Es nostro idioma
Cuántas veces no habremos oído los tópicos: “el tema del idioma está completamente
politizado” o “a mí no me interesa,
es un tema político”. Bien, pues yo diría que precisamente por eso, por ser
un tema social y cultural, por lo tanto político, nos interesa. Hay que
politizar todo lo que nos afecta en tanto que miembros de una polis, y en todo
lo posible y cuanto más mejor. Es decir, ha de procurarse que todo lo tocante a
nuestra libertad e igualdad públicas, que todo lo que pueda contribuir a
depurar la vida colectiva pase por el examen del mayor número de ciudadanos, se
debata entre ellos y se decida públicamente acerca de su conveniencia. Somos
seres tanto más libres cuanto más politizados. El idioma es un tema político,
por eso nos interesa a todos. No podemos descargar nuestras responsabilidades
sobre los demás y quedar nosotros al margen. Pero, sobre todo, no podemos
quedarnos al margen del tema lingüístico para a continuación criticar lo
acordado y dispuesto con la pasividad que nos caracteriza. Tampoco es de recibo
opinar de “oído”, sin documentarse, o por cuestiones puramente ideológicas, de
simpatía o de encono hacia otros ciudadanos, ideas o provincias. Mucho se ha
escrito sobre el català, el mallorquí, el valencià, el menorquí, el eivissenc y
el formentarenc, incluso alguien apuntará que el “sargantarenc” de Sa Dragonera
es un idioma. Las palabras de Aurelio Arteta aportan la solución:
“¿Que la tabarra de marras sólo quiere
denunciar las miras partidistas o sectarias, en una palabra, las que subordinan
el interés general al particular de un grupo o de un líder? Pues entonces
debería decirse, para no confundir ni confundirnos, que ese problema está mal politizado y hay que procurar politizarlo bien”.
Sin lugar a dudas, creo que este es el problema
idiomático de nuestra comunidad: el uso partidista que se ha hecho de él y su
conversión en verdad absoluta (a favor de unos y otros) para el deleite de
fundamentalistas de toda índole.
Para los y las que seguís mi blog, voy a intentar
poner a vuestra disposición el mínimo de información necesaria para que cada
uno pueda sacar sus propias conclusiones: que arrime o no el ascua a su
sardina, pero con conocimiento de causa. No soy filólogo, pero soy el que
escribe este blog, por lo tanto, dentro de mis limitaciones y aprovechando los
trabajos realizados por otros, intentaré ser riguroso en el fondo e imparcial
en los matices.
Creo que es importante tomar consciencia de la
procedencia de nuestro idioma, puesto
que de ello depende dejar aclaradas muchas cosas. Todos los especialistas –y
creo que la mayoría de los mortales, a excepción de algún iluminado– coinciden
en que se trata de una lengua romance y que procede del latín. Permitidme que
os exponga algunas razones.
No hay que descartar, por supuesto, que los idiomas
pre y post románicos dejaran, cada uno de ellos, su propia huella: el fenicio,
el griego, el íbero, el púnico (o cartaginés), el vándalo, el gótico (o
visigodo), el bizantino, el árabe, el mozárabe, el hebreo…, tanto en la costa
mediterránea como en les illes. Pero fue el latín, una lengua culta, literaria
a la vez que popular, la que irremisiblemente se imponía donde llegaba. ¿Hay
que descartar entonces un català anterior al latín? Por supuesto que sí. Lo que
no hay que obviar son las aportaciones de vocablos y topónimos arcaicos sobre
la nueva lengua llegada de Roma. A Mallorca, Quintus Caecilius Metellus, se
trajo cerca de 3000 colonos entre romanos e íberos para poblar las dos nuevas ciudades fundadas (Palma y
Pollentia). Esto sucedía en Mallorca el año 121 a. C. Pero en la península
ibérica, más concretamente en Ampurias (comarca gerundense del Alto Ampurdán),
habían desembarcado el 218 a. C., es decir, que ya llevaban casi cien años mal
hablando un latín eminentemente popular. De la lengua ibérica importada por parte
de los colonos llegados con Caecilius Metellus, procedentes de la zona
mediterránea de la península ya colonizada, han llegado a nuestros días
palabras (de raíz íbera), primero a través del latín hablado y finalmente a
través de nuestro idioma, tan comunes
como: esquerra, estalviar, paparra,
sargantana, pissarra, bassa, marrà, artiga, sarna… Son palabras vivas en nuestro idioma desde hace un par de
miles de años.
Parece ser que la zona mediterránea tenía un contacto
más fluido con Roma, no en balde la gran Vía
Augusta que salía de Roma, cruzaba el sur de la Galia y se adentraba en Hispania
a través del pirineo oriental; siempre bordeando la costa mediterránea llegaba
hasta la tierra de los deitanos, tribu
ibérica que ocupaba la zona de lo que hoy sería la región murciana. Las zonas
alejadas de esta gran vía de tránsito eran de más difícil acceso –zonas
interiores y occidentales de Hispania–, y siempre tardaban más en incorporar
las innovaciones, lo que les hacía mantener, en algunos casos, formas más
antiguas de lenguaje.
· La e breve
latina se convierte en el diptongo ie
en castellano, mientras que en català se ha mantenido la e.
· Palabras que en latín terminan en vocal átona, en
castellano se mantiene la vocal, mientras que en català desaparece.
·
La conversión del grupo latín ct en ch en castellano y
en t en català.
·
La conservación de la l inicial latina en castellano y su conversión en ll en català
No me extenderé más en este aspecto. Pero creo que
queda claro que tanto el castellano como
nuestro idioma vienen del latín, en
ocasiones de uno más antiguo, en otras de otro más evolucionado, y en la
mayoría de casos, por derivación de las mismas palabras. Si estamos de acuerdo,
sigamos.
