; cuando su prudente y justo
entramado legal deja de ser justo y prudente para ser interesado y estar al
servicio del poder establecido; cuando su organización administrativa es un caos
y llena la vida ciudadana de demoras imperdonables; cuando la separación
supuestamente independiente de sus poderes no es tal, y están todos ellos al
servicio del partido más votado; cuando la policía sobreactúa comandada por
seres tan inhumanos que sólo se pueden
comparar con ellos mismos para no ofender a la naturaleza; cuando el desprecio
por los servicios sociales humanitarios, el menoscabo de la dignidad
individual, el embargo de la enseñanza a los más necesitados, el vilipendio a
la sanidad pública, el desdén con los parados, el expolio a los jubilados, el
menosprecio a los competentes, la desconsideración con todo el pueblo
representado en el Parlamento y el sometimiento a los poderes económicos,
internos y externos, son banderas exhibidas por un gobierno adulterado.
Cuando el poder legislativo elabora normas que coartan
directamente nuestras libertades individuales, y nos indican paternalmente que
es por nuestro bien; cuando se otorga a las empresas patente de corso para
despedir libremente; cuando los bancos ven sufragadas sus pérdidas mientras que
otras empresas se ven abocadas al cierre y al despido de sus trabajadores;
cuando los sindicatos han dejado de ser de clase, para ser siervos del poder
establecido, llámese gobierno o entidades financieras; cuando los gobiernos
autonómicos son clones o mejor matrioskas del gobierno central; cuando la
justicia sólo es justa y ágil con el poderoso e inaccesible para el resto de
ciudadanos dado su coste e indefensión ante los costosísimos y larguísimos recursos
que pueden sufragarse las empresas ante el ingenuo y desprotegido ciudadano
ante la política de hechos consumados.
Cuando la corrupción política campa a sus anchas y los
corruptos son ratificados en sus puestos, homenajeados y votados nuevamente por
mayoría absoluta; cuando el dinero circula a espuertas por delante de
gobernantes que al observar la mínima oportunidad para escamotar su merecida
cuota no la dejan escapar; cuando los ciudadanos, ante tales desmanes, no
hacemos absolutamente nada más que indignarnos; cuando los ciudadanos, ante
tales desmanes, sentimos lástima por la oportunidad desperdiciada por el
corrupto por incompetente, error que nosotros no habríamos cometido, por
supuesto; cuando los promotores más decididos se enriquecieron a costa de los
pelotazos inmobiliarios favorecidos por los políticos responsables de las áreas
urbanísticas; cuando los menos favorecidos escrituraban sus inmuebles por
debajo del importe de venta, convirtiendo una indecente cantidad de dinero en
dinero negro, evitando de esta manera que los compradores pagaran impuestos
(iva o transmisiones) a la vez que dejaban de pagarlo ellos (sociedades);
cuando la inmensa mayoría de las empresas promotoras quebraron y, en cambio,
sus propietarios siguen siendo multimillonarios.
Cuando los medios de comunicación se llenan la boca de
independencia, equidad, igualdad, libertad, pero renuncian a todo lo anterior
por un buen contrato publicitario para apropiarse indebidamente de los derechos
de los miserables, de los empleados de estas empresas que han financiado la
hipoteca del silencio del medio de comunicación, convirtiendo esa libertad que
les llena la boca en la más corrupta y farisaica de las libertades. Cuando los
funcionarios y administrativos de menor nivel cobran de las empresas
suministradoras los descuentos que éstas deberían realizar a organismo oficial
o cobran ciertas dádivas por proporcionarles cierto nivel de negocio.
Cuando los denostados autónomos facturan buena parte de
sus trabajos en negro con la connivencia y el interés del ciudadano que se lo
ha pedido o incluso exigido. Cuando algunos desempleados cobran el subsidio de
desempleo y al mismo tiempo ejercen su profesión de forma fraudulenta y encima
consiguen un grado aceptable de aquiescencia por parte de la sociedad. Cuando
llegamos habitualmente tarde al trabajo, cuando no evitamos ir por las mañanas
al médico, cuando aprovechamos para realizar gestiones particulares, cuando nos
tomamos un día de asueto a cuenta de una presunta gripe contagiada en la juerga
de la noche anterior, cuando dedicamos excesivo tiempo al desayuno, a los
cafés, a los cigarrillos, a estirar las piernas, a las llamadas telefónicas
particulares con el teléfono de la empresa, cuando usamos el correo electrónico
para usos particulares, cuando nos llevamos unos folios para nuestros hijos, y
unos lápices, cuando utilizamos el fax para darnos de baja de Vodafone.
