“Cuando te acerques a una
ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz. Si ella te responde con
la paz y te abre sus puertas, todo el pueblo que se encuentre en ella te deberá
tributo y te servirá. Pero si no hace la paz contigo y te declara la guerra, la
sitiarás. Yahvé tu Dios la entregará en tus manos, y pasarás a filo de espada a
todos sus varones; las mujeres, los niños, el ganado, todo lo que haya en la
ciudad, todos sus despojos, los tomarás como botín. Comerás los despojos de los
enemigos que Yahvé tu Dios te ha entregado.” (Deuteronomio 20 10-14).
La
biblia, lo que solemos llamar “Sagradas Escrituras”, no está escrita por Dios,
sino por algunos hombres que crearon un dios a su imagen y semejanza (ya lo
pensaba Spinoza, y los suyos, los judíos, lo excomulgaron –‘herem’, palabra
hebrea para ‘anatema’–). Y la cultura y creencias de los hombres en aquellos
días (y en estos), por tanto las del dios creado, eran machistas (Gn 3 16) (Dt 24 1-4) (Dt 2511-12), homófobas (Lv 20 13), criminales (Nm 16 20-21, 32, 35) (Nm 17 9-10, 14), rencorosas (Nm 21 5-6), celosas (Dt 6 14-15) (Jos 24 19-20) (So3 6-8), sádicas (Dt 7 21-24), soberbias (Dt 10 20), feudales (Dt 11 24-25), exterminadoras (Dt 20 16-17) (Dt 20
10-14), tratantes de esclavos (Dt 21 10-14), vengativas (Dt 28 15-46) (Na 1 2-3), impías (1S 17 45-47), jugadoras (Jb 1 6-12), y otras lindezas (1). Pues
estas características son las que, sobre la biblia, se otorgan a Dios, y ponen
en su boca y en sus manos todas las felonías que la más obtusa de las alimañas
sería incapaz de imaginar. ¡Supongamos que a un psicópata le diésemos
omnipotencia! Pero lo más increíble es que este compendio de libros es el
sujeto de la fe de ‘todos’ los creyentes en ese dios. Mientras su pueblo
elegido ‘parece’ que fue solamente el judío.
(1)
Todas estas referencias aparecen en el libro "Sublime idiotez" de
Juan Miguel Piquer. La lucerna. Las he enlazado con el texto completo en la Bliblia, por si la curiosidad os puede.
El
problema principal es que el monoteísmo judeocristiano da por bueno todo lo que ponen en boca de
Dios en este bestseller del sometimiento, del miedo, de las
atrocidades y la humillación. Estas palabras están sobre las mesas de noche de
millones de habitaciones de hoteles, en millones de casas y en miles de templos
que guardan copia gráfica de estas atrocidades. Cada uno lo interpreta como
quiere –todos los no creyentes lo interpretamos mal–, el peligro es que la
interpretación se parezca a la misma que hacían quienes lo escribieron. En
cualquier caso, los expertos en hermenéutica teológica hacen sus propias
interpretaciones que difieren considerablemente de las de los profanos: cada
cual según sus intereses.
En
lo que está de acuerdo casi todo el mundo ‘cristiano’ es que “Dios es amor”, obviando la literalidad
del majestuoso libro –menos mal que a pesar de sus hazañas es bueno,
comprensivo y amoroso–. Aunque el “del
amor verdadero” es el Hijo, que a la vez es Dios, –otra demostración de la
humanización que hace el hombre de Dios al convertirlo en padre–. Pero el hombre lo arregla para convertir a un
semejante en Dios, de la forma más intrincada: fundir en un solo ser a
Padre, Hijo y Espíritu Santo –desquiciada teología–.
El
Hijo aparece en lo que ha venido llamándose Nuevo Testamento, unos libros
conocidos como “Evangelios” y que nos relatan la vida del Mesías: el Hijo de
Dios. Un filósofo con nuevas teorías sobre la vida, que se basan principalmente
en la caridad y amor al prójimo.