En el siglo X el latín ya se había convertido
completamente en català, en lo que a la península se refiere. Se había
convertido en català en la boca del pueblo, pero todavía no en sus escritos. En
Mallorca, mientras tanto, también iba evolucionando el latín llegado con Caecilius
Metellus. Trecientos años más tarde Mallorca fue saqueada por los vándalos que
mantuvieron la hegemonía de la isla, lengua inclusive –lengua germánica
emparentada con el idioma gótico de los visigodos–, durante ciento diez años (palabras como estona, fang, amanir, blau, blat, bugada, ganivet, lleig, pota,
esquena, guaitar, gaire, guarnir, coca, llesca, taca, gratar, etc., son
palabras germánicas que arraigaron en nuestro idioma). Hasta que el famoso
general Flavio Belisario, por orden del todopoderoso rey de Bizancio,
Justiniano I, en el año 534, les pusieran de patitas en el mar. Por supuesto
los bizantinos no hablaban latín, ni gótico, sino griego que, a partir de este
momento, también tuvo su sitio en sa
roqueta. Cerca de doscientos años más tarde empezaron los acosos
musulmanes, hasta que finalmente, entre 903 y 1229 Mallorca estuvo en manos del
Califato Omeya a manos del Emir de Córdoba, posteriormente pasó al emirato de
Denia hasta que se convirtió en un emirato independiente primando, durante más
de trecientos años, el árabe sobre el latín vulgar (protoromance) y demás
lenguas heredadas.
La ocupación árabe de la península dejó claramente su
influencia en el català continental, palabras como: albercoc, albergínia, arròs, espinac, safrà, taronja, llimona,
safareig, sínia, sèquia, rambla, raval, rafal, rajola, sanefa, golfes, racó,
setrill, tassa, gerra, arracades, escabetx, tabac, massapà, xarop, flassada,
llebeig, xaloc…, dan muestra de ello.
Rondando el siglo XIII, en la Península Ibérica o
“continente” o, más concretamente, en lo que se ha venido en llamar “Catalunya
Vella” existían, a grandes rasgos, tres dialectos del català: el septentrional, hablado en la zona del
Rosselló; el oriental, que se
hablaba en Osona, Girona y Barcelona; y el occidental,
centrado entre Urgell, Pallars i Ribagorça. Cada uno de ellos con sus
peculiaridades respecto de los otros dos. Si nos centramos en el oriental –por intereses que veremos
seguidamente–, notaremos algunas diferencias que seguro que nos suenan. Por
ejemplo:
·
Neutralización de las vocales a y e en posición átona,
siendo sustituidas por una vocal neutra: para, casa, taulas
en lugar de pare, case, taules.
·
Pronunciación como u de oes no acentuadas: purtal en lugar de portal. Se adoptaría, sobre todo, en Sóller, Menorca y Pitiüses.
·
No pronunciación de la i en el grupo ix: Caixa.
·
Desinencias del presente de indicativo en –Ø, -i o –u: cant, canti,
canto. En les illes arraigó la primera desinencia, es decir, la que elimina la
terminación vocal del presente de indicativo: cant, estim, camin, escolt…
La conquista de Baleares obedecía a una serie de
intereses económicos y estratégicos muy claros: nido de piratas sarracenos,
constituía un serio inconveniente para la navegación comercial de Catalunya,
Génova y Pisa; es por ello que, después de una conquista efímera el siglo XII
–en la cual ayudaron genoveses y pisanos–, se emprendió la conquista definitiva
de les illes y su incorporación a la Corona de Aragón (Mallorca, Jaime I, en
1229; Eivissa, por orden de Jaime I y materializada por Arzobispo de Tarragona,
el Conde del Rossellón y conde de Urgell en1235 –repoblada por campesinos del
Ampurdà–, Menorca, Alfonso III, 1287 –repoblada por catalanes, aunque quedó una
abundante población musulmana–). Las casas y las tierras fueron repartidas
entre los catalanes, aragoneses y occitanos que acudieron.
La población de les illes quedó
constituida mayoritariamente por catalanes procedentes de la Catalunya oriental, tanto en la primera
colonización inmediata a la conquista, como después con las sucesivas afluencias
de colonos, especialmente con ocasión de
la despoblación causada por la peste (un ligero brote en 1230 y la gran
devastación de 1348, pasando de una población en 1343 de más de 11000
habitantes, en la isla de Mallorca, a los escasos 9000 de 1349). Todo esto tuvo
una gran importancia de cara a la formación del català propio de les illes, y
de cara a su particularización lingüística en general.
Se nota incluso alguna influencia occitana en la
desaparición de la s entre vocales,
en muchos casos (camisa se convierte
en camia, rosegar en roegar…). En
cambio, otras características que evolucionaron en el català oriental se mantuvieron inalteradas en les
illes, incluso hasta nuestros días. Así, mantenemos la vocal neutra en palabras
como francés, que en català oriental
es hoy una e abierta; la diferencia
entre poll (pollastre) y poi (insecte paràsit), que en el norte
de la Catalunya oriental todavía se mantiene en zonas rurales; la plena
vigencia en les illes del artículo “salat” (es pa, sa cadira), es hoy
solo una reliquia en algunos lugares de
la Costa Brava (recordemos que el artículo “salat” fue el primer artículo català, como lo demuestran documentos del
s. XII. Aunque en este mismo siglo ya empezaba a sustituirse por los artículos
“literaris”); la distinción
entre la b y la v, mantenida en Catalunya solamente en una parte del campo de
Tarragona, se mantiene intacta en Baleares… Todas estas diferencias son propias
del aislamiento geográfico, propicio en todas las lenguas para la conservación
de formas antiguas que no han seguido la evolución general, lo que le da a les
illes un català diferenciado y eminentemente rico.
