SCHEPER-HUGHES,
Nancy
La muerte sin llanto. Violencia y vida
cotidiana en Brasil.
Barcelona: Ariel, 1997.
Título original: Death without Weeping. The violence of
everyday
life in Brazil.
Nancy Scheper-Hughes (Nueva York, 1944). Profesora de Antropología y directora del programa de Antropología Médica de
la Universidad de California en Berkeley. Conocida por sus escritos sobre la antropología
del cuerpo, el hambre, la enfermedad, la medicina, la psiquiatría, la locura, el sufrimiento social, la violencia y el genocidio.
Como voluntaria sirvió en el
Cuerpo de Paz en Brasil en la década de 1960. Ha colaborado, como activista, en
los movimientos sociales de Brasil en defensa de los trabajadores rurales,
contra escuadrones de la muerte, y en favor de los derechos de los niños de la
calle. En Estados Unidos, ha actuado como defensora de los derechos civiles y
como Trabajadora Católica para las personas sin hogar, con enfermedades
mentales, contra la investigación de armas y contra el tráfico de órganos.
Jennifer se mostraba triste ante las
informantes
y
amigas de su madre por tener que asistir al
velatorio de un niño, "ellas la miraron
incrédulas.
¿Por qué? –preguntaron, ¡sólo se trata de un
bebé!"
(Romero Noguera, 2004)
La muerte sin llanto es un relato sobre las vivencias de una clase
social brasileña, cuya escasez de recursos y padecimiento de enfermedades bajo
una estructura sanitaria deficiente, aboca irremisiblemente a la muerte a las
mujeres y niños de una favela.
Scheper-Hughes nos demuestra como
lo que se dio en llamar el “milagro económico brasileño” y que llenó de
esperanza a las gentes de los estratos más humildes de la sociedad, se quedó,
para una gran mayoría, en una utopía inalcanzable. Para comprobarlo, nos lleva
hasta las laderas más empobrecidas que dominan la ciudad-plantación de Bom Jesus da Mata, para seguir los pasos
de tres generaciones de mujeres en su lucha por la supervivencia. Se trata de
una historia visceral, contada desde la propia ruina de unos cuerpos
maltratados por una sociedad de clases, anclados ante sentimientos de
impotencia, ante los deseos de justicia de mínimos, y lo que resulta más
acuciante, cubrir diariamente las necesidades básicas de subsistencia. Este
comprometido trabajo etnográfico nos hace reflexionar sobre el hecho de que una
sociedad deba privilegiar su subsistencia a expensas de un forzado e impasible desamor por algunos hijos, subsistencia
que se convierte en oprobio en lugar de un derecho inalienable, aunque olvidado
por el neoliberalismo que instiló el néctar del “milagro económico”.
Se trata de una obra pasional,
sin el velo de lo políticamente correcto, llena de compromiso político y
reivindicación de aspectos morales. Gracias a la carga humana y profesional de
Scheper-Hughes, conocemos las miserables chabolas del barrio del Alto do
Cruzeiro, los campos de caña, las refinerías de azúcar, los juzgados, los
hospitales, los cuarteles de la policía y el depósito de cadáveres. Una
cotidianeidad surrealista que solo se nos ocurriría buscar más allá del séptimo
círculo del Infierno de Dante, pero que la doctora Scheper-Hughes nos muestra
sin prejuicios.
La historia empieza con la
presentación de la producción del azúcar como base del sistema económico de la
zona de Pernambuco. Desde las plantaciones coloniales de azúcar del noreste
brasileño hasta su cultivo y elaboración, del que también las fábricas de las
plantaciones, concretamente la mayor de ellas, es objeto del estudio por parte
de la autora. Enseguida se presenta la primera carencia básica: el agua. La
doctora Scheper-Hughes trata “la sed como metáfora
generativa, sobre su significado en una región, O Nordeste, continuamente asaltada por la amenaza de la sequía”.
A
continuación nos presenta la estructura social y mercantil de Bom Jesus en un mundo cuya complejidad está
subyugada por múltiples realidades sociales, que se pueden encontrar en tres
ámbitos distintos: “la casa”, el mundo feudal residual de la casa grande de la
plantación; “la calle”, el nuevo mundo del capitalismo y del comercio
industrial; y “la mata”, el mundo rural (la selva, el campo). Mientras que la
barriada del Alto do Cruzeiro, forma
parte del entramado social, pero fantasmal, anónimo, núcleo de oprobio, cuya
“invisibilidad social en Bom Jesus da Mata los encubre y los protege”.