Cuando nos bajamos canciones, libros o películas por
Internet que antes debíamos pagar, pero que alguien ha puesto a nuestro alcance
gratuitamente y cerramos los ojos a cualquier objeción. Cuando alguien es capaz
de robar nuestros datos personales introducido de buena fe en la Red y
utilizarlos a su conveniente necesidad, y a ningún poder legislativo se le
ocurre establecer normas y controles eficaces para que esto no ocurra. Que un
buen número de indeseables se dedique a contactar con menores en las Redes
Sociales amparándose en su anonimato. Que hombres, con apariencia normal,
coleccionen millares de fotos de niños y niñas con poses provocativas, para
ellos claro. Cuando revisamos las cuentas de los restaurantes o supermercados y
reclamamos si hay un error que nos perjudica y la damos por buena si nos
beneficia; cuando escamoteamos un bolígrafo o una funda de móvil en unos
grandes almacenes o superficies, o después de pesar los tomates y pegar la
cuenta añadimos dos o tres más. Cuando cogemos flores de un jardín público o
privado como si de nuestro jardín se tratara; cuando paramos el coche y cogemos
unos frutos que provocan a la vista desde un huerto ajeno, pero la felicidad de
disfrutar de la fruta en su estado original nos hace olvidar que tienen un
dueño al que se la estamos arrebatando. Cuando los hijos sisan monedas del
monedero que sus padres guardan en un accesible cajón de la cómoda. Cuando
dejamos de pagar las multas recibidas por infracciones cometidas, las cuales
creemos tener el derecho de cometer pero en absoluto de pagar por ellas. Cuando
a todo lo anterior hay que añadirle la delincuencia estructural del país, así
como la coyuntural provocada por la falta de trabajo o prestaciones
sustitutivas.
Cuando todo lo anterior sucede quizás sólo esté implicada
directamente la mitad del país. Entonces podremos decir, sin temor a
equivocarnos, que en este país hay corrupción. Pero, ¿podemos asegurar que se
trata de un país corrupto?
Téngase en cuenta que el 50% restante de los ciudadanos,
los no corruptos, observan la situación
con un grado de lánguida resignación, o atacando vehementemente acciones
delictivas o agravios inaceptables. Es decir, el 50% de gente honrada ¡no hace
absolutamente nada!, más que decir ¡qué mal está el país!, se limita a que le
humillen de todas las maneras posibles y es incapaz de levantar una voz, un
dedo siquiera para terminar de una vez con esta degradación. Al estar implicada
la totalidad de la población no podemos más que afirmar que sí, que España es
un país corrupto.
La decrepitud social que afecta a todos los ciudadanos de
este país, unos por activos y otros por pasivos, tendrá un final violento si no
empezamos a trabajar para evitarlo.
Hay gente honrada en los gobiernos, pero son inútiles
puesto que se deben a la lealtad de voto. Por tanto no nos sirven. Se precisa
urgentemente de una regeneración de los partidos políticos, ya sea generacional
o ideológica. Y no me refiero a izquierdas y derechas, sino a la naturaleza del
pensamiento, a la evolución de la raza humana mediante la articulación de la
sociedad adecuada a la realidad actual, con nuestras necesidades y compromisos.
El mapa político debe reflejar la realidad nacional, por lo que se hace
indispensable cambiar el sistema de elecciones. Si estamos hablando de una
España plural no debe limitarse a la teoría de las nacionalidades, sino a la
preponderancia que los partidos nacionalistas deben asumir en el contexto
nacional, incluso los independentistas, puesto que ningún partido que abogue
por la paz debe ser desposeído de voz.