La necesidad del uso escrito de la lengua popular fue
penetrando en las costumbres de la época. Necesidad que se manifiesta abiertamente
en el siglo XIII y comienzos del XIV, en el que surge con fuerza la literatura
en lengua catalana. La aparición de Ramon Llull, mallorquín hijo de
barceloneses, marca la entrada del català por la puerta grande de la
literatura: no solamente utiliza el català en la prosa literaria, sino en los
tratados de filosofía, hecho insólito en su momento incluso en siglos
siguientes donde el latín era considerada la lengua más apta para expresar los
conceptos filosóficos y teológicos.
La Cancelleria Reial (organismo administrativo de la Corona de Aragón,
creada en el siglo XIII, cuyo primer canceller
fue el obispo de Barcelona Berenguer de Palou) tiene una importancia enorme en
la historia de la lengua catalana, ya que los funcionarios que en ella
trabajaban hicieron, en la práctica, una función semejante a la que hoy ejerce
la Acadèmia de la Llengua. Todos
ellos dominaban el latín, lo que influyó favorablemente a dar al català una
gran riqueza y flexibilidad expresiva: la estructura de la frase latina ayudó a
formar la estructura de la frase catalana naciente. Con el mismo català
unificado de la Cancelleria, y desde
el siglo XIII, se escribe toda la documentación de la Generalitat de Catalunya, de la Generalitat
de València, del Gran i General
Consell de Mallorca y la de todos los municipios y notarios. El català
escrito aparece, durante toda esa época, con poquísimas diferencias en todos
los territorios que conforman la unidad de la lengua catalana.
La excepción, dentro de este panorama, la constituye
la poesía. Durante todo el siglo XII y XIII, la poesía se escribe en lengua
occitana (provenzal). Se trata de una producción culta, que se cultiva en los
círculos aristocráticos. Esta poesía va quedando en segundo plano durante el
siglo XIV, en la misma medida en que también va quedando la aristocracia.
Ausiàs Marc, el gran poeta valenciano del siglo XV, será el que desplazará
definitivamente el provenzal y utilizará exclusivamente el català en su
producción.
A medida que va subiendo con fuerza
una burguesía mercantil, la literatura deja de ser un exponente de la cultura
clerical, que se expresaba en latín, recoge los temas que interesan a los
estamentos burgueses y populares y se expresa, cada vez más
mayoritariamente, en la lengua nacional.
La poesía en lengua occitana no es más que un reducto sofisticado, que no
impide, por otra parte, que en los ambientes cortesanos se utilice el català
para las otras manifestaciones: los parlamentos en les Corts, les cròniques,
el compendio de leyes como els Usatges,
el Consolat de mar, els Furs…
La literatura de creación aparece en
todo el universo de habla catalana; así, los mallorquines Ramon Llull y Anselm
Turmeda, los catalanes Ramon Muntaner, Francesc Eiximenis y Bernat Metge, los
valencianos Arnau Vilanova, Jaume Roig y Joanot Martorell. Se dirigen al gran público, tocando una
diversidad de géneros cada vez más amplia, desde novelas menores hasta la gran
novela Tirant lo Blanc de Joanot
Martorell, o la obra satírica en verso Espill
o Llibre de les dones de Jaume Roig.
La lengua catalana literaria, nace,
se desarrolla y se perfecciona a través de la prosa, al contrario de todas las
otras lenguas románicas: occitano, castellano, gallego, francés e italiano, que
se forman primero como lenguas poéticas. Y también es, por otra parte, la de
más sabor popular.
El català
ha sido perseguido desde la Guerra de Sucesión Española, por mucho que algunos
lo nieguen en sus escritos y falseen la historia a su antojo.
Al finalizar la Guerra el rey borbón Felipe V,
utilizando plenamente los derechos de conquista, abolió los fueros y
privilegios de los que gozaban todos los reinos y condados que formaban la
Corona de Aragón e impuso las leyes de Castilla, lo cual supone la eliminación
de todas las instituciones propias de gobierno.
La imposición lingüística va al lado
de la imposición del centralismo estatal. El castellano suplantó al català –e
incluso al latín– como lengua oficial de todo tipo de actos y documentos:
tribunales, escuelas e iglesias. Así lo dispuso Felipe V en instrucciones
dirigidas a los corregidores de Catalunya y Mallorca:
“[…] se procure mañosamente ir introduciendo la lengua
castellana en aquellos pueblos […] Pondrá el corregidor el mayor cuidado en
introducir la lengua castellana, a cuyo fin dará las providencias más templadas
y disimuladas, para que se note el efecto, sin que se note el cuidado.”
Asimismo, los consejeros del rey establecieron:
“Que en las
escuelas de primeras letras y de gramática no se permitan libros en lengua
catalana, escribir ni hablar en ella dentro de las escuelas y que la Doctrina
cristiana sea y la aprendan en castellano.”
Durante todo el siglo XVIII y la
primera mitad del XIX, la lengua catalana sufre un proceso creciente de pérdida
de posiciones oficiales, aunque continúe siendo patrimonio vivo de todo un
pueblo, de un pueblo que no comprende las erudiciones de los sabios ilustrados de la época y que
crea en català una abundante y rica literatura popular: rondalles, cançons,
versos, dites, sainets, romanços, nadales…
En Catalunya y en Mallorca, sobre todo, la lengua es
utilizada todavía en los tribunales y en la enseñanza en las zonas rurales, y
no es hasta 1858, con Isabel II, que el català es abolido totalmente de la
enseñanza de las primeras letras.