Si antes se habló de la falta de agua, ahora entramos en la parte en que la
antropóloga nos presenta el drama que supone el hambre en O Nordeste, cuyas dolencias, que resultan infinitas, tienen nombre
propio, uno, uno solo: “nervoso”. El hambre degrada a los habitantes,
transformándose en un hambre nerviosa, en “locura del hambre”. Pero un drama
que se precie no debe conformarse en presentar una problemática estructural del
sistema, sino que el mal también tiene cara y ojos…, y poder. Las
“desapariciones” que se iniciaron con los años de dictadura militar, han
continuado hasta la fecha de este trabajo. De manera que, además de la muerte
por indigencia, hay que hablar de la provocada por los “escuadrones de la
muerte”, cuya operatividad forma “los bastidores de la vida y la violencia
cotidianas en el Alto do Cruzeiro”.
En este estado de digna desesperación, la muerte se convierte en rutina. La
muerte infantil “en un ambiente de mortalidad infantil previsible”, es la
rutina que por contumacia termina por normalizar el estado de las cosas. Pero
la muerte infantil no termina, ni siquiera empieza, con la muerte de la
criatura; no queda otro remedio que hacer un análisis a los significados que
tiene la maternidad en el Alto do
Cruzeiro. La moralidad deviene en un
pragmatismo basado en el triage que
deben tomar las mujeres del Alto; decisiones que llevan hasta el descuido
mortal voluntario de ciertos bebés a los que se supone un destino fatídico.
Todo esto merece gran atención antropológica, sobre todo al analizar las
consecuencias y reacciones posteriores a la muerte infantil: no lloran la
muerte. Incluso dentro de un ambiente de circunstancias extremas, la vida
continúa, y la recuperación ante la adversidad constituye un método racional de
defensa, por lo que la forma de afrontar la adversidad y la recuperación
anímica que esto supone para sus vidas, Scheper-Hughes
nos acerca a las peripecias de dos hermanastras, cuyo intento de olvidarse de
la realidad, hace que una de ellas intente también olvidarse de sí misma y sus
dificultades en el mundo fantasioso del carnaval brasileño. Finalmente, la
autora, reflexiona sobre las tácticas cotidianas que utilizan en la barriada
para «apañárselas» y salir adelante, “tácticas entre las que hay que incluir
rituales y dramas religiosos de celebración y resistencia que enaltecen la vida
de los moradores y que vislumbran un nuevo mundo libre del hambre, la
injusticia social y la violencia”.
No puede considerarse un caso
típico de etnografía puesto que su primera toma de contacto con los que iban a
ser su objeto de estudio, se llevó a cabo en unas visitas de juventud,
ejerciendo tareas de voluntariado en los años 1964 y 1966. Es destacable que en
el transcurso de estas visitas, tuvo la oportunidad de observar los
antropólogos que en aquel momento llevaban a cabo su labor etnográfica en el
mismo ámbito, y que en aquel momento se mostró crítica con ellos, sobre todo
por la imagen de alejamiento de la realidad que le sugirió su presencia.
No es ninguna casualidad, por
tanto, que tras finalizar su formación académica, la antropología acabara por
llevarla nuevamente al Nordeste de Brasil, puesto que ella también quería
“alargar la mano para tocar las imágenes evanescentes de aquellos obreros del
azúcar que conocí de niña pero cuyos rostros, al final, sólo recuerdo en la
pintura impresionista de Morris Kish[1]”. Esto
se produjo en 1982 cuando, acompañada de su marido e hijos, partió hacia la que
sería su primera expedición al Bom Jesus, de las cuatro que realizaría entre
esa fecha y 1989. Lo que le supuso un total de catorce meses de trabajo de
campo en la ciudad que ella denomina Bom Jesus da Mata, mientras que el barrio
donde se centra su trabajo se llama Alto
do Cruzeiro o, simplemente, O
Cruzeiro o Alto.
La
Doctora asume un tipo muy particular de etnografía crítica basada en la “orientación
ética para el otro-que-yo-mismo[2]”,
del filósofo francés Emmanuel Lévinas[3],
su propio punto de vista feminista[4],
o el método de Paulo Freiré[5].
