Eclipse de Dios (6)
Hace unos
años el eslogan “Jesús, sí – Iglesia, no” circulaba sobre todo entre los
jóvenes, pero plasmaba la opinión de muchas personas. Si tuviéramos que
arriesgar un diagnóstico sobre la situación de partida de la teología actual,
lo podríamos resumir de la siguiente manera “Religión, sí – Dios, no”. Vivimos
una suerte de olvido de Dios proclive a la religiosidad; en cierto modo, en una
época de religión sin Dios (1).
La religión
es una actividad humana que, en base a la fe o a la racionalidad, busca
soluciones a los planteamientos existenciales y morales en la tierra, y
sobrenaturales en su búsqueda del “más allá”. ¿Qué vivimos una religión sin dios? Desde el
punto de vista occidental, diría que de cada día más. –No olvidemos que oriente
está lleno de religiones ateas (budismo, jainismo, sintoísmo, taoísmo, confucionismo,
budismo zen, etc.), solo tres de las cuatro grandes religiones son teístas:
cristianismo, judaísmo e islamismo. La otra gran religión, el hinduismo, es a
la vez teísta, deísta, politeísta, agnosticista y ateísta. O sea, difícil de
catalogar–.
El cristianismo
es una religión monoteísta porque aceptamos que Jesús es el hijo de Dios –por
eso se le llama Cristo o Jesucristo: “el Mesías o ungido de Dios”–, pero Dios
es un ídolo, un ente al que solo conocemos por las antiguas escrituras, y
cuidado, no debemos entenderlas según están escritas, ya que si así lo hacemos,
erramos en su interpretación. Tenemos que hacer la lectura de la Biblia
basándonos en el sistema “histórico crítico” (2). De todas maneras este sistema
es bueno para los teólogos porque les facilita las explicaciones, pero para el
resto de mortales que la interpretación “histórico crítica” nos diga que, según
la interpretación correcta de la Biblia, lo primero no fue Dios sino el “misterio”,
no resulta muy halagüeño.
El
cristianismo se basa en un dios padre y un dios hijo que son el mismo, el cual ha
sido siempre un ídolo y como tal se ha idolatrado. Pero, así como en otras
épocas los ídolos eran pocos, en nuestros días la vida está llena de ellos y compiten
en su supremacía con Dios: el dinero, el poder, el placer, la propiedad, la
belleza, la salud, etc. Ha perdido presencia, con el tiempo, el tema del más
allá. Ahora lo importante es el bienestar en esta vida. La otra, si la hay,
está siendo vivida de espaldas por la mayoría de la sociedad occidental. ¡Pero
no, la religión no ha perdido importancia! ¡La ha ganado!
La crisis
actual no es de religión, ni siquiera eclesial, es una crisis de Dios (3). El tiempo ha quitado la razón a Karl Marx que
decía:
“La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el
corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de
espíritu. La religión es el opio del pueblo.
La abolición de la religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su
dicha real…”
La crítica
de Marx a la religión no es a la religión como tal, sino al impedimento que ésta
suponía a la gente de su tiempo de liberarse de las opresiones a las que era
subyugada. Por cobijarse en la religión para obtener consuelo, en lugar de
rebelarse contra el opresor.
En cambio Nietzsche
no carga contra la religión, sino contra la ética cristiana. Consideraba que la
cultura occidental ya había superado las explicaciones metafísicas sobre el
mundo, por tanto había que eliminar al valedor de esta ética, al creador de la “moral
del rebaño”. En sustitución a la ética cristiana, reivindicó una ética
vitalista de los fuertes, a la que llamó “voluntad de poder”. El individuo
excepcional, el Übermensch o
superhombre, está por encima de la moralidad del rebaño y merece expresar su
fuerza natural y su superioridad sobre el resto de miembros del rebaño con toda
libertad (4). Finalmente, algunos malversaron sus palabras y las utilizaron
para dar fundamento a la defensa de la raza aria. Pero la pretensión de Nietzsche era mucho más
sencilla: la falta de libertad del hombre viene dada por la dependencia de Dios
que le impide su autodesarrollo, le impide el paso hacia un ser superior, un
ser auto realizado, un ser libre e independiente, un ser que decide por sí
mismo, que maneja su vida con sus propias manos, por eso quiere quitar la
influencia de Dios y darle la responsabilidad al hombre. Si éste asume su nuevo
rol se convertirá en “el superhombre”. Para conseguirlo, Nietzsche cree que el
primer paso que hay que dar es “matar” a Dios, y lo hace magistralmente en su “Parábola
del hombre loco” de La gaya ciencia
(1882):
“¿No habéis oído hablar de ese hombre loco que, en
pleno día, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública,
gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había muchos que no
creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?” […]
“¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? […] ” Así gritaban y reían
con gran confusión. El loco se precipitó en medio de ellos […]: “¿Dónde se ha
ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros
y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo
hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja para borrar el
horizonte? […] ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos
persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? […] ¿No es excesiva para
nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en
dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto
más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una
historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia.”