La isla de Menorca fue la excepción,
puesto que el dominio inglés mantuvo el uso oficial del català, lo que permitió
la conservación de la lengua en todos los campos; y fue en Menorca donde
encontramos los únicos ejemplos de poesía y teatro culto de la época. Así
mismo, el català de la isla recibe la influencia del inglés, del cual incorpora
multitud de palabras que hoy en día forman parte del léxico menorquín.
Después del somero repaso a la historia quiero, en
palabras de Mosen Antoni M. Alcover, poner nombre a nuestro idioma, el que hablamos a ses Illes, en Catalunya,
València, Rosselló y Alger.
En las páginas 35-37 del Bolletí del Diccionari de la Llengua Catalana (febrero de 1902),
publicado por Alcover, argumenta éste el bautizo del Diccionari con el nombre de Diccionari
català (sabemos que más adelante le cambiará el nombre, pero ya veremos
porqué). El recopilador y transcriptor de las Rondalles Mallorquines den Jordi des Racó, paradigma del lenguaje
popular de Mallorca, se expresa con estas palabras en referencia al nombre del
idioma:
“[…] El diccionario que queremos hacer es de la lengua
que se habla en Catalunya, Rosselló, Illes Balears y regne de València. ¿La
lengua que se habla en estos territorios, es o no la misma? Si me decís que no,
no hablemos más; no es para vosotros que hacemos este Bolletí. No queremos perder el tiempo discutiendo con gente que
niega la evidencia. Ahora bien, si reconocéis que es la misma lengua, habréis
de convenir que no procede llamarle llemosina
ni mallorquina, sino catalana.
[…] Pero, ¿por qué debemos llamarla catalana? Porque comienza a hablarse en
Catalunya, de Catalunya se extendió a las Balears y a los reinos de Valènica y
Murcia y a las otras regiones dondequiera que se haya hablado; y la Catalunya
española y la Catalunya francesa son todavía hoy el territorio más grande que
la habla. ¿Dónde estaba el mallorquí
y el valencià antes de conquistar el
gran Rei En Jaume Mallorca y València? […] Cuando nos saquen documentos
auténticos y fehacientes, donde conste que hablábamos la misma lengua en que
están escritos los documentos inmediatamente posteriores a la conquista de las
dos regiones y que se conservan en los archivos de las mismas; hasta que nos
presenten pruebas y argumentos de esa naturaleza, y no puras suposiciones y
afirmaciones gratuitas y arbitrarias, como hasta la fecha, seguiremos
profesando como cosa evidente que Mallorca y València recibieron su lengua de
Catalunya, y por consiguiente, el mallorquí
no es más que el català que se habla en Mallorca y el valencià el que se habla en València; en uno y otro lugar, eso sí,
con algunas variedades dialectales, que les dan una fisonomía especial, sobre
todo en la parte fonética, constituyendo el mallorquí y el valencià, como el rossellonès y el català oriental y el occidental,
otras tantas variedades de la única y misma lengua, que por las razones apuntadas
denominamos catalana; variedades que no alteran ni deshacen la unidad de dicha
lengua, como no alteraban ni deshacían la de la gloriosísima lengua griega los
cuatro dialectos que la constituyen.
Con estas breves indicaciones creemos que quedan chafados
y hechos polvo los escrúpulos de mallorquines y valencianos sobre el nombre de llengua catalana.”
Manresa, Sureda, Balaguer, Reus, Berga, Bagur, Alcover, Calafell, Terrasa, Vich, Vallespir, Martorell, Blanes, Ripoll, Rubí, Cardona, Valls, Canet, Corbera, Perpinyà, Prats, Berga, Servera (Balutxo, aportación al poema “Forans i ciutadans” de Guillem d’Efak), todos ellos apellidos mallorquines y menorquines sin lugar a dudas. Bien, pues todos estos apellidos tan conocidos, son nombres de pueblos catalanes ya existentes antes de la conquista de Mallorca. Una prueba evidente de la procedencia de algunos colonizadores de les Illes tras la conquista de Jaime I.
En 1919, Antoni M. Alcover publicó para el II Congreso
de Historia de la Corona de Aragón: Los
mozárabes baleares. Donde deja establecido que antes de la conquista de
Jaime I había desaparecido con la arabización la anterior lengua románica de les
illes, de manera que ésta no era el origen del català de les Balears, el cual
solamente pudo ser importado.
“Dos naciones
divididas por un idioma común”, fue como el dramaturgo
irlandés George Bernard Shaw describió la relación entre Gran Bretaña y
EE.UU. Del mismo modo podríamos calificar la existente entre València,
Catalunya y les Illes: “tres naciones
divididas por un idioma común”, y nunca mejor dicho lo de divididas.
Algunos estarían dispuestos a no volver a probar el cava en el caso de que
Catalunya se independizara (e incluso sin independizarse). Mientras que otros
isleños no dudarían en pedir asilo político en Catalunya o la nacionalidad
catalana. El propio idioma inglés tiene tantos dialectos como países lo hablan,
además de todos los subdialectos más localistas. El español tiene veintiún
dialectos oficiales, tantos como países lo tienen como idioma oficial. Pero
imaginaos la cantidad de variedades que tendrá cada uno de esos países y, en
todos los casos, le llamamos español (o castellano). Exactamente lo mismo
ocurre con el català, que tiene también veintiún dialectos o variedades
lingüísticas repartidas por todo su territorio y, a pesar de ello, a todas esas
variedades les llamamos català. ¿Significa esto que no podemos decir mallorquí
o menorquí o eivissenc? Pues claro que sí. Podemos decir que hablamos mallorquí
de la misma manera que un estadounidense puede decir que habla el americano,
que el de Austria habla el austriaco y el de Australia el australiano.