Utiliza, como no, el recurso básico de recogida de información: preguntar,
hablar, entrevistar, inquirir, sonsacar a la gente. Intenta realizar una comparación
etnológica: observación participante, para aprender más sobre la vida de las mujeres
y de las madres en particular. Recoge información sobre sus familias, historias
reproductivas, arreglos domésticos, amores, deseos y esperanzas, y va tomando
constantemente notas de campo.
Se
centra en la alteridad, en la imagen del otro, se preocupa de los razonamientos
y pensamientos primitivos. Se adentra en cierto relativismo antropológico. La razón
y la ética se deslían para formar un tipo de relativismo cultural, el que se desestima
en la antropología contemporánea.
Pero,
incidiendo en su peculiar situación por haber convivido y participado como
activista con los que ahora eran sus informadores, se dio cuenta de la
importancia de este tiempo transcurrido, de esta investigación a largo plazo
para comprender vidas cuyos trayectos transcurrieron como montañas rusas en
esos dieciséis años transcurridos desde su última visita. Lógicamente, el nuevo
encuentro supuso cambios sustanciales en las relaciones con la misma gente. Cuando
alguna vez observaba algo en un consultorio o en una casa, o cuando se enteraba
de algo en una entrevista, se le preguntaba por qué tenía que repetir la
experiencia una y otra vez antes de darse por satisfecha. No tuvo otro remedio
que explicar los rudimentos del método antropológico a Irene y a otras mujeres
que trabajaban con ella como asistentes[6]. Ahora su trabajo era diferente. No podía ser
antropóloga y companheira al mismo
tiempo. Pero las companheiras la
advirtieron de que la próxima vez que volviera al Alto tendría que «estar» con ellas —«acompañarlas» fue la expresión
que usaron— en su luta, y no limitarse
a «pasar el tiempo sentada» tomando notas de campo[7]. Qué les
importaba, al fin y al cabo, esa antropología, y en qué les podía ayudar
después de todo. Cuando regresó, después de cinco años, la esperaba un
activismo revitalizado y fue así que, sin querer, tuvo que ir asumiendo el
papel de antropóloga-companheira, repartiendo
su tiempo, no siempre con equidad, entre el trabajo de campo y el trabajo de
comunidad, tal como las mujeres y hombres activistas del Alto lo definían y dictaban[8].
En palabras de la autora, intenta
realizar una “antropología con los pies en el suelo” pues su etnografía
pretendía sumergirse en las realidades y dilemas prácticos de la vida cotidiana
de los protagonistas de su estudio, consistentes en la violencia cotidiana que
debían enfrentar diariamente los moradores del Alto do Cruzeiro[9].
En un análisis más pormenorizado vamos
a referirnos a algunas aportaciones y conclusiones desplegadas por la doctora
Scheper-Hughes en la obra de referencia.
Una de las grandes aportaciones
es la autoridad con que la autora afronta el ejercicio de su antropología,
comprometida ante un drama social de tal magnitud. Este la obliga a realizar
una profunda reflexividad ante el ejercicio de la propia praxis antropológica. Aparece
de forma transversal en toda la obra el desarrollo de una antropología
feminista, preocupada de conceder voz a los protagonistas e integrar el
complemento ético a la práctica de la disciplina, que desembocará en un
compromiso antropológico con el sujeto de campo. Esta forma de hacer
etnografía, preocupada por la reflexividad y la subjetividad, será un gran paso
que dará la antropología para adentrarse en la posmodernidad.
Nancy Scheper-Hughes habla de cómo
la antropología propone un entendimiento de la condición humana a partir del
trabajo de campo y cómo este, al mismo tiempo, representa un trabajo próximo e
íntimo así como también distante e incognoscible[10]. Una
manera ampliada de entender esto sería considerar las maneras de escritura
etnográfica propuestas por Clifford y Marcus que se resumen en seis puntos: contexto,
retórica, desinstitucionalización, generalización, politización e historicismo[11]. “Todos los hechos están necesariamente
seleccionados e interpretados desde el momento en que decidimos contar una cosa
e ignorar otra, o atender este ritual pero no aquel otro, de forma que la
comprensión antropológica es necesariamente parcial, hermenéutica, siempre”[12]. Su
influencia posmoderna vuelve a aparecer cuando se refiere al trabajo
antropológico como empírico por lo que el compromiso filosófico con las
nociones de verdad y razón dejan de estar presentes y, en contra de la ciencia
occidental, aceptar la implicación con el “otro”. Así, “la antropología existe
como un campo de conocimiento (un campo disciplinar) y como un campo de acción
(un campo de fuerzas). Escribir antropología puede ser un locus de resistencia”[13], pero
alejada de análisis herméticos se traduce
en una narración amena donde se muestra la interacción de la antropóloga con
los habitantes de Alto do Cruzeiro.