La gente, cada día se siente más religiosa,
pero cada vez es más escéptica respecto a Dios: “¡Se puede ser profundamente
religioso pero no creyente!” nos afirmaba rotundamente, hace unos días, Manuel Fraijó en una clase magistral en la UNED. Y acababa con un descorazonador: “no
todos los funcionarios del altar son religiosos”.
Martin Buber, afirma por su parte que “existe
un eclipse de Dios de igual forma que existe un eclipse solar, y la hora que nos
toca vivir es una hora de tiniebla” (6).
Si Dios nos está mostrando de cada vez más su
cara oculta, observemos la cara visible de nuestro espíritu y activémonos para
desarrollarlo adecuadamente. El ámbito de esta activación bien podría llevar el
nombre de religión.
Religión es todo lo contrario a la idolatría
(no confundir religión con Iglesia). La religión atiende a la faceta espiritual
del ser humano, quizás también a la parte filosófica en lo que a dudas y
preguntas vitales se refiere, al margen de la ciencia que, como tal, también
corre el riesgo de ser idolatrada. La religión sin dios es una manera de
ateísmo, también romper con los ídolos es una manera de ateísmo: los primeros
cristianos eran condenados por los romanos por ateos, puesto que renegaban de
los dioses oficiales del momento. Todos somos o hemos sido ateos en algún
momento de la vida, incluso algunos siempre, pero nunca dejamos de ser
religiosos. Las experiencias espirituales, la creatividad, la ética, las leyes
morales y las experiencias estéticas forman parte de la vida del ser humano,
todas ellas forman hoy parte de la religión, en la medida en que Dios va
quedando en un segundo plano. “Sentimos que aun cuando todas las posibles
cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales no
se habrán rozado todavía” (5). Por eso la religión y la religiosidad seguirán
al alza.
Ya hemos visto que el cristianismo es la
religión de los seguidores de Cristo y su creencia en él como Dios, pero yo me
pregunto: ¿Podría existir el “Jesusismo”, una religión atea, cuyo iluminado o
sabio fuese Jesús de Nazaret, con sus enseñanzas, pero sin su condición de Dios?
¿Llenaría vacíos espirituales alérgicos a Dios? Es solo una pregunta. Un
teólogo me dijo que no era posible: ¿qué iba a decir un teólogo?, pero ¿y tú, qué
opinas?
Colau
Bibliografía:
(1) J. B. Metz, Memoria passionis, ST, Santander, 2007.
(3) J. B. Metz, Memoria passionis
(4)
Thomas Cathcart y
Daniel Klein, Platón y un ornitorrinco
entran en un bar…
(5) L. Wittgestein, Tractatus locico-philosophicus.
(6) Martin Buber, Eclipse de Dios, Hermeneia
Nota:
(2) Con esta denominación se refieren los autores a una
aproximación exegética al texto bíblico que conjuga una pluralidad de métodos,
que se distinguen por su atención a dos aspectos fundamentales: la forma
lingüística de los textos y las estructuras subyacentes a la misma; el sentido
original de un texto y consiguientemente las condiciones dentro de las cuales
tuvo su origen y sus primeros destinatarios. De aquí se derivan los dos
puntos de vista que caracterizan a la investigación histórico-crítica: el
filológico, con el que se atiende a la forma lingüística del texto, y el
histórico, con el que se estudian las condiciones en que tuvo su origen el
texto.
BON TEMA, EXPOSAT COM TOT LO TEU, MOLT OBJECTIVAMENT.
ResponderEliminarSA PREGUNTA I REFERÈNCIES FINALS, DONEN MOLT QUÉ PENSAR.
ENDAVANT!!!! BdC