UNA
TERAPIA CELULAR LOGRA QUE LESIONADOS MEDULARES RECUPEREN SU FUNCIÓN MOTORA.[1]
RESUMEN DE LA NOTICIA:
Hace nueve años un accidente de moto dejo parapléjico a Dégant. En su
afán por recuperar su función motora, se ha sometido a una terapia celular
pionera que le ha permitido mejorar su calidad de vida y avanzar hacia su
objetivo final: poder caminar algún día. La investigación[2]
consiste en implantar células madres mesenquimales —que pueden dar origen a
diferentes tipos de tejido— del propio paciente en el lugar exacto de la lesión
medular.
Dos años después de participar, junto con otros once lesionados medulares
por traumatismo, en el ensayo que está realizando el Dr. Jesús Vaquero, y tras
mucho trabajo de fisioterapia, ha recuperado una gran parte del control de su cuerpo
paralizado.
La técnica ha sido publicada en la revista científica Cytotherapy[3].
El hospital de Majadahonda lleva dos décadas investigando la regeneración del
sistema nervioso con el trasplante intramedular de células madres.
Para completar la información
sobre la noticia, creo que es importante añadir algunos datos que se desprenden
de la investigación publicada y que no aparecen en la reseña periodística. La
investigación viene intitulada en la revista Cytotherapy como “Una aproximación a la terapia celular
personalizada en paraplejia completa crónica: La fase de Puerta de Hierro I de
ensayos clínicos / II[4]”
En el
trasplante de células en los pacientes que sufren lesiones de la médula espinal
existe cierta confusión acerca de los resultados, debido a la disparidad de las
técnicas utilizadas, la vía de administración
y los criterios para la selección de los pacientes. Por consiguiente
será útil centrar el tema.
El método
elegido para llevar a cabo la prueba se basó en dos ejes básicos:
1.
Se realizó un ensayo clínico que incluyó a
12 pacientes con paraplejia completa y crónica.
2.
Los resultados se evaluaron a los 3, 6, 9 y
12 meses después de la cirugía a través de estudios clínicos, urodinámicos,
neurofisiológicos y de neuroimagen.
Se comprobó la teoría por medio
de aplicaciones empíricas de las conclusiones que de ella pudieran derivarse[5]. Para evaluar el grado de
corroboración alcanzado por la teoría en su exposición experimental relatada,
desplegaron, entre otras, las siguientes técnicas:
1.
La plataforma Array-CGH, donde se recogen los
efectos adversos.
2.
La Escala ASIA que especifica en aumento en el
grado de sensibilidad.
3.
La Escala IANR-SCIFRS para evaluar la función de
la médula espinal.
4.
FIM
mostró los avances en el control
de esfínteres.
5.
La escala EAV para controlar el nivel de dolor
neuropático.
6.
La escala
de Ashworth mostró las variaciones de la epasticidad.
7.
La escala Geffner informó sobre la función de la
vejiga.
8.
La Escala
NBD constató la evolución de las disfunciones intestinales.
A partir de los
anteriores test, se obtuvieron los siguientes datos:
1.
El trasplante de células es un procedimiento
seguro.
2.
El 100% de los pacientes experimentaron mejoría
en la sensibilidad y el control de los esfínteres.
3.
La actividad motora infralesional, se obtuvo en
más del 50% de los pacientes.
4.
La mejoría de la función sexual y la recuperación de
la función motora superó el 50 % de los
pacientes.
5.
Disminuyen los espasmos y la espasticidad (tensión
muscular inusual).
6.
La mejora clínica parece ser dependiente de la dosis,
pero no es influenciado por la cronicidad de la lesión medular.
7.
En el caso de Dégant (caso concreto de la noticia),
los resultados han sido prometedores, tal como reconoce el propio paciente:
“Tengo esperanza, no sé cuándo, que pueda llegar a andar”.
Como
conclusión de la prueba experimental se desprende que la terapia celular
personalizada con células madre mesenquimales es seguro y conduce
a ofrecer mejoras en aspectos clínicos y en la calidad de vida de los pacientes
con paraplejia completa y crónica.