Muerte sin llanto, se puede sumar a esta línea teórica. Se trata de
un doble drama social, ser mujeres y
ser pobres, cuyas vidas lidian con la
precariedad, la violencia y la muerte. Es en este sentido que la propuesta que
nos trae la autora es realizar una antropología más femenina[14]
(womanly), que orienta a la reconsideración de lo ético, a una práctica
etnográfica moralmente responsable.
La doctora Scheper-Hughes realiza
el análisis histórico a partir de la economía política. De suerte que, en Muerte sin llanto, nos encontramos ante
cierta influencia marxista a la que recurre frecuentemente en el transcurso de
su estudio. Desde un primer momento diagnostica la situación de los habitantes
de Bom
Jesus como el resultado de históricas relaciones de clase que se han
entrelazado y han configurado un pueblo en los márgenes del mundo, un pueblo
sin historia ni existencia, un espacio en el oscuro reverso del tiempo, como apuntaría
Javier Marías[15],
o quizás gente sin historia, en el caso de Eric R. Wolf[16], o
simplemente invisible, como escribe Scheper-Hughes[17]. Esta línea teórica se evidencia en el
capítulo uno, “O Nordeste”, dedicado
a explicar la industria azucarera establecida en esa zona. Indagando en la
historia del Nordeste do Brasil, se
llegan a las raíces coloniales del cultivo de la caña de azúcar. El
entendimiento de estas proporcionan una compresión de las antiguas relaciones
de los esclavos brasileños respecto de los grandes señores del azúcar toda vez
que se convirtieron en “agentes libres”, que vendían su fuerza de trabajo a
cambio de un salario durante un periodo de tiempo. En realidad, formaban un
ejército de jornaleros[18].También
explica los procesos sociales a partir de la transformación del producto. Por
ejemplo, la manera en se pasó de una economía feudal profesada por los señores de engenho a una economía
mercantilizada que llegó con la modernización del procesamiento de la materia prima
y el establecimiento de fábricas, usinas[19].
La influencia marxista es obvia
debido al esfuerzo que la Doctora realiza para identificar las clases sociales
y ver la complejidad de relaciones que estas implican y, a partir de esta
diferencia, establecer la distancia entre ellas. Las clases se jerarquizan en
ricos, entre los cuales existe un conflicto entre los viejos ricos y los nuevos
ricos (es decir los descendientes de la riqueza de los antiguos señores de engenho contra los que se hicieron ricos
con el capitalismo mercantil de la azúcar). Clase media, descrita como muy
inestable y oportunista pues también siente preocupación por mantener cierto estatus.
Y pobres, que son divididos en tres grupos, cada uno más marginal que el otro: os pobres, os pobrezinhos y os pobretóes[20].
Así, en Bom Jesus, el sistema de
diferenciaciones está caracterizado por las fuertes jerarquías establecidas
entre los pobres y sus patrones, así resulta importante como la autora traza la
dependencia entre estos, pues uno vive del otro y viceversa: “La relación entre
un senhor de engenho o una dona da casa y un trabajador pobre
activa toda una serie de responsabilidades, deudas y dependencias mutuas en
relación a la persona que cada uno es: patrón y protégée[21].