Se le conoce como Jesús de Nazaret, y es digno de estudio y ejemplarizante en
la inmensa mayoría de casos, a excepción de su filiación divina; porque, si
éste es el hijo del dios de los judíos –cuyo pueblo no le ha aceptado a la espera de su verdadero Sabbatai Zevi–, no fue, vistos los acontecimientos, muy
afortunado en la cuna donde nació, puesto que su padre, en su línea, lo dejó
flagelar y crucificar sin hacer nada para impedirlo –por mucho menos, lanzaba
fuego o serpientes o plagas sobre los enemigos del pueblo de Israel–. Pero en este caso
lo hizo en base a su superlativa generosidad: ¡para permitir que su hijo nos
salvara! Ahora bien, ¿salvarnos de qué y para qué? ¿Salvarnos de las garras del
mal, ‘del pecado’, y concedernos la vida eterna, al lado del salvaje de su
padre? ¿Por qué no nos salvó su padre en persona, con sus facultades infinitas?
Los
no creyentes no tienen, como sí piensan los devotos, necesidad alguna de
redención. Tienen los valores morales que han aprehendido, partiendo de la
simple educación (primer valor moral al alcance del niño), hasta de los
filósofos y los librepensadores, incluido Cristo. Se manejan, gracias a la razón, en un marco ético
que no desentona con la mejor planificación vital de la religión, pero sin fe.
Por lo tanto, no se siente en posesión de verdad alguna y, simplemente por
esto, no puede llegar a caer en el integrismo; sólo el que se cree poseedor de
la verdad absoluta es un integrista. El problema de las religiones es su
posición dogmática, considerándose a sí mismas como portadoras de esa verdad
absoluta emanada de la voluntad del dios que creen conocer en profundidad. Si
todas las religiones creen poseer la verdad, alguna se equivoca: seguramente todas.
Según
las Sagradas Escrituras, el único que escuchó la voz de Dios directamente, sin
intermediarios ni interpretaciones, fue Moisés. Ningún otro tuvo la fortuna de
esta comunicación directa. A otros les habló a través de llamas, bastones,
árboles, rayos, o cualquier otro símbolo de la naturaleza que era lo que más a
mano se tenía en esa época y no por ello menos inexplicable, por eso se le atribuía
procedencia mágica, luego divina. Lo anterior nos demuestra que las historias del Antiguo
Testamento no son más que apreciaciones humanas (producto del ínfimo
conocimiento científico del momento), posiblemente de judíos, que arrimaron el
ascua a su sardina por razones obvias.
Vivo
perfectamente sin Dios y, ¡cuidado!, no hago apología de su no-existencia, como
sí es el caso de muchos creyentes que la hacen de su fe como si estuvieran
siempre en acción evangelizadora. Yo no tengo prueba alguna de su
no-existencia, como tampoco la tienen las personas de fe de su si-existencia,
pero es al que afirma a quien corresponde probar “affirmanti incumbit
probatio". Si bien, podría
decir que utilizando la lógica aristotélica se pueden componer centenares de
silogismos que demostrarían la no existencia de Dios, pero en ningún caso se ha
podido probar de forma empírica. Por su parte, la religión se ha preocupado poco
por intentar demostrar lo indemostrable, y lo ha basado todo en la fe. Mientras
que los filósofos sí han entrado en el juego, desde la buena voluntad de
Aristóteles (384-322 a.C.) con su "teoría del motor inmóvil", o de Santo
Tomás de Aquino (1225-1274), con sus “cinco
vías: La existencia de un dios creador” o Descartes (1596-1650): "La
existencia de Dios es más cierta que el más cierto de todos los teoremas de la
geometría" o San
Agustín (IV-V d.C.): “Las tres razones: orden de creación, la mayoría y su argumento de la causalidad”, o las
retorcidas explicaciones de Simone Weil (1909-1943) o Spinoza (1632-1677), cuya acción de la mano humana sobre las Sagradas
Escrituras argumentó con sabiduría y valentía, y cuyos
razonamientos desembocaron en el panteísmo,
doctrina filosófica según la cual las leyes universales de la naturaleza y Dios son
equivalentes, o sea, que tanto el pensamiento es un atributo de Dios como cualquiera de
esas placas tectónicas ‘resbalosas’ que provocan terremotos llenos de
destrucción y muerte –en la línea habitual de Yahvé. Cuántas cosas se atribuían
a Dios y ahora la ciencia nos ha demostrado lo poco que tuvo que ver. A no ser, eso sí, que Dios fuera la misma naturaleza–. Otra
cosa son los filósofos que creyeron en un dios sin forma y sin causa, como
Sócrates (470-399 a.C.), Platón (427-347 a.C.), Plotino (205-270 d.C.),
Empédocles (495-435 a.C.), Plutarco (46-120 d.C.), etc.