El implante de
células madre no funciona de un modo absoluto, su argumentación es sintética y
en consecuencia contingente, es refutado en multitud de casos, pero en otros el
éxito es evidente. Resultará determinante para los científicos analizar los
casos que han falsado la teoría y proponer nuevas hipótesis para hacerla menos
vulnerable. Quizá, en esta teoría, cabría contemplarse la tesis Duhem-Quine del
holismo confirmacional, que afirma que "dada la suficiente
imaginación, cualquier teoría puede ser salvada permanentemente de refutación
por medio de algún ajuste adecuado en el contexto del conocimiento que la
contiene"[6], este caso, y debido a la cantidad de experimentos, pruebas y herramientas
utilizadas para la confirmación, bien podrían verse alterados los resultados por
cualquier anomalía o error intrínseco del instrumental utilizado o por
deficiencias interpretativas. En cualquier caso, la teoría no podrá ser
confirmada como totalidad, sino que deberá serlo por confirmaciones parciales y
particulares.
La lesión de médula espinal con
frecuencia causa discapacidad permanente. En la búsqueda de una cura, los
pacientes suelen someterse a tratamientos que carecen de rigor científico y
metodológico. No se trata de pseudociencias puesto que no son procedimientos
compatibles con todos los hechos[7],
pero, en todo caso, ninguno de ellos ha sido sometido a pruebas rigurosas y
expuesto a refutaciones.
La terapia celular es una promesa
terapéutica sujeta a muchas incertidumbres y confusión debido, sobre todo, a la
disparidad de protocolos, la selección de temas, el tipo celular tratado, las
dosis y vías de administración utilizadas, etc.[8]
Teniendo en cuenta los estudios
experimentales previos, el fin epistémico primordial[9]
para este tratamiento se fijó en “conseguir la supervivencia más alta posible
de las células madre mesenquimales una vez realizado el trasplante”. Como se
puede observar, no se trata de conseguir una fiabilidad absoluta, sino una alta
probabilidad de supervivencia de las células madre.
Para alcanzar “la supervivencia más
alta posible” requieren especial atención ciertos detalles técnicos, como la
morfología de la lesión, disponer de un medio de suspensión celular adecuada,
el calibre de la aguja de inyección, la velocidad de administración celular, la
consecución de una alta concentración de células en el volumen más pequeño
posible, a fin de no producir daños adicionales a la médula espinal, etc. Todos
estos requisitos se derivan de una exhaustiva metodología científica y la
comprobación experimental de cientos de hipótesis al respecto. Por eso,
cualquier procedimiento que se aleje de estos cánones no podrá considerarse
ciencia, ni siquiera inicialmente.
En este trabajo de investigación se
pueden destacar dos vertientes que deben evaluarse de diferente manera. En
primer lugar tenemos los datos tomados mediante técnicas médico-científicas,
que ofrecen resultados objetivos y con un nivel de verosimilitud muy alto. Pero,
por otra parte, la evolución motriz de cada uno de los pacientes —la
posibilidad de volver a andar parece ser el atractivo, o gancho, de la noticia—
no depende solo de datos objetivos, sino
que hay que añadir la capacidad, intensidad, dedicación, aptitud, actitud y un
cúmulo más de características personales de los pacientes que pueden resultar difícilmente
evaluables, siquiera con métodos estadísticos; lo que proporciona la teoría es
regenerar una conexión y esta se evidencia
con las pruebas objetivas; pero recuperar la motricidad de las extremidades
requiere además un plus de aportación humana difícil de cuantificar si no se
hace subjetivamente.
Veamos ahora otro ejemplo. Una
noticia aparecida en el diario ABC a principios de noviembre[10], titulada “Logran
que un mono camine después de una lesión medular” afirmaba que una interfaz
cerebro-médula espinal salva la lesión y transmite las órdenes del movimiento.
Continúa el artículo aludiendo a que el dispositivo logra salvar la lesión
transmitiendo el patrón de movimiento de forma inalámbrica desde el cerebro
hasta la zona de médula situada por debajo de la lesión, restaurando la
comunicación y haciendo posible la recuperación. Aparentemente podría parecer
que ambos ejemplos son casi idénticos, pero nos habríamos dejado engañar por el
titular de la noticia comentada. Ya nos hemos referido a que el fin epistémico
del estudio del Hospital de Majadahonda no era otro que “conseguir la supervivencia más alta
posible de las células madre mesenquimales una vez realizado el trasplante”, el
resto vendría por añadidura. En el caso publicado por la revista Nature, el fin
epistémico cambia, su única expectativa es la de recobrar la función motriz[11].