En Alto do Cruzeiro, las condiciones de marginación y precariedad
ejercidas desde las clases altas hacia los pobres se conjugan con una
marginación aún peor: la del Estado. El nulo apoyo gubernamental deviene en sus
pobladores en un delirio por el hambre que termina en un estado constante de
nerviosismo (nervoso), impregnado en
la mente y el cuerpo de los sujetos. Estas terribles condiciones de vida
generan entre los pobres una normalización del terror. Es a partir de estas
consideraciones que la autora pasa a su explicación de las muertes infantiles y
cómo la pérdida es afrontada desde una economía política de los sentimientos. Es
una muestra de la rutina frente al horror: “carácter rutinario y ubicuo de la
muerte infantil contribuía a que se generaran determinadas defensas
individuales y colectivas y reacciones privadas y públicas. Entre las más
comunes estaban el no reconocer la mortalidad infantil como un problema personal
o social importante”[22]. Aquí
también es interesante notar cómo la autora interpreta la indiferencia de las
madres ante las muertes de sus hijos como un reflejo de la indiferencia oficial
de la Iglesia y el Estado ante sus dificultades. Se trata también de una
economía política de las emociones en tanto se muestra cómo el contexto
económico, político y cultural, da forma a las emociones y subjetividades. La
tesis de Nancy Scheper-Hughes es que estas madres se encuentran con una alta
expectativa de mortalidad infantil, lo que determina las prácticas y
pensamientos maternales y se manifiesta en el retraso del cariño hacia sus hijos.
La condición de estos seres es sumamente liminal por lo que no se genera un
amor materno instantáneo como proponen otros, un amor innato de la madre a sus
hijos, por el contrario, “este desapego, que a veces puede resultar mortal,
contribuye a una actitud negligente en el cuidado de ciertos bebés y se
manifiesta en la «ausencia» de duelo ante la muerte de los recién nacidos”[23].
En cuanto a la línea práctica, Nancy
Scheper-Hughes está interesada en los dramas sociales que se presentan en la
vida cotidiana y cómo estos son resultado de la condición de marginación
profesada por el Estado. Respecto a este punto en Muerte sin llanto se puede observar una especial consideración por
la noción de cuerpo. El cuerpo no es solo carne y hueso sino que es
interpretado como un cuerpo-mente donde las fronteras se difuminan y no son
presentadas de manera dicotómica. El cuerpo es cuerpo que sufre, pasa por
hambre, nervios y violencia. Los escasos recursos originan un delirio de fome, una locura del hambre.
Para el análisis del hambre, la autora no utiliza una reducción materialista
sino que para ella “una estructura conceptual que concibe el cuerpo como algo
que es individual y colectivamente vivido, que está socialmente representado en
diferentes idiomas simbólicos y metafóricos y que es objeto de regulación,
disciplina y control por parte de los procesos políticos y económicos más
amplios, una perspectiva intrínseca a la teoría crítica europea”[24]. Es en
este sentido que nos habla de un cuerpo de tres niveles, y pone atención al
primer nivel. Este es el cuerpo individual o natural donde se da la verdadera
experiencia sensorial del cuerpo. Dice que “incluso en este primer nivel de
análisis, los significados biológicos, psicológicos y simbólicos se funden en
la experiencia de cuerpos que son portadores de significados y de mentes que
son culturalmente tangibles”[25]. Esto
significa que el delirio de fome más
que ser la falta de comida se trata de una experiencia sumamente sensorial y
subjetiva que es expresión inmediata de la experiencia del hambre. Esto se
traduce en un lenguaje de la pobreza y del hambre, de igual manera se
manifiesta en prácticas como el comer. Este resulta un acto privado debido a
que la cantidad de comida ingerida en el día que tan marginal es la condición
de la familia. Por último existe una asociación entre el hambre y el sexo como
actividades gratificantes ambos como una necesidad, como algo que de constante
deseo[26].
Otra de las reflexiones sobre el
cuerpo que hace la autora tiene que ver con la enfermedad folk de los nervos. Este
es un fenómeno polisémico que sirve de alegoría elástica para quejarse de todo
(debilidad, temblores, infecciones…, hambre). De esta manera, cada vez que
alguien presenta un síntoma se acerca a los médicos alegando que sus niños o
ellos mismos padecen de nerviosismo. Aquí comenta cómo intenta recuperar y
politizar los usos del cuerpo: “subyaciendo y aglutinando a estas oposiciones
centrales hay una metáfora unificadora que da forma y sentido a la realidad
cotidiana. Es la imagen persuasiva y poderosa de «la vida como una luta» como una serie de arduas «luchas»
en el camino de la vida”[27].
El Estado —y al hablar de estado,
poder y sujeto, pensamos necesariamente en Foucault— se ha apropiado de la enfermedad
folk y, como cura, entrega
erróneamente medicinas en lugar de lo primordial, que son los alimentos.
