El número de víctimas en un accidente o un atentado o en
daños colaterales, lo que prefieran, ha dejado de ser el único dato importante de
portada para el informante de la tragedia. Y nos daremos cuenta rápidamente si
atendemos a las siguientes palabras, inexcusables, con las que se suele
finalizar el titular: “de los cuales, tantas son mujeres, tantos son niños y
otros tantos ancianos”. Esta coletilla empezó a llamarme la atención hace algún
tiempo y no he parado desde entonces de preguntarme el porqué de esta
aclarativa subdivisión. ¿Por qué es importante distinguir el número de mujeres?
En principio pensé que era para no caer en el machismo, pero enseguida me di
cuenta de que no, de que era simplemente masculinismo, no en el sentido del desprecio machista, sino
por la preocupación humana atávica de la desaparición de seres capaces de
procrear y, en consecuencia, de menoscabar las posibilidades de inmortalización
de la especie humana. Si alguien cree que esto es una exageración, le ruego que
aporte otros argumentos que, sin duda, contribuirán a dar luz a esta
intrascendente cuestión. Por supuesto, no quiero pensar en sexismo alguno.
A continuación de las víctimas femeninas, invariablemente se
especifica el número de niños (en este caso siempre se utiliza el genérico, nunca
son niños y niñas). Quiero suponer con ello que viene avalado por los mismos motivos
que he argumentado para las mujeres. En general, a lo largo de la historia, la
mortalidad infantil ha supuesto un gran hándicap para el aumento demográfico de
los países, con la importancia que para el crecimiento económico ha tenido
siempre el aumento demográfico. Quiero pensar que este anuncio esconde la misma
preocupación que el del número de mujeres. En caso alguno, el sentido común me
libre, quiero pensar que el informador está provocando la atención del oyente,
vidente o lector con premeditado patetismo, para elevar al máximo el nivel
trágico del suceso.
Finalmente, se nos detalla indefectiblemente el número de
ancianos fallecidos. Es todo un detalle, si no hay alguna intención escondida,
puesto que cabría caer en la inconsciente aceptación general de la sociedad
económica neoliberal, de que el anciano es un ser improductivo y parásito de
las arcas de la seguridad social, por lo que se nos informa de que felizmente
nos hemos librado de un número determinado rémoras. Si este no es el caso, ¿por
qué se pormenoriza esta información? ¿Acaso debemos detectar síntomas de
magnificar la catástrofe a cuenta de la indefensión de los mayores? ¿O es por
todo lo contrario, y estamos ante un claro caso de generacionismo? Tampoco lo
tengo muy claro.
En el caso de las mujeres y niños, hay que recordar la manida
frase del capitán del buque ante el naufragio inminente: “las mujeres y los
niños primero”. Evidentemente, no se trataba de una observación galante (aunque
nos lo haya parecido siempre), sino de asegurar
en lo posible el futuro de la especie salvando a las reproductoras, y el futuro
de las empresas salvando a una nueva generación de mano de obra. ¿Tiene
relación con esto el detalle informativo de las víctimas? No lo sé. Quizás
solamente se trate de conseguir el mismo efecto que cualquier anuncio de una ONG,
es decir, hurgar tendenciosamente en nuestros sentimientos para que afloren las
emociones necesarias para actuar de acuerdo a intereses espurios. O quizás se
me escapan razones más evidentes que soy incapaz de ver.
Seguiré pensando en ello cada vez que acaezca alguna
tragedia, siempre y cuando uno de los que solo son un número, y cuyo género es
innombrable, sea yo. Quizás resulte políticamente incorrecto o pueda afectar a
los mercados especificar que han fallecido equis hombres en edad de producción.
Ni afirmo ni niego, estoy despistado, pero me llama la
atención.
Colau
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