Lógicamente esto hace pensar que, aun suponiendo su funcionamiento perfecto, el
enfermo podría caminar pero el resto de efectos somáticos que produce la
ruptura comunicacional entre las células de la médula espinal — mejora de la
sensibilidad y de la espasticidad, control de los esfínteres, mejoras en la
actividad sexual y en la actividad motora— no podrían ser soslayados con este
procedimiento. En cualquier caso, sus expectativas de corroboración se limitan
a un solo hecho: que el individuo pueda volver a caminar. Teniendo en cuenta
que se trata de una técnica biomecánica, cabe pensar que la aportación
subjetiva del individuo sea mucho menor. En cualquier caso en una heurística
que podría parecernos similar, las metodologías se diferencian completamente.
LA
COMUNICACIÓN
Hasta ahora, se ha analizado la
noticia científica aparecida en La Vanguardia y se ha comparado con otra
aparecida en el diario ABC a efectos de apuntar las diferencias que pueden
existir detrás de estudios científicos aparentemente similares. Estas apariencias
son debidas, en gran parte, al modo periodístico de transmitir la noticia.
Resulta evidente que el científico, en su faceta divulgadora, ha menguado mucho
sus posibilidades debido principalmente a la carga de trabajo que le producen
sus actividades científicas como estar al día en cuanto aparece sobre su
disciplina, plantear nuevas hipótesis, realizar experimentos, escribir
artículos científicos, acudir a congresos, interaccionar con estudiantes y
otros investigadores; plantear, defender y administrar la financiación recibida
para sus proyectos; dar clase a sus estudiantes, etc. Todo esto nos debe llevar
a plantear si le queda al científico tiempo real para la comunicación,[12]
o esta debe quedar en manos de los informadores, periodistas más o menos especializados.
La
realidad de la financiación científica hace que la divulgación no sea un mero
almanaque de curiosidades, sino que debe mantener informada a una sociedad, que
con sus impuestos financia la inmensa mayoría de proyectos científicos, de los resultados
significativos obtenidos en cada comento. Pero para que el contribuyente
aprecie la información científica, esta requiere de un formato y presentación
que la hagan tentadora y apetecible, pero en cualquier caso veraz. Como muestra
de lo que no espera el ciudadano es una información, que sin más explicación resultaba
inteligible a consecuencia de un titular desafortunado, que publicó el ecólogo
Frederic Bartumeus en la que él y sus colegas se habían dedicado a “crear un
modelo matemático capaz de simular el movimiento de un gusano cuando éste busca
alimento ‘a ciegas’ en una placa de Petri”[13].
Resulta evidente que si un ciudadano cualquiera leyera este logro pondría
seriamente en duda la eficacia del uso de sus impuestos. Pero claro, a partir
de este trabajo se infieren muchas aplicaciones que al lector le interesarían
mucho más, por ejemplo que esa técnica se puede aplicar a la búsqueda de
alpinistas accidentados en alta montaña, en la programación de robots de
limpieza o en la búsqueda de información por internet. Aquí nos encontramos con
el título de nuestra noticia científica, la cual anuncia la recuperación de la
función motora en los seres humanos, que despierta el interés, pero no aparece
en ningún momento que la aplicación de la técnica produce “una disminución de
los espasmos y la espasticidad”, palabras que alejarían inmediatamente al
lector y, aun pensando en que deben ser cosas muy importantes, el interés por
la noticia desaparecería casi por completo[14].
En consecuencia, informadores y comunicadores
científicos tienen, de entrada, dos cometidos: divulgar el conocimiento
generado en nuestros centros de investigación y tratar de evitar la pregunta
¿esto lo he pagado yo con mis impuestos?[15]
Y eso solo se consigue haciendo que “la sociedad se enamore de la
investigación. Que se enamore el ciudadano y también el político”[16].
La divulgación científica es el conjunto de actividades que
interpretan el conocimiento científico para hacerlo accesible a la sociedad.[17]
Por lo que los científicos deberían disponer del tiempo y la capacidad
necesaria para transmitir sus resultados con la máxima repercusión, resultando
atrayentes para el gran público. Pero comunicar con el gran público implica
traducir los resultados de investigación a un mensaje asequible y atractivo.[18]
Por lo que se debería establecer una relación fluida entre los científicos y la
sociedad, y quizá el nexo que puede conseguir la interface adecuada sean los medios de comunicación. Por eso, la
interconexión entre científico y comunicador debe ser muy estrecha, siendo
aconsejable una formación científica básica para el comunicador y una formación
divulgativa básica para el científico. Es muy importante mantener a la sociedad
informada de sus inversiones en investigación, y debe hacerse de forma rigurosa,
tanto como atractiva e interesante.