Pero qué ocurre cuando
existe la necesidad de comunicación entre los habitantes de todos los
territorios con sus singularidades, pues que hay que establecer una herramienta
que (con ciertas connotaciones aprensivas) llamamos normalización. Que no es
más que establecer unas normas para que cuando nos dirijamos a todos los
angloparlantes, hispanoparlantes o catalanoparlantes, seamos capaces de darnos
a entender sea de la zona o país que sea el interlocutor. Qué la lengua
normalizada se parece más a la de una zona que a la de otra, es posible. Los
mallorquines nos hemos creído históricamente que somos de los que mejor
hablamos el castellano, sea o no cierto, pero lo que sí es evidente es que
hablamos el castellano normalizado y cuando un mallorquín habla castellano, se
le entiende en todas las zonas de habla hispana, aunque se denote un cierto
acento “polaco”. El català que oímos en televisiones y radios, y leemos en
periódicos, es un català normalizado para que pueda ser entendido por el mayor
número de ciudadanos de habla catalana (que incluye, por supuesto, todas sus
variedades).
Pero, de donde viene esta tripolaridad catalana,
valenciana y mallorquina ¿Es cosa de las dos Españas? No en el sentido político
de izquierdas y derechas, sí en el político de centralismo y nacionalismo
(recordemos: el centralismo también es un nacionalismo). Veamos de qué polvos
hemos llegado a estos lodos.
Hay un hecho evidente a lo largo de toda la edad
media, y es la denominación català
para indicar la lengua y la nación, referida a todos los Països Catalans, tanto
a Catalunya, como València, Mallorca y el Rosselló. Esta apreciación era tanto
interna como vista desde fuera: “Valga’m Déu! L’Església a mans dels catalans”
exclamaron en Roma cuando el valenciano Roderic de Borja fue elegido papa en
1492. (El famoso papa “Borgia”, padre de César y de Lucrecia Borja.)
“La llengua de Catalunya la tenim, encara que per lo
veïnat de Castella s’es molt trastornada”, dice el caballero valenciano Cristòfor Despuig, el
de los Col·loquis de Tortosa; y a
esto cabe añadirle las discrepancias ortográficas producidas por los cambios
fonéticos, sobre todo en la Catalunya oriental y en les illes Baleares.
Todo esto
aparece claramente en las chovinistas declaraciones del valenciano Marc Antoni
Orellana, en su esfuerzo por subrayar las diferencias regionales del català, y
para destacar la mejor calidad del “valencià” respecto del “català” y del
“mallorquí”, y como a su entender , se trata de un nuevo idioma:
“Oyendo hablar a los catalanes, mallorquines y
valencianos, es muy fácil distinguir
éstos de los otros, porque hablar valenciano tiene la articulación suave
y clara…; lo que el habla catalana y mallorquina es violenta, fuerte, áspera y
rasgada”. “Los valencianos, por más remotos de la cuna y origen de dicho idioma
(català), y por la poca comunicación con les illes de Mallorca…, fueron dexando
muchas voces del rigoroso lemosín, y mixturándose su idioma con nuevos términos
y nombres, algunos castellanos, y otros italianos… vino a formarse un nuevo
idioma llamado Lengua valenciana.”
Las clases dirigentes del País
Valencià querían y necesitaban marcar diferencias respecto del resto de países
de habla catalana, y más lo hacían cuanto más castellanizados estaban, tal como
pasa en la actualidad. Pero lo que en términos sociales, económicos y políticos
respondía a ciertos hechos diferenciales, fruto de una evolución particular, en
el terreno lingüístico era y es una pura falacia. Incluso en el terreno del
lenguaje popular, tan dialectizado, no encontramos ninguna raíz de peso, sino
para afirmar la unidad de la lengua catalana. Y todavía diría más: en el
lenguaje popular de Catalunya, del País Valencià, de les Illes, encontramos
también unas coincidencias tan grandes en los mismos dialectismos, en las
expresiones y maneras de hablar el idioma vivo, que no hacen sino confirmar
esta unidad.
En les Illes, a principios del siglo XX, se producía,
en palabras de Josep Melià, la “presa de
consciencia del sentiment anticatalà per part del partits polítics
sucursalistes i els polítics de l’oligartquia insular”, la cual se opuso a
la proclamación como hijo ilustre de Mallorca, en 1900, del intelectual balear
que más firmemente había proclamado la unidad del idioma e incluso del territorio, y primer editor
moderno de Ramon Llull en català: Jeroni Rosselló. Y este rechazo se
correspondía con el aumento del uso del castellano sobre todo por parte de
jóvenes mujeres de clase media como señal de distinción social, para lo cual el
poeta Joan Alcover acuñó en su momento el término “expatriació suïcida”.
No obstante, en el ámbito institucional, en 1901 el
Ayuntamiento de Palma proclamó en sesión plenaria el derecho de los concejales
a utilizar la “llengua de Mallorca”
en sus intervenciones. Mientras, las relaciones socioeconómicas con Catalunya
aumentaron sensiblemente. Así, en diciembre de 1903, se celebró una asamblea de
sociedades económicas de Catalunya y Mallorca y el català fue la lengua de las
sesiones y del discurso del alcalde de Palma.
Entre 1903 y 1917, la parte de la población insular más
afectada por la ideología españolista se identificó con el político conservador
Antonio Maura y Montaner (Palma, 1853-1925), que ocupó en distintas ocasiones
el cargo de presidente del Gobierno español. De esta manera, el maurismo
consiguió neutralizar los esfuerzos de los primeros nacionalistas mallorquines.