“Gradualmente, el pueblo hambriento de Bom
Jesus ha llegado a creer que necesita desesperadamente aquello que está
preparado para serle administrado (medicamentos) y ha olvidado que lo que más
necesita es lo que más se les niega (alimentos)”[28]. (1997:
170).
Finamente, nos damos cuenta que
hay una especie de karma invisible que flota en cada página del libro —que nos
recuerda la libertad positiva de Isaiah Berlin[29], y
utilizada a menudo por regímenes totalitarios— de que “cada uno es dueño se sí mismo”. Esto
hace referencia a la posesión de su único bien, sus cuerpos. Este se ve atacado
por la institución del Estado donde en términos de Foucault no se aprecia una
gubernamentalidad[30], sino
una soberanía donde la principal variable es la violencia. Así el Estado ha
contribuido a una “naturalización de la violencia”[31]. Esta
violencia es contra los cuerpos y mentes y se expresa en prácticas como la
desaparición de personas, todas ellas relacionadas con el robo de órganos.
También se puede tomar en cuenta la histeria generalizada ante instituciones
que intentan “quitarles” sus niños, como los programas de ayuda. Incluso
después de la muerte no hay final para la cuestión corporal pues sus restos son
hurtados para las facultades de medicina[32].
En Muerte sin llanto, se han mostrado los factores que contribuyen a
la indiferencia ante la muerte infantil. Las condiciones históricas de
producción de azúcar y el capitalismo industrial se traducen en Bom Jesus en una situación de precariedad que
deviene en pobreza y esta, en hambre. Los pobladores y niños se enferman de
nerviosismo pero las causas estructurales están en un Estado que no provee
comida y que los alimenta de medicamentos. Esta situación genera una alta tasa
de muerte infantil, es decir, también una baja expectativa por parte de las
madres ante sus hijos. Así desarrollan un cariño tardío, tomando siempre en
cuenta el potencial de supervivencia de los niños.
Scheper-Hughes
afirma que su investigación se aparta de la etnografía tradicional que está fuera
del campo y recoge datos puros de una manera objetiva. Los etnógrafos tradicionales
tienen la obligación de capturar los hechos con la máxima precisión posible, pero
Scheper-Hughes plantea la imposibilidad de objetividad, la comprensión antropológica
siempre es parcial y hermenéutica, porque todos los hechos están seleccionados y
los antropólogos eligen que interpretar y que ignorar. La autora lleva a cabo su
trabajo como resultado de una interacción humana entre ella y la gente del Alto, prefiere utilizar una etnografía abierta
que permita múltiples conclusiones alternativas. La antropología implica un salto
fuera de sí mismo hacia otro y desconocido. Scheper-Hughes entiende que los etnógrafos
dejan huellas en su trabajo porque son humanos y no pueden evitar implicarse en
la vida de la gente que investigan. Para ella, la antropología es un campo de conocimiento,
pero un campo de acción también. El trabajo antropológico es empírico, pero debe
liberarse de la verdad de sus presupuestos culturales occidentales. Los antropólogos
dan voz a los silenciados, tienen el poder de decir la verdad y de llevar a cabo
un trabajo de conocimiento.
La autora plantea la dominación del pesimismo moderno en la antropología contemporánea y la relación de la propia antropología con el mundo colonial y la destrucción de los pueblos indígenas.
[33]A la doctora Scheper-Hughes se la ha acusado, sobre
todo desde Brasil mismo, de orientalizar la cultura del nordeste en base al
implícito de una cierta naturalización de la situación y del comportamiento de
sus habitantes más pobres. Aunque las críticas más descarnadas procedan de Lygia
Sigaud[34].
En primer lugar, sostiene que las preguntas que la autora se hace a lo largo
del libro responden únicamente a sus propias inquietudes, inquietudes que resultan
de la sorpresa ante unas prácticas y actitudes (en concreto las de las madres
ante sus hijos bebés y las de los moradores del Alto en general ante su
pobreza) totalmente ajenas a ella. Lo que hace Scheper-Hughes en su
investigación, según Sigaud, es proyectar su “inconsciente cultural” en lugar
de apartarlo para dar paso a la voz de la cultura investigada, vulnerando así
una de las reglas fundamentales y también aspiración fundamental de la
antropología, que es conocer al “otro” previa dejación de los prejuicios
propios. En segundo lugar, la acusa de seleccionar sus materiales de acuerdo a
un propósito previo y con la voluntad de dar coherencia a su presentación en el
texto final. En tercer lugar, Sigaud atribuye la obsesión de Scheper-Hughes sobre
ciertos temas, por el impacto que le produjo ver morir de hambre niños muy
pequeños en sus anteriores estancias en O
Cruzeiro. Finalmente, Sigaud denuncia que las pesquisas de Scheper-Hughes se
dirigen a encontrar respuestas alternativas dentro del mismo marco –criticado–
del que surgen.
