El niño sirio Aylan Kurdi ya
tiene su espacio en “Wikipedia, la
enciclopedia libre”. Aylan era blanco, con camiseta y pantalones como los
de nuestros hijos. En esa imagen occidente se vio reflejado. Aylan, gracias a
esos flujos que ponen en marcha interesadamente los medios de comunicación de
masas, ha pasado a ser el mártir que nos ha despertado, por un momento, de la
apatía moral que padecemos…, pero hemos recuperado la inconsciencia enseguida.
Occidente es racista y xenófobo con
alevosía. Las lágrimas de cocodrilo que ha derramado Europa sobre la imagen de
Aylan, nunca han aparecido cuando una imagen parecida ha sido la de un negro
inerte en la misma arena pero con la ropa de estilo irreconocible. La
xenofobia, proteccionismo cultural y humano, y carencia de dignidad es lo que
están derrochando todos los países que convierten la petición vital de
generosidad que piden los “otros” que huyen de la guerra, en un sainete de
Miguel Mihura, pero sin la gracia de este y con el patetismo del ser poseídos
por el poder económico, y que presumen de la libertad que no han conocido en
toda su existencia.
El liberalismo teórico defendía
la libertad individual del ser humano y reducía al mínimo las interferencias
del Estado en la vida de sus súbditos. El socialismo apostaba también por la
libertad individual pero dentro de una sociedad de la que tenía que ocuparse, lo
que supone priorizar las necesidades y asumir el paternalismo sobre las que se
suponen trascendentales: sanidad, enseñanza y necesidades básicas. El mal
llamado neoliberalismo económico ha dejado en pañales estas caducas
definiciones y ha convertido a occidente en la pura imagen de la hipocresía. La
gente que está huyendo de sus países se dirige inevitablemente hacia la Europa
liberal, pero a la vez carente de moral, por la sencilla razón de que los
flujos que de occidente llegan a estos países reflejan la imagen del cielo en
la tierra: les sacamos sus pingües ingresos con los modernos artefactos
occidentales fabricados en oriente, les creamos los deseos e ilusiones de que el
mundo, durante muchos años para ellos utópico, resulta que existe en Alemania,
Inglaterra o Francia, y lo saben porque pagan por ver canales de televisión
occidentales, porque tienes redes sociales que conectan con los occidentales y
porque los occidentales se pasean por sus calle escondidos detrás de la cámara
de un móvil o de una réflex para no ver más allá de los límites de su objetivo.
Pues resulta que los que han capturado el retorno de esos flujos en forma de
dinero, ahora les dan una patada en el trasero y no hacen otra cosa que dar
vueltas sobre sí mismos como un perro con estereotipias provocadas por el engreimiento
y la soberbia de una sociedad que en ningún caso respeta los derechos humanos
(vana palabra), y que, sin haber separado jamás su vista de su ombligo, lo
levantan ahora para horrorizarse por un niño al que nosotros, occidente en pleno,
ha llevado hasta esa orilla… al igual que a miles de otros, pero negros.
Colau
19/09/2015
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