No
quiero extenderme mucho porque volveré sobre el tema religioso en otras
ocasiones, y también comentaré aspectos positivos, que son muchos, pero hoy no
puedo más que ponerme a los pies de la razón. ‘Ningún problema puede ser
resuelto en el mismo nivel de conciencia en el que se creó’. Einstein era un
sabio. Los creyentes argumentan que Dios es una fuerza universal que escapa a
nuestra comprensión, yo diría más bien que escapa a la suya, a la de las
personas de fe, porque el no creyente, que ha superado aquel nivel de conciencia, no tiene necesidad de entender nada
de alguien que para él no existe, y que no necesita crear para creer en él,
puesto que su vida es de este mundo y no espera ninguna otra. En línea con Epicuro,
venimos de la nada y a la misma nada regresaremos, lo que implica que no
debemos temer a la muerte puesto que ya la conocemos: ya estuvimos muertos
antes de nacer. En cualquier caso, hay que aceptar las dudas y las
discrepancias desde el punto de vista filosófico, o más bien del metafísico en
su aspecto más ontológico, como Immanuel Kant (1724-1804) ya sostuvo en su momento.
EXCEL·LENT REFLEXIÓ.
ResponderEliminarN'HI HAURÀ MOLTS QUE NO HO ENTENDRAN, CURTS DE MIRES, SENSE CAP OBERT. PERÒ ...
UNA ABRAÇADA.
Estic d'acord amb moltes coses que dius, però jo he decidit creure amb Déu, amb el meu Déu: el que m'ensenyaren de petita que ens va donar llibertat per decidir si el triavem a Ell o no. Però alerta, no crec en tot el que ens ha venut l'Esglèsia judeo-cristiana, de qualsevol època, fins i tot la més propera a Jesús, que com s'ha demostrat no fa més que jugar a un "joc de trons", a veure qui aconsegueix més poder.
ResponderEliminarI dels altres credos no fa falta ni parlar-ne. Llevat d'alguna excepció, i ja entrariem dins el tema de sectes, per desgràcia, normalment pertanyen a pobles amb poca cultura, el que equival a dir fàcilment manipulables, i a mi això sempre em fa sospitar que estan servint als interessos d'algú, ja sigui un taliban de la mateixa religió, o fins i tot als interesos econòmics d'un "bon cristià" que va a missa tots els diumenges a l'altra punta del món.
I també tenim integristes i talibans dins els ateus confessos, (ara tenim algun exemple proper amb certs independentistes coneguts), que són capaços de la crueltat més absoluta amb qui no està d'acord amb ells, ridiculitzant-los i malmenant el seu nom i la seva dignitat, que no entenen que la seva llibertat acaba allà on comença la dels altres, que també tenen dret a opinar i a decidir (i no estic parlant de polítics ni de càrrecs públics, sinò de gent de carrer, com tu i com jo).
En definitiva, jo he decidit creure en el meu Déu perquè, senzillament, necessito que existeixi; necessito un motiu de la meva arribada a aquesta vida, de tot el que he fet, bé o malament, de tot el que he viscut, he disfrutat, he patit... Necessito que tot tengui una finalitat, un objectiu... perquè quin sentit té continuar quan estàs caient i no saps quan tocaràs fons si creus que ho fas per no res?
Déu existeix perquè jo ho crec. Amb això m'ès suficient.
Una abraçada (per una altra via, ja et diré qui soc, però l'altre dia al dinar ja et vaig comentar que et llegia sempre).
Interessant, Colau, aquesta entrada a l'essència primera de la divinitat. Escaldat com molts de l'imposició religiosa a la què em, ens, van sometre, he trescat per altres indrets a la recerca de la fe, la creença, l'esperit. I l'ora et labora descoberts dins un altre univers ateu és d'una infinitud, eternitat i bondat excepcional i extraordinàries. Transformadora. La recerca de nous camins, dins la ciència, la raó, la fe o el silenci del no-res, dóna fruits i bons aliments per al cos i l'ànima i la consciència.
ResponderEliminarSalut i bona escriptura!