Pero la divulgación científica
también va más allá de la noticia o mero titular, se trata de la divulgación de
la ciencia como tal, de sus logros y de sus avances como cuerpo único. Precisamente,
en este sentido, ha existido una gran evolución gracias, indirectamente, a la
relevancia de algunas apreciaciones de Bachelard[19].
Al principio nos puede parecer un
contrasentido, pero luego veremos las consecuencias que han tenido sus tesis.
Para Bachelard existe una discontinuidad epistemológica entre el sentido
común, es decir, la imagen ordinaria del mundo, y la ciencia, lo que le lleva a
afirmar la falsedad de cualquier divulgación científica. Para él, tanto el
mundo ordinario como el mundo de la ciencia, no tienen nada que ver, pues son
mundos distintos. Por una parte, la ciencia no explica el mundo ordinario puesto
que no tiene relación alguna con la experiencia común ni se basa en lo
inmediato. Esta idea se opone, por supuesto, al ideario del Positivismo Lógico,
ya que para estos la ciencia precisamente explica el mundo ordinario, aún que
sea de una forma sofisticada o alambicada, pero incluso siendo así, nos
permitiría eliminar los conceptos teóricos y sustituirlos por sus definiciones
mediante reglas de correspondencia, es decir, definiciones empíricas o
puramente observacionales. ¿Debería retraer a los científicos o a los propios
informadores esta apreciación de Bachelard? Por supuesto que no. Al contrario,
como veremos a continuación, sus ideas al respecto favorecieron el progreso de
la divulgación científica. Bachelard fue el primer autor que tuvo en cuenta la
parte instrumental o experimental de la ciencia, que precisamente justificaba su
postulada ruptura epistemológica entre la ciencia y el sentido común. Pero este
pensamiento, que él denomina “fenomenotecnia”, va a desembocar entre los años
80 y 90 del siglo pasado en un movimiento que se ha venido a conocer en
filosofía como “nuevo experimentalismo” —Ian Hacking lo impulsó activamente—,
que nos dice que los instrumentos y la parte instrumental son determinantes en
el mundo de la ciencia. Es precisamente este mundo instrumental el que a partir
de finales del pasado milenio dejó de ser un medio de la ciencia para
convertirse en un fin de la divulgación científica. Multitud de documentales,
noticias y comentarios han convertido al instrumental en el foco de la
divulgación, como sucede, por ejemplo, con los observatorios astronómicos, las
imágenes nítidas del microcosmos, imágenes asombrosas de laboratorios en acción
de búsqueda o constatación de nuevos avances, los detalles más íntimos de los
formidables aceleradores de partículas, etc. El instrumento se ha divulgado. La
afirmación de Bachelard en cuanto a que los fenómenos de los que se ocupa la
ciencia los produce la misma ciencia mediante manipulación técnica, es tan
cierto como que son precisamente algunas de estas técnicas las que han
permitido instilar en el ciudadano de a pie el interés por la ciencia; ya no
solo por la “venta” de los resultados obtenidos, de lo que he hablado anteriormente,
sino por los medios utilizados para descubrirlos y constatarlos. La ruptura
espistémica anunciada por Bachelard entre el mundo del sentido común y el mundo
de la ciencia no ha hecho otra cosa que despertar el interés por los
experimentos y por el instrumental utilizado. Por supuesto, esto se ha
conseguido porque ha habido científicos y medios de comunicación —e intereses
económicos— que han sabido unirse —en este caso sí— para poner la ciencia, en
todo su proceso, al alcance del entendimiento del mortal más rudimentario.
RELACIÓN
CIENCIA FILOSOFÍA
La
formación científica de los filósofos es, en términos generales, bastante
escasa. Por regla general se piensa que existe cierto divorcio
filosófico-científico. Pero, como indicaba el profesor Jesús Zamora[20]
“la filosofía no es de letras”. Resulta evidente que si fuera puramente de
letras, la facultad se denominaría ‘facultad de letras’ y no, como es habitual ‘facultad
de filosofía y letras’. Eso demuestra que existe algo en la filosofía que no es
puramente de letras. En el transcurso de la formación se imparte cierto tipo de
conocimiento científico, sobre todo en las materias de “lógica” y de “filosofía
de la ciencia”, pero no a un nivel que permita hablar el mismo idioma que la
comunidad científica. No se trata solamente de que, así como los científicos
disponen de un lenguaje y un gran cuerpo de técnicas en común, el filósofo
disponga también de su propio corpus,[21]
sino que ambos estén en condiciones de hablar un mismo lenguaje o lo más aproximado
posible. Como afirma Carnap, “todos los problemas filosóficos son cuestiones de
sintaxis del lenguaje de la ciencia[22]”,
por lo que si los filósofos intentaran comprender y manejar con más fluidez el
lenguaje científico, tanto el formal como el material, la interrelación entre
filosofía y ciencia resultaría mucho más próxima y provechosa. Para lograrlo
quizás fuera necesario programar en filosofía conocimientos matemáticos o
físicos, quizá a nivel básico, pero que dejara a nuestro cerebro en condiciones
de procesar correctamente las interacciones científico-filosóficas. A la ciencia le ocurre algo parecido. La
ciencia se especializa y a los
científicos no les resulta necesario saber de otras disciplinas. La sociedad
dispensa a los científicos de saber otras cosas, pero no debería dispensarles
del conocimiento interdisciplinario. La ciencia es imprescindible (el hombre es
solamente física y química[23]), pero se necesita una
ciencia civilizada al servicio del ser humano (la ciencia no tiene nada que
decir del bien y del mal[24]), por lo que también la
filosofía es más necesaria que nunca. De lo cual se desprende que el
entendimiento entre una y otra disciplina es, ahora más que nunca, indispensable.