En esa época, Antòni M. Alcover reestableció el uso del català –vetado en 1713–
en el sermón de la fiesta de l’Estandart,
y por ello fue criticado por unos y aplaudido por otros, tanto en la isla como
fuera de ella, donde fue nombrado, como reconocimiento, mantenidor
del Jocs Florals de Barcelona de 1905 (certamen literario que actuaba de
promotor y difusor de la lengua catalana).
Una parte importante de los dirigentes del partido
liberal dinástico en Baleares parecía que se inclinaba por la autonomía, y los
socialistas, republicanos y regionalistas, inspirándose en la Assembea de
Parlamentaris reunida en Barcelona el mismo 1917, formaron el Bloc
Assembleista, pero este fracasó en las elecciones del mismo año. Apareció entonces
la llamada generación de 1917 y empezó la Segona Renaixença mallorquina,
siguiendo el ejemplo del movimiento equivalente de Catalunya.
La generación de 1917 no se basaba
en la nacionalidad étnica, sino en la cultura
y la lengua propia como signos de identidad y por eso se creó, como en Catalunya,
una infraestructura institucional: La Veu
de Mallorca (1917-1919), publicación periódica portavoz del Centro
Regionalista, promovida por Lluís Estelrich; Mallorca, revista nacionalista, aunque bilingüe, y liberal, donde
participaron Emili Darder, Guillem Roca Waring, Josep Quiñones…; y aquel mismo
año se celebró els Jocs Florals de Nostra
Parla a Mallorca y en 1919, el centenario del nacimiento de Josep M.
Quadrado.
El año 1919, Antoni M. Alcover
cambia el nombre a su Diccionari de la
Llengua Catalana y lo convierte en Diccionari
Català-Valencià-Balear. El cambio fue mal recibido por la mayoría de
catalanes, que interpretaron como una negación de la identidad idiomática de la
lengua vernácula de Catalunya, del País Valencià y de les Illes Balears. Por
contra, dicho cambio de nombre fue muy bien recibido por los anticatalanistas
mallorquines y valencianos y, desde entonces, han puesto gran interés en hacer
creer que Mn. Alcover había rectificado su concepto unitario y se había
convencido de que català, valencià y balear eran tres idiomas diferentes. Ese
mismo año explicó los motivos del cambio de nombre del Diccionari con estas
palabras:
“Mientras haya en Catalunya torra-pipes que mantengan viva la repugnancia que dentro del regne
de València y les Balears se experimenta por todas partes a llamarse catalanes
[…] Conviene que piensen un poco los catalanes sobre todo esto. No conviene que
olviden que les falta mucho todavía para tener ganado el corazón y la simpatía
de las tierras que hablan su misma lengua […] Que piensen en todo esto, los
catalanes de buena voluntad, ¡tantísimos como hay! ¡Se lo pide y se lo ruega
aquel que ha demostrado querer a Catalunya! ¡No, no olvidéis nunca, catalanes
de buena voluntad, el recelo que contra el nombre de català existe en las
tierras que hablan vuestra propia lengua! No hace mucho que un joven
seminarista de València, que antaño conquisté para la Obra del Diccionari y que
me prometió hacer propaganda entre sus compañeros de seminario, me escribió
diciéndome que no había podido persuadir a nadie a buscar palabras para hacer
el Diccionari Català, porque decían que ellos no eran catalanes, sino
valencianos. Por eso he resuelto que mi Diccionari no se llame solo Català,
sino Català-Valencià-Balear. ¿Quizás actualmente haya más sustancia lingüística
catalana en Catalunya que en el Regne de València y a las Balears? ¡Qué va a
haber! ¡Hay mucha más en el Regne de València
y a les Balears que no en Catalunya! ¡Hay mucha más, solo en Mallorca,
que no en toda Catalunya! Por eso,… mi Dicionari debe llamarse
Català-Valencià-Balear. Así debe llamarse, porque no quiero que al tenerlo
acabado, luego valencians y balears, al oir Diccionari Català, digan: –¿Català?
¡Entonces no es para nosotros! ¡Decídselo a los de Catalunya!”
En el mismo 1919, el Partit Liberal
de Mallorca de Alexandre Rosselló, para contrarrestar la influencia política de
Joan March, añadió a su nombre el de “Autonòmic Mallorquí” al mismo tiempo que
adoptó teóricamente los principios regionalistas e integró a la mayoría de
jóvenes nacionalistas que seguían a Guillem Fortesa.
La planificación de la generación de 1917 tuvo como
máximo exponente la fundación, en abril de 1923, de la Associació por la
Cultura de Mallorca (ACM), con la intención de ser una plataforma que
uniese las diversas tendencias mallorquinistas,
base de toda su actividad
posterior y la principal en las Balears hasta 1936 que desapareció con la
victoria de la insurrección franquista. La Associació se definía con la
voluntad de “extender por todas partes una limpia y verdadera
cultura mallorquina" y reunía personas de diferentes partidos
políticos.
En 1924, con un artículo de Llorenç Villalonga contra
la normalización de la lengua catalana, se inició la campaña que prepararía su
prohibición durante cuatro décadas. En 1925 se prohibió la celebración de los
Juegos Florales de Mallorca organizados por la ACM, y en 1926 se retiró la
subvención oficial al Diccionari de Antoni M. Alcover, y se prohibieron el
Orfeó Mallorquí y la Associació d’Exploradors Catòlics Mallorquins, fundada por
el bisbe Campins, entre otras medidas españolistas.
