Si Albert Rivera y “Ciudadanos”
fueran liberales podríamos estar tranquilos, pero son fieles continuadores del “absolutismo
democrático”, y me explico. El liberalismo, por definición, defiende la
libertad del individuo tanto como evita la intromisión del estado en la vida
social y económica. Estas premisas, en cambio, no aparecen o lo hacen solo
sesgadamente en los idearios de los que dicen formar “el moderno centroderecha”.
Sin ir más lejos, el aludido nuevo adalid de la derecha española, presentó
ayer, en loor de multitudes, su propuesta de reforma constitucional. El
objetivo principal de Rivera es encerrar para siempre, en la prisión de
Montecristo (Castillo de If en la bahía de Marsella), el modelo territorial
español y su inherente traspaso de competencias. Es decir: — Nacionalistas:
¡Esto se ha acabado! Se trata solamente de maniatar definitivamente a las
comunidades autónomas y a sus pérfidos separatistas, ya que ahora están en
Catalunya, pero “en cualquier monte aparecen setas”. Para disipar cualquier
duda de la derecha más sórdida, su propuesta constitucional se apunta al carro
del PP en cuanto a legislar positivamente un nuevo modelo de financiamiento
autonómico, basado en una cartera de servicios públicos comunes y proclaman “acabar
con los privilegios forales”. Recuerden los más ancianos, lo vivido cuando
Felipe V vendió su alma, y Gibraltar, y Menorca a los ingleses para someter el
Reino de Aragón al nacionalismo centralista, cuyos incondicionales, como ahora,
aplauden que se rebajen privilegios de los otros en lugar de exigir que se
igualen los suyos con los que más tienen. Es la muestra del tipo de envidia más
miserable, la española: conformarse con que se le arrebate al prójimo lo suyo de
manera que tenga lo mismo que uno, olvidándonos de que se le puede exigir al
mismo ejecutor que no quite ningún derecho a los demás, sino que iguale a todos
haciendo extensivos esos privilegios a todo el país. Finalmente, en este
aspecto, la Constitución de Rivera no contemplaría el artículo 150.2 actual,
que permite traspasar competencias estatales a las autonomías. De esta manera,
se me ocurre, desaparece el poder de esos partidillos de provincias que han
extorsionado a los nobles gobiernos exigiendo nuevas prebendas autonómicas a
cambio de poner su voto a disposición del gobernante de turno. Se ha acabado: —
Diputados de provincias, ya no tendréis tenazas para cogernos por las gónadas: ¡habéis
perdido vuestra razón de ser! Esto, me da la sensación, de que no forma parte
del liberalismo entendido como libertad. Pero, por si no fuera suficiente y
todavía quedara algún traidor a la patria, la propuesta constitucional de
Rivera contempla que, en caso de crisis — se refiere a que “el monte se llene
de setas”— el estado debe disponer de nuevas herramientas para controlar y
tener primacía sobre las autonomías, es decir “sobre los otros”. Hay que
colocar a cada uno en su sitio. Frente al modelo federal del PSOE, el modelo
centralista de Ciudadanos. ¿Y todos los demás? Estos no quieren otro modelo
político, quieren el mismo, pero siendo ellos los que manden. ¿Y Podemos,
también cojean del mismo pie? Bueno, basta de digresiones, vuelvo al tema
central.
Después de arrebatar toda
posibilidad de libertad nacionalista a los provincianos, vienen las aportaciones
populistas como pasto para el ganado indeciso: desaparición del Senado, aunque
sustituido por un ¿consejo de presidentes?, abolir el Consejo General del Poder
Judicial y dar poderes al presidente del Supremo “que pasaría a ser elegido de
forma más democrática”. Por supuesto, señor Rivera: si el poder en cualquier campo
está concentrado en una persona o institución, basta con controlar a una
persona o a una institución para que pase a ser un siervo más del poder. Más
medidas populistas: supresión de los privilegios a los parlamentarios —brindis
al sol si no se pormenoriza— y un paquete de nuevos artículos dedicados a los
derechos sociales. Por supuesto, cuando un derecho social debe ser regulado lo
único que podemos sacar en claro es que tendrá límite.
Alguien nos ha vendido que el
cambio político en España debe fundamentarse en el rejuvenecimiento de sus
dirigentes, en la aparición de nuevas siglas y en propuestas ocurrentes y nuevo
talante que, todo junto, debe diluir la pátina rancia de los partidos de
siempre y llevar a sus “súbditos” (aquella calificación que sustituyó la
Constitución de 1812 por la de “ciudadanos”) al mayor grado de sumisión, solo comparable
al padecido durante los cuarenta años de dictadura, con una falacia premeditada
y ruin que permite adocenar por fe y convencimiento a una gran proporción de
nacidos en este país.
Señor Rivera, con esta reforma
constitucional que propone y promete poner en marcha en el caso de gobernar
después del 20 de diciembre, la libertad del individuo y de muchos colectivos
queda cercenada, la intervención del estado en la vida social es ostensible,
pero el gran liberalismo neoespañol del futuro sigue respetando y sin coartar
por constitución alguna a la economía: las SICAV españolas —un 70% de sus recursos
invertidos en el extranjero—, las multinacionales que intoxican la atmósfera a
la vez que se enriquecen ofensivamente, la delincuencia fiscal que supera a
todas las setas que puedan poblar nuestros montes, nada de desigualdad,
pobreza, desempleo: el liberalismo es dar autonomía a las empresas para que
creen riqueza, no para que se enriquezcan unos pocos. Nada sobre derechos de
trabajadores, derogación de reformas laborales, nada de conservar una docencia
con asignaturas que ayuden a la independencia racional del individuo tipo
humanidades, nada sobre el éxodo hacia Europa de seres humanos perseguidos. En
definitiva, el señor rivera podría ser perfectamente un Rajoy recién graduado:
liberalismo, sí, pero solo económico. Demasiados cambios para seguir igual que en
1715.
Colau
08/11/2015
Vaja reflexió!!! Bona, real i a tenir en compta a s'hora de votar, però molt me tem que es mal està fet: sa manipulació "mental" de sa població "no pensant". Vorem 21/12.
ResponderEliminarColau, enhorabuena. No has podido fotografiar mejor al "personaje" Rivera. El sí que es nacionalista. Nacionalista español!
ResponderEliminarPeligro. Peligro. Ese crecimiento del nacionalismo español es claramente irreal. Mucha gente votará a Rivera por su "prometida" regeneración democrática. Cuando se den cuenta que es un Centralismo a ultranza sera tarde, para cuatro años.
Gracias, Toni. Desgraciadamente, como tú bien dices, cuando nos demos cuenta que lo de regeneración democrática con Rivera es una quimera (valga el pareado), entonces será tarde. Y cuatro años en una vida de plazo limitado como la nuestra es mucho tiempo.
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