Hay gente honrada en organizaciones ciudadanas que no
tienen hipotecada su opinión ni su capacidad de acción. Hay agentes sociales
cuya independencia debe ser un acicate para levantar la voz. Hay personas,
dentro de los medios de comunicación, que son conscientes de los desmanes que
sufre la sociedad y pueden y deben denunciarlos. Pero ¿existe voluntad del
ciudadano de a pie, para salir de la cáscara de su entorno y comprometerse? Soy
pesimista en este aspecto. Existe una parte mayoritaria de la sociedad que vive
muy acomodada y esta comodidad les impide ver más allá de su propio ombligo, y
si perciben su entorno no sienten compromiso alguno para implicarse. Pero
existe otra realidad, mucha gente pasa hambre, los albergues de transeúntes,
las asociaciones para mitigar las necesidades básicas de los ciudadanos
trabajan a destajo. La Iglesia Católica, por medio de Caritas, otorga ayuda a
millares de indigentes.
La población vieja
calla, sufre en silencio, se resigna, da la vida por gastada, por
malgastada. Esta parte de la población que se hunde entre el lodo de las
promesas de garantías sociales que hicieron unos y el caldo putrefacto de un
neoliberalismo capaz de abrir un abismo entre las dos Españas: la pobre y la
rica. Pero, ¿y los jóvenes? ¡Cuidado!. Cuando la vida deja de tener sentido,
cuando se acaba, lleva a la resignación; pero cuando la vida no tiene sentido
tan solo empezar a vivirla, lleva a la rebelión, a la revolución. Si se sigue
maltratando a los jóvenes impidiéndoles un acceso fácil al mercado laboral; si
no se les ofrece un horizonte donde la vida valga la pena ser vivida, no se
arrinconarán frente a un televisor esperando la muerte. El gobierno juega con
fuego, “Europa” juega con fuego. Setenta años sin guerras es mucho, pero el
germen de la pobreza hace estragos cuando se rebela a la soberbia de la
riqueza. El derroche desmedido frente a la austeridad irremediable. El futuro
especulador frente a la ausencia de futuro. Una España que ostenta frente a
otra que sufre. Medio país corrupto y el otro medio autista frente a los
acontecimientos.
Atención, pútridos gobernantes. El hecho de haber dejado
el país sin referentes morales o espirituales no significa que la expectativa
de una vida sin expectativas no pueda ser el detonante que haga ver a la
juventud que de ellos depende su futuro, el futuro que no tienen y al que
tienen derecho. Y eso, un día, les puede cabrear mucho, y en el otro bando
habrá jóvenes que tendrán una vida cómoda, con estudios en universidades
privadas, con trabajos en empresas que han despedido a muchos trabajadores y la
cuenta de resultados aumentando día a día, y ellos percibiendo incentivos indecentes;
pues, cuando unos se cabreen por no tener nada y los otros se acojonen por
perderlo todo, sólo puede pasar lo que estamos pensando todos.
Si a todo ello le unimos un gobierno ausente,
desconcertado, incompetente, incapaz, inepto y torpe; como eufemísticamente
dirían ellos “de competencia negativa”. Un Mayo del 68 no sería suficiente en
España. Cuando vemos que a los estudiantes les endosan el Proceso de Bolonia y
se les oye tan solo tímidamente y se les acalla rápidamente puesto que no
debiéramos pecar de antieuropeos. “La imaginación al poder” gritaban los
manifestantes franceses. En España no se necesita un poder con imaginación,
sino un poder con dignidad, con vergüenza torera, con ideales reconocibles y
valores que ejerzan de base para un renacer sólido y solidario. “Seamos
realistas, pidamos lo imposible” era otro eslogan de los estudiantes franceses.
Nosotros no debemos pedir lo imposible, sino ¡hacerlo!, No hay que pedir mucho
(en España se suele exigir para no conseguir nada), hay que hacer mucho, hay
que pasar a la acción. El movimiento se demuestra andando no pensando, pero yo
me pregunto ¿dónde se esconden en España los ideólogos de una revolución de
valores? ¿Dónde están los pensadores, los filósofos, los eruditos, los sabios?
Si están en uno de los bandos, cualquiera que sea, dejan por mi parte de
merecer el calificativo que les he otorgado.
La revolución debe empezar por la Educación, y no me
refiero a la formación, sino a la Urbanidad, al respeto, a la elegancia ética y
estética, al primer valor moral que aprende un niño, aquello que le aleja del
salvaje y le prepara para convivir civilizadamente.