Nicolau Ballester
Palma, desembre
2016
http://www.lavanguardia.com/vida/20160923/41518998920/terapia-celular-hospital-madrid.html
[2] Liderada por el
neurocirujano Jesús Vaquero del hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, de
Madrid.
[3] Cytotherapy, Volumen 18, número 8, de agosto de 2016, páginas 1025
a 1036
[5] Karl Popper. Método científico. Lectura programada
para el curso 2016-2017.
[6] Lakatos, 1978, p. 96. Sir Karl Popper: conjeturas y refutaciones.
ITAM Estudios de filosofía, 1985.
http://biblioteca.itam.mx/estudios/estudio/estudio02/sec_9.html
[7] Popper: El problema de la
demarcación (1974). Lectura programada para el curso 2016-2017.
[8]Cytotherapy, Volumen 18, número 8, de agosto de 2016, páginas 1025
a 1036
[9] Larry Laudan. El desarrollo y la resolución de las crisis
epistemológicas. Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad
Nacional autónoma de México. Lectura programada para el curso 2016-2017.
[10] Pilar Quijada. Logran que un mono camine después de una
lesión medular. ABC Ciencia de 9/11/2016
[11] El cambio espistémico no
es producto de una crisis epistemológica, dado que no ha existido ningún
fracaso en el motor epistemológico, aunque exista una búsqueda continuada de
nuevos principios epistemológicos y se haya producido un cabio en el fin de una
y otra práctica.
[12] Artículo “Comunicación y divulgación, un exigente
test de la polivalencia del científico”. eldiario.es, Ciencia Crítica, 20/10/2016. En él se describen hasta
diecisiete 17 actividades habituales de un científico, que dejan muy poco margen para una adecuada
labor de divulgación.
http://www.eldiario.es/cienciacritica/Comunicacion_cientifica-divulgacion-
cientifico_6_571902806.html
http://www.eldiario.es/cienciacritica/divulgacion_cientifica-comunicacion_cientifica-ecologia_del_movimiento
-enamorarse_de_la_ciencia_6_574002624.html
[14] Fijémonos en la
diferencia entre el titular de la noticia, “Una terapia celular logra que lesionados medulares recuperen su función
motora” y el título en la publicación científica “Una aproximación a la
terapia celular personalizada en paraplejia completa crónica: La fase de Puerta
de Hierro I de ensayos clínicos / II”. Como se puede observar, el titular de la
noticia es mucho más inteligible y atractivo.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.
[17] Artículo “Divulgar la
ciencia para acercarla a la sociedad”. el diario.es, Ciencia Crítica, 4/11/16.
http://www.eldiario.es/cienciacritica/Divulgar-Investigacion-acercar_la_ciencia_a_la_sociedad-aranas_6_576452356.html
[18] Ibíd.
[19] Toda la información que se expone a continuación
sobre Bachelard está basada en las notas tomadas de las explicaciones del
profesor J. L. Luján en la clase de Filosofía de la Ciencia I, en la UIB, de
fecha de 16/11/16.
[20]
Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia
de la UNED.
[21] J. J. C. Smart. Ascensos y descensos semánticos. Lectura
programada para el curso 2016-2017.
[22] R. Carnap. Sobre el carácter de los problemas
filosóficos. Lectura programada para el curso 2016-2017.
[23] A hombros de gigantes.
Programa de divulgación científica de RNE, 20/01/2012
[24] Ibíd.
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