A pesar de todo, aquel mismo año 1926 apareció el
primer fascículo del Diccionari de la Llengua Catalana, aunque con el nuevo
título de Diccionari
català-valencià-balear.
Con la Segunda República Española el año 1931 empezó
una nueva recuperación, una nueva etapa de la Renaixença, caracterizada por un cierto soporte institucional a la
introducción del català en la Administración Local y en la enseñanza, todo ello
con la oposición del Gobierno español y una campaña españolista persistente del
diario El Día contra las iniciativas
de recuperación nacional balear y catalana, en la cual tuvieron un protagonismo
importante Llorenç y Miquel Villalonga.
Ese mismo año la Associació per la Cultura de Mallorca
(ACM), promovió un régimen de autonomía política para Balears que hiciera
oficial la lengua y presentó un anteproyecto de Estatut de les Illes Balears
con el beneplácito de les Cambres de Comerç, Industria i Navegació y de la
Cambra Agrícola y de representantes de los ayuntamientos.
En cuanto a la enseñanza, la Diputació acordó crear càtedres d’estudis baleàrics en cada
isla, y se empezaron a preparar y publicar libros para la enseñanza del català,
adaptados a las peculiaridades de les Balears, obra de Andreu Ferrer i Ginard,
Jaume Busquets y de Francesc de Borja Moll, todas según las normas del Institut
d’Estudis Catalans. La ACM junto con la Diputació Provincial pidieron la
aplicación del decreto de bilingüismo de Catalunya en Balears. La Diputación
Provincial declaró como oficial la ortografía publicada por la ACM, obra de
Jaume Busquets.
Comenzaron a aparecer rótulos en català en los
establecimientos comerciales.
Aprobada la Constitución republicana, en el momento de
la discusión sobre el Estatut d’Autonomía de Catalunya en el Parlamento
español, solamente dos de los siete diputados de Balears votaron a favor del
artículo que establecía la cooficialidad lingüística: Alexandre Jaume y
Francesc Carreras.
El Ayuntamiento de Palma empezó a vocear los pregones
en català y el ministro de la Gobernación ordenó con carácter obligatorio que
los funcionarios de los municipios de Balears conociesen perfectamente la
lengua de les Illes. En 1933, el Gobierno español todavía no había aprobado que
se aplicase el Decreto de bilingüismo en Balears.
En cuanto a la Iglesia, el mismo año, surgieron
cambios positivos con el obispo Josep Miralles i Sbert, cuando el sínodo de
Mallorca prohibió el uso del catecismo para el aprendizaje del castellano y
ordenó su publicación en català.
Para mejorar las relaciones con Catalunya, se fundó Germanor Catalana, una sociedad
mutualista y para favorecer el comercio entre Catalunya y les Illes, y los más
conocidos patriotas mallorquines y catalanes publicaron el manifiesto “Per l’aproximació catalano-mallorquina.
Comitè de relacions entre Catalunya i Mallorca”. Posteriormente, Llorenç
Villalonga publicó una antología del anticatalanismo que acabaría provocando la
guerra contra la Generalitat y la República.
En 1935 la CEDA, coalición española de partidos de
derecha, a través del responsable de su sección mallorquina Lluís Zaforteza i
Villalonga, intentó poner fin a la influencia positiva para les Balears del
proceso de normalización de Catalunya desde el siglo XIX, presentando a las
Cortes españolas un proyecto de ley para segregar les Illes del distrito de la
Universitat Autònoma de Catalunya, y Felix Pons i Marquès consiguió de la
comisión gestora municipal de Palma la aprobación de una protesta contra la
iniciativa de Zaforteza. Pero, finalmente, este consiguió que se acabase con
las representaciones de autores catalanes en la radio mallorquina. El mismo año
se produjeron acciones violentas contra el català obra de grupúsculos
españolistas, que las iniciativas de la CEDA habían espoleado (arrancamiento de
rótulos en català).
En 1936, la ACM reclamó formalmente al ministro de
Instrucción Pública la extensión del derecho de bilingüismo de Catalunya a les
Balears, pero no se aprobó en la sesión del Consejo de Ministros que debía
aprobarlo, como también para el País Valencià y Euskadi. Después, para qué
seguir.
Tenemos un motivo básico de discrepancia por el cual
muchos valencians y muchos illencs están
en contra de que su lengua se denomine català, y es el vocablo català para indicar no solo la lengua,
sino también la nación, con reiterada referida a los Països Catalans, que incluyen no solo a Catalunya, sino también a
Valècia y a les Illes. Este punto es crítico, puesto que existe un número
elevado de valencians e illencs que no se sienten de un mismo “país”. Me
explico. El concepto nación viene determinado según la tercera acepción del DRAE
como: “El conjunto de personas de un mismo origen y que
generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. A primera
vista parece que esta definición da la razón a los catalanes al referirse al
conjunto de territorios de habla catalana como un solo país. Puesto que hablan
un mismo idioma, tienen un mismo origen y una tradición común (bueno: tradiciones
apenas compartidas).
Pero lo que
no han entendido los catalanes, es que lo que hace a una nación no es solamente
una lengua en común, ni un pasado en común, sino, y esto es determinante, la decisión colectiva de forjar un futuro
en común. ¿Existe unánimemente en la actualidad la decisión de forjar un
futuro común en los tres països de habla catalana? Si no es así, aunque haya
más cosas que nos unen que de las que nos separan, si València y les Illes no
quieren compartir un futuro político, económico y social, deberá cogerse la
idea de Països Catalans como algo que pudo haber sido, pero que de momento no es.