Debe seguir en el establecimiento de unos cánones de
libertad enfocados desde la madurez, donde la libertad no sea algo con que
llenarse la boca, sino un derecho inalienable que comporta obligaciones, de las
cuales mucha gente tiene desconocimiento y no las aplica.
Existe una Constitución como marco supremo del
ordenamiento jurídico español que se interpreta a gusto del gobernante de turno
a efectos de que prevalezcan sus intereses. Evidentemente debe existir quien
determine si la Constitución resulta vulnerada, pero los magistrados no pueden
ser nombrados por los gobernantes porque queda deslegitimada su independencia.
Hay que movilizarse y pedir la separación absoluta de poderes, el cambio del
sistema electoral, el sistema de controles presupuestarios, las normas de
transparencia de partidos y políticos no determinadas por ellos mismos, sino
por especialistas independientes. De la Constitución deberían emanar todas las
esencias de respeto mutuo, incluso los principios morales que un país laico
debe cultivar, puesto que no todos los ciudadanos tienen fe en una religión que
le abastezca estos menesteres.
El planteamiento de una sociedad plural del siglo XXI no
tiene nada que ver con la del siglo pasado. La ideología de un joven criado en
la era de las Redes Sociales e Internet no es la misma que la de sus padres en
cuya adolescencia empezaba a irrumpir la televisión. Hay que trabajar para una
nueva España en la que se utilice la palabra exacta para decir lo que realmente
se quiere decir, que respetemos esta hucha común que son los impuestos, que
exijamos el control de su aplicación, pero que censuremos al listo que no
aporte su parte. Que la nobleza, la bondad, la responsabilidad, la prudencia,
la generosidad, la humildad, el perdón, la lealtad, el amor y todas estas
palabras que nos avergüenza nombrar de cada vez más, sean las que rijan los
designios de una nueva sociedad, comprometida con la modernidad, las nuevas
tecnologías, la formación especializada y los idiomas, pero sostenida con la
base educativa y de respeto de siempre, de esta que se ha perdido.
No rompamos la baraja, cambiémosla por una no marcada y,
además, cambiemos de juego. El entretenimiento está asegurado. Nadie debe
batirse en duelo por hacer trampas, simplemente porque en un universo educado
las trampas no existen.
No pensemos si venderíamos el cuerpo de nuestra pareja o
el nuestro propio. No pongamos precio a nuestros sentimientos, a nuestras
virtudes, a nuestro yo. Si somos capaces de ello, cierto día, nuestra dignidad
de ciudadano carecerá de valor alguno y no habrá nadie que invierta un céntimo
para su recuperación. Sólo nos quedará tumbarnos en el sofá y esperar a la
muerte, viendo a Demi Moore y a Woody Harrelson para recordar cómo se empieza a
morir.
Colau
Un magnífico artículo. Enhorabuena
ResponderEliminarEberhard
El comentario es muy amable por tu parte. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMagnífico, Colau. Yo creo que precisamente ésto es el fin último de esta crisis que han provocado: Revueltas sociales, represión y refundación en un estado europeo autoritario.
EliminarEnhorabona Colau, Per compartir amb nosaltres el teus pensaments en veu alta i que de raó hi ha amb ells. Moltes gràcies
ResponderEliminarBenvolgut Colau,
ResponderEliminarCollons!!! Quin article tan, tan, tan precís i oportú ens has enflocat... Raó i raons a fafarells omplen les teves línies que escrius, sembla, des de l'objectivitat i la distància més adients per donar rigor i credibilitat a la tesi que explicites...
Paradògicament, em sap greu donar-te l'enhorabona quan ens fas constatar la realitat crua i ordinària que vivim i construim plegats. Amb tot, la qualitat de la teva escriptura és indubtable i convenient.
En aquest sentit, valdria més llegir-te a tu i saber dels teus quotidians pensaments en els diaris nostrats: Diario Mallorca y Ultima Hora, abans de posar-nos dins els plats del menú diari articles, pensaments, reflexions que no són més que penjerolls de joies barates, sense sentit, ni dignitat i al servei del ric i corrupte, sia polític, dirigent corporatiu, catedràtic o doctor o mestre o...
Una abraçada!!
Molt bé Colau, crec que sobren les paraules, tu ho dius com diuen amb bon Mallorquí CLAR I LLAMPANT.
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