Por su parte, Arturo Escobar[35]
ha desacreditado las prácticas de Scheper-Hughes desmontando su discurso, y se
basa en la consideración de los sesgos paternalistas de las acciones llevadas a
cabo por organizaciones como la de Scheper-Hughes cuando era estudiante
voluntaria. En este aspecto, Andreu Viola informa sobre las numerosas misiones
del USAID[36] y voluntarios del Cuerpo
de Paz que desplegó Estados Unidos en América Latina con la intención de
neutralizar el “mal ejemplo castrista”. Según Viola, estos proyectos tenían un
trasfondo propagandístico más que evidente. Pero más allá de la participación de
Scheper-Hughes –joven universitaria– en estas misiones, lo que se le reprocha
es la invisibilización de este hecho en su libro y no dar cuenta de otro tipo
de organizaciones autóctonas.
Pablo Romero se pregunta, inspirado en un trabajo de
Alba Zaluar[37] en Cidade de Deus, por qué Scheper-Hughes no identifica la variedad de
estratos, incluso en el propio Alto.
Mientras que Zaluar habla de malandros,
bandidos, bêbados y vagabundos,
Scheper-Hughes limita la variedad cultural y social a tres tipos de pobreza, las que se dan
necesariamente en su ámbito de estudio.
Marvin Harris[38],
por su parte, critica de Scheper-Hughes las carencias de método (falta de datos
empíricos) a su teoría de que las carencias (alimentarias entre otras) de los
habitantes del Alto son ocultadas por
su medicalización, y a su tratamiento de los nervos.
Creo que ha quedado demostrada la dificultad que
entraña la labor del etnógrafo y la fragilidad con que pueden condicionarse los
postulados epistemológicos de la antropológica. Diferentes corrientes
doctrinales, diferentes formas de afrontar las situaciones, un academicismo que
marca unas pautas que deben tenerse siempre presentes y, en caso de convenir
excepciones, justificar claramente los motivos. Todas ellas son partes
importantísimas del desarrollo etnográfico y que no puedo más que entenderlas,
aprehenderlas y respetarlas por el mero hecho de que son producto del trabajo teórico
y de campo de infinidad de profesionales de la antropología. Creo que la
función principal de mi trabajo es el de relacionar todos los enfoques
teóricos, las técnicas utilizadas, las dudas que provoca el etnocentrismo, la
opinión sobre el enfoque relativista y, a todo ello, ser capaz de armonizarlo
con un temario que aclara muchos de los conceptos manejados en este trabajo y
que él, a su vez, enriquece y da cohesión a lo aprendido en este curso.
En una visión menos delimitada por los fines de la
asignatura, y un poco más libres en cuanto a opinión, he de decir que me parece
un estudio realizado desde una perspectiva eminentemente ética, donde creo que
han aflorado los prejuicios morales más de lo que debiera para conseguir un
estudio y unos resultados asépticos y rigurosos. No obstante, entiendo
perfectamente la postura y las decisiones de la doctora Scheper-Hughes, por cuanto mis estudios están
encaminados hacia la filosofía, y la ética es una parte fundamental de esta en
cuanto a filosofía de la moral. Por otra parte, la filosofía me obliga a dudar
y cuestionar todo cuanto acontece y se relaciona, desde los principios
teórico-morales utilizados por la doctora Scheper-Hughes hasta los más
rigurosos de todos sus críticos. Pero entiendo que, realmente, lo que debe
privar en este trabajo es la asimilación del programa de estudios y sus
interconexiones con La muerte sin llanto.
Colau
10/05/2015
[1]
SCHEPER-HUGHES, Nancy. (La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil. Barcelona,
Ariel, 1997). 1997:10. Morris Kish es un pintor, vecino de Nancy Scheper-Hughes
en South Third Street, en el sector Williamsburg del Brooklyn.
[2]
Ibíd. 1997:35 de Levinas, 1987:91.