Y a los centralistas, a los no nacionalistas, o a los simplemente regionalistas
proteccionistas y a todos aquellos herederos de la ideología maurista les
acerva la posibilidad de converger con Catalunya en un futuro y, por supuesto,
reivindican su derecho a que no se les incluya en el mismo paquete
sociopolítico. Otra consecuencia a esta animadversión, mucho menos aceptable y
realmente deplorable, es querer construir un idioma ad hoc y adaptar la
historia a una verdad manipulada primero y convertida en absoluta inmediatamente
después, que ha convertido a una serie de personajes y a sus adláteres en
verdaderos fundamentalistas. Quizás sus motivos no sean tan sociopolíticos como
xenófobos.
A modo de
conclusión, cabe tener presente los siguientes aspectos:
·
La realidad del català
de Mallorca, de Menorca y de les Pitiüses, como modalidades dialectales de un
idioma único que, por bien o por mal, pero bien argumentado por Mn. Alcover, se
llama català.
·
La desafección de
muchos balears y valencians respecto de Catalunya y sus reticencias e
inaceptación de que el idioma que se habla en Balears y València sea el català.
·
La persecución que
ha sufrido el català en el trascurso de la historia, desde el siglo XVIII hasta
nuestros días, tanto por parte del Gobierno de España, como de una parte
españolista de los propios isleños y valencianos.
·
El error del
empecinamiento a hablar de Països Catalans cuando no existe un proyecto
conjunto de futuro: pueden haberlo sido, pero ahora mismo esta denominación
está vacía de contenido. Aunque haya mucha gente que luche para llenarlo.
·
La aparición de
extremistas radicales que quieren arreglar con la irracionalidad lo que es un
tema apasionante y enriquecedor, tanto como motivo de orgullo, para los que disponemos
de un idioma propio.
Quiero
terminar este desproporcionado post con palabras de Mn. Alcover, en referencia
al amor a la lengua propia:
“Para un pueblo, amar la lengua es un signo de
vitalidad y de plenitud de vida intelectual. Son los pueblos decadentes, medio
dormidos, amodorrados, sin razón ni principios, destinados a desaparecer los
que aceptan y firman su sentencia de muerte; son los pueblos así, que
desprecian, rechazan y abandonan su propia lengua. […] solo abandonan su lengua
los pueblos vencidos si el vencedor es de una civilización superior; en tal
caso, aceptan la lengua de los vencedores. […] De manera que los catalans,
valencians y balears que abandonan su lengua por la castellana y los
rossellonesos que la abandonan por la francesa, se dan por pueblo vencido y de
una civilización inferior; niegan su
historia, insultan la memoria de sus mayores y se extienden sobre sí mismos la
patente de barbarie y estupidez, y llega su estulticia a tener por honra y gala
lo que constituye su ignominia. […] No, ni Catalunya española ni Catalunya
francesa ni les Balears ni València son pueblos vencidos; ninguno de ellos es
de civilización inferior a la de los otros pueblos con quienes forman un
estado. […]
Que se fijen bien los catalanes y los mallorquines que
desprecian, que abandonan su lengua por la castellana, los cuales
venturosamente son poquísimos (en 2014 esta afirmación no resulta apropiada);
[…] esos que
se enorgullecen de no hablar nunca su lengua nativa; que se desengañen: con
esto no van a ninguna parte más que a su ignominia.” (BDLC, I agosto de 1902, páginas 129-130).
Colau
4/03/2014
Bibliografía
Lluís López Castillo: El català a través dels temps Col·lecció Nadal 1988.
Antoni I. Alomar: La llengua catalana a les Balears en el segle XX Documenta Balears
2002.
Antoni M. Alcover: Doctrina sobre la llengua de les Balears i de València Editorial
Moll 2001.
Francesc de B. Moll: El parlar de Mallorca Editorial Moll 2010.
August
Rafanell: La il·lusió
occitana Quaderns crema 2007.
http://laverdadofende.wordpress.com/2012/12/30/breve-historia-de-baleares-cataluna-dice-no-aqui-no-es-ni-vinieron-nunca/: Breve historia de Baleares y el mallorquín.
¿Cataluña dice? No. Aquí no es. ¡Ni vinieron nunca! 2012.
http://www.ccncat.cat/sites/default/files/Catalanperseguido.pdf: El catalán una lengua perseguida durante
cuatro siglos Cercle Català de Negocis 2012.
No és el mateix botifarrons que botifarres.
ResponderEliminarNo és el mateix ball de bot que sardanes.
No tenim castellers però tenim sobrassada.
No tenim gossos sinó cans, ni gats sinó moixos, ...
Ah, si! tenim gats però d'altre casta.
Podem llegir: "Nocions d'ortografia mallorquina" 1927 F.de B. Moll, "Cartilla mallorquina" 1931, "Els mallorquins i la llengua autòctona" Josep Massot 1972.
I tens raò , no existeixen el Països Catalans. Mai han existit.
I jo no SÓC català, SOM mallorquí, és a dir, balear.
Colau,
ResponderEliminarSe pot dir més fort però no més clar.
I jo sí que SOM català per que SOM mallorquí.
Enhorabona per l'escrit tan documentat.
Escolta Garrot, no ets català, ets balear, vulguis o no. I ambdós, balears i catalans son espanyols.
ResponderEliminarO tampoc ets espanyol?.
Un francés diu que és italià?. No. Son europeus.
Ao idó, lo mateix.
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ResponderEliminarEs quadres comparatius de ses diferents formes de dir lo mateix, mos donen una idea clara que tots aquests idiomes provenen d'allà mateix. Un treball filològic de primera. Enhorabona!
ResponderEliminarPer altra banda, no hi ha com conèixer sa història per poder xerrar amb coