Baste quizás repasar someramente
el devenir del PSOE desde la recuperación de la democracia, para poder atisbar
lo que le está sucediendo al partido que otrora alternara legislaturas de poder
y de oposición, y fuera dueño del llamado Centro Izquierda del mapa político
español.
Toda vez que la población se
aseguró (perceptivamente) de la desaparición del franquismo, una inmensa mayoría
de españoles deseaba modernizarse, ser como los europeos, mejorar todas las
condiciones de ámbito social, laboral, cultural y económico. Con el franquismo
se había divido España en dos naciones, la afín al régimen con el cual se había
enriquecido, y la menos favorecida, separada de la primera por un gran abismo
social e ideológico pero alentada por la aspiración de mejorar como país. Al
fin y al cabo, todos sabían que era la única manera de mejorar individualmente.
España fue entrando en el
concierto internacional y afirmando proclamas y deseos, antes poco menos que
utópicos. El país se fue aburguesando a medida que la bondad económica llegaba
a más hogares y equilibraba las clases sociales dando pie a la Clase Media Acomodada.
Llegado a ese punto, el Partido Comunista seguía enquistado en su acción
reivindicativa y antiliberal, lo que casi le hizo desaparecer. Cambió de siglas
y de personas, pero no se adaptó a los requerimientos de la nueva clase media.
Era un momento en que la pobreza empezaba a ser una palabra políticamente
incorrecta, y parecía que los poquísimos que acumulaban la mayor parte de la
riqueza estaban al alcance de cualquiera que se lo propusiera. Al menos así se
vendía, voceando a los cuatro vientos desde Europa y desde los propios
dirigentes españoles.
Por supuesto, el PSOE también se
aburguesó. Se situó en una posición en la que no podía competir con un PP experto en conducir
por terrenos fastuosos. Los principios liberales, con la globalización
económica, el auge de la economía financiera y la imagen especular que se
recibía desde Europa, se fueron reinventado hasta que se autoproclamaron
neoliberales. Esto le supuso una adhesión masiva de una sociedad cada vez más
voraz, más autosuficiente y más engañada.
A partir de ese instante, el tiempo de conquistar pasaría paulatinamente
a ser momento de no perder lo cosechado. En esos momentos el PSOE mantuvo sus
niveles de segunda fuerza política, en gran parte, por la huida masiva de votos
comunistas hacia sus listas, por los nostálgicos y, como no, por aquellos que
mantuvieron sus principios firmes e inalterados. Insuficientes.
De repente, llegó la crisis que
todos previeron —a posteriori—, que todos sabían cómo capear, cómo reconducir,
pero que no estaba al alcance de ningún gobernante español, puesto que el
gobierno real, el económico-financiero, estaba fuera de nuestras fronteras
El PSOE fue el que menos aprendió
de la crisis: no hizo nada por adaptarse a los nuevos tiempos. En la proporción
que la igualdad efectiva —la económico-social— decrecía a pasos agigantados, el
PSOE seguía preocupado por adoptar medidas para salir de la crisis y quedarnos como
estábamos antes. En ningún caso se dio cuenta de que la situación no podía
afrontarse desde la perspectiva del bolsillo lleno de sus votantes, sino de las
ahora vacías alacenas, desahucios y miserias. Ahí se produjo el gran error del
PSOE. En lugar de regresar a sus principios, los mantenidos históricamente, se
ahogó en su aburguesamiento. Mientras la sociedad sigue buscando aquellos
principios y no los encuentra en el “lugar” donde estaban. Ahora, aquellas
ideas aparecen en otros partidos, de izquierda, antigua y nueva. De la que se
mantuvo en coma durante decenios —IU— de los surgidos a raíz del 15M, que no
son más que prototipos de partidos eminentemente sociales, partidos de
izquierdas de toda la vida, pero sin la rémora que le llegó a suponer, en
tiempos de bonanza, sus tendencias marxistas, que para muchos seguía recordando
la revolución bolchevique. Ahora, todos juntos, forman la nueva izquierda, la
que se adapta como un guante a los problemas de los que reclaman recuperar la
igualdad social. Significan ahora lo que el PSOE significó en la incipiente
democracia. Ahora otros están ocupando el lugar que tuvo el centro-izquierda en
su momento, además del suyo propio, la izquierda-izquierda.
El PP, en cambio, no se ha movido
un ápice de su sitio y ahora recoge los réditos de los suyos de siempre —franquistas,
extrema derecha, burguesía, clero y aristocracia— y de los que se han quedado
en la parte acomodada más allá del precipicio, sea por el motivo que sea.
El PP está en su salsa. En la
guerra hasta el más piadoso se convierte en asesino por mera asimilación. En
una sociedad donde el primer valor ético es el dinero, la corrupción se
convierte en herramienta irrenunciable. El PSOE está tocando suelo, quizás lo
toque el 26J. La ceguera política, el acomodo en un estrato social que solo
corresponde en épocas prósperas y la incapacidad de regresar sobre sus pasos,
ha sumido al PSOE en la inanidad. Y viendo que nadie en ese partido es capaz de
ver más allá de su parcela de poder, su futuro no aparece alentador.
C's tiene los votos de los antiguos socialistas que creyeron alcanzar una clase
superior a la de “media-acomodada”. Con el cambio de voto no sienten que
traicionen a nadie puesto que no han cambiado PSOE por PP, pero se han
desmarcado de esa clase media de la que muchos huyen a otra superior, dada la
facilidad con que se suele confundir a la clase media con la clase mediocre. Pero
se equivocan. La mediocridad se encuentra en idéntica proporción en todos los
estratos sociales: desde el bedel al catedrático, desde los empleados de
limpieza a los insignes cirujanos, desde el indigente pobre al indigente millonario,
desde el que suscribe a todos los que lo leen; todos gozan de la misma cuota de
mediocridad. Por lo tanto, no es descartable que para todos estos votantes de C’s,
incluidos también los llegados de la derecha del PP, este no sea más que otro
paso en su camino de ascenso en la escala social. Creo sinceramente que la apuesta
que hizo el PSOE con C’s después del 20D, no hizo más que evidenciar lo que nadie
quiere aceptar: son equivalentes, es decir, C’s es una consecuencia lógica del
PSOE del siglo XXI.
La izquierda, si todavía existe,
ha quedado para Podemos, IU, mareas de aquí y de allá, verdes de acullá y
algunos nacionalistas cuyos intereses convergen con esa izquierda en muchos
puntos mientras que en otros van más allá, pues entienden que el oprobio en el
que les ha sumergido el PP hasta la fecha, no merece otra cosa que “independizarse
de la cosa”. Lástima que los partidos que representan únicamente el orden europeo
—PSOE incluido—, no tengan, cuando menos, la misma dignidad que esta nueva
izquierda, o izquierda renovada, si se quiere; o esos valores que derrochan los
verdes, lo animalistas, los nacionalistas, los soberanistas, sean de derechas o
izquierdas. No se inventen eufemismos innobles, déjense de abstracta
transversalidad y vayan directamente a la bisectriz. Al PSOE le queda un arduo
y largo camino por recorrer, para resituarse, pero en primer lugar, debe
asimilar que la clase media que le votaba se ha reducido sustancialmente; y a
continuación, ofrecer un programa que vaya directo a la bisectriz y no se
pierda por la transversalidad.
Colau
21/05/2016
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