El próximo domingo se celebra San
Valentín o, lo que es lo mismo, el día de los enamorados. Cuando aparecen esos
términos en cualquier conversación, siquiera en nuestra mente, no manejamos
otro axioma de partida que no sea el del carácter eminentemente comercial del
día: uno más de tantos. Y es cierto que lo tiene, y mucho, sobre todo en cuanto
a implicación mediática. Aunque esto no acarree mayor problema en el caso de
que optemos por la prudencia y mantengamos a raya la bulimia consumidora.
No obstante, quiero subrayar otra
connotación que puede o podría tener este día, y que, en realidad, es su más
genuina razón de ser, lo que nos puede devolver emocionalmente lo que nos ha
costado económicamente.
Creo que utilizar una excusa como
esta para pasar unas horas con la pareja, ya sea en una cena romántica, en un
paseo tranquilo, en una actividad cultural o cualquiera otra actividad que nos permita
el sosiego y concentración suficiente para hacer balance, para revisar los
sentimientos y ponerlos al descubierto es, de por sí, un privilegio, pero, si
además somos capaces de analizar la relación juntos y analizar las desviaciones
respecto de las expectativas que en ella
pusimos en el pasado, y comprobar si seguimos compartiendo un objetivo común,
al margen de los individuales; y reflexionar sobre si todavía seguimos
aspirando a terminar la vida juntos o preferimos otear otros horizontes. Que ya
no estamos enamorados, es una obviedad, pero por qué no pensar por un momento
si el tiempo compartido es el tiempo mejor invertido y el que más deseamos
invertir; por qué no reflexionamos sobre el lugar en que ponemos a nuestra
pareja respecto de los demás; por qué no comprobamos, en unas horas, si la
interpretación que damos al idioma de nuestra pareja se ajusta a lo que quiere
expresar o, solamente, a lo que deseamos oír; y, finalmente, y no menos
importante, mirarnos a los ojos y comprobar si allí detrás sigue habiendo alguien,
y si lo hay, asegurarnos de que es quien creemos que es y de que ve a quien
cree ver, y ambos, vemos a quien queremos ver.
Todo esto es posible en solo unas
horas, pero para estar seguros de que no nos engañamos ni engañamos y para
vivir en la ética de la confianza, la lealtad, la franqueza y la honestidad,
necesitamos ejercitarnos diariamente: solo estos ejercicios pueden convertir
una vida prosaica en un bello poema.
Veliz San Valentín, a todas y a
todos.
Colau
P. S. A determinadas personas no
les gusta la poesía, pero no por ello deben renunciar a una vida de pareja
plena y transparente…, aunque un poco tamizada, para que no pierda un ápice
de sorpresa y encanto.
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