[3] LÉVINAS, Emmanuel (1906-1995). Filósofo y escritor. El magisterio de
Lévinas permitió la difusión de la fenomenología alemana en Francia. A la manera de Paul Ricoeur y Jules Lasalle,
Lévinas consagró su vida y su obra a la reconstrucción del pensamiento ético
después de la Segunda Guerra Mundial
[4]
SCHEPER-HUGHES, Nancy. (La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil. Barcelona,
Ariel, 1997). 1997:36 “Como mujer y como feminista, aunque no una convencional,
me he sentido más atraída (pero no diré por «naturaleza») por las experiencias
de las mujeres”.
[5]
Ibíd. 1997:170 La conscientizacao.
[6]
SCHEPER-HUGHES, Nancy. (La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil. Barcelona,
Ariel, 1997). 1997:28.
[7]
Ibíd. 1997:29.
[8]
Ibíd. 1997:29.
[9]
Ibíd. 1997:16.
[10]
Ibíd. 1997:10.
[11]
James CLIFFORD y George E. MARCUS. (Retóricas de la antropología. Madrid,
Ediciones Júcar, 1991) 1991:32-33.
[12]
SCHEPER-HUGHES, Nancy. (La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil. Barcelona,
Ariel, 1997). 1997:34.
[13]
Ibíd. 1997:35
[14]
Ibíd. 1997:32
[15]
MARÍAS, Javier. (Tu rostro mañana. Madrid, Alfaguara, 2009).
[16]
WOLF, Eric R. (Europa y la gente sin historia. México: Fondo de Cultura Económica,
2005).
[17]
SCHEPER-HUGHES, Nancy. (La muerte sin llanto. Violencia y vida cotidiana en Brasil. Barcelona,
Ariel, 1997). 1997:227.
[18]
Ibíd. 1997:55.
[19]
Ibíd. 1997:52.
[20]
Ibíd. 1997:91.
[21]
Ibíd. 1997:115.
[22] Ibíd. 1997:268.
[23]
Ibíd. 1997:328.
[24]
Ibíd. 1997:138.
[25]
Ibíd. 1997:138.
[26] Ibíd. 1997:163-165.
[27]
Ibíd. 1997:186.
[28]
Ibíd. 1997:170.
[29]
BERLIN, Isaiah. (Dos conceptos de libertad. Ensayo de 1958).
[31] SCHEPER-HUGHES, Nancy. (La muerte sin llanto. Violencia y
vida cotidiana en Brasil. Barcelona, Ariel, 1997). 1997:216.
[32]
Ibíd. 1997:122 y 247.
[33] Las críticas que a continuación se relacionan forman
parte del artículo publicado por Gazeta de Antropología, 2004, 20, art. 26,
elaborado por ROMERO NOGUERA, Pablo. Antropólogo. Investigador doctorando en la
Universidad de Barcelona.
[34] SIGAUD, Lygia (1945-2009). Antropóloga brasileña de la
Universidad Federal de Río. Sus
actividades de investigación y enseñanza se focalizaron en la teoría
antropológica, la historia de la antropología, el estudio de los intercambios y
las obligaciones sociales, los movimientos sociales, el derecho, la ocupación
de tierras y los procesos de transformación en las plantaciones de Pernambuco.
[35]
ESCOBAR, Arturo (Manizales, Colombia, 1952). Antropólogo colombiano y profesor en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill cuyas áreas de interés son la ecología política, la antropología
del desarrollo, movimientos sociales, ciencia y ecnología así como cuestiones sobre
Colombia.
[36] La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (en inglés: United States Agency for International Development).
USAID son sus siglas en inglés.
[37] ZALUAR, Alba María (1942, Rio de Janeiro). Antropóloga brasileña, con especialización en las áreas de antropología urbana1 y de antropología de la violencia. En
1984, obtuvo un doctorado en Antropología social, en la Universidad de São Paulo.
[38] HARRIS, Marvin (1927-2001). Antropólogo estadounidense conocido por ser
el creador y figura principal del materialismo cultural, corriente teórica que trata de explicar las
diferencias y similitudes socioculturales dando prioridad a las condiciones
materiales de la existencia humana.
PER AIXÒ HAS TRET UN EXCEL·LENT !!! ENHORABONA !!!
ResponderEliminarExcelente resumen. ¿Podrías pasarme el libro en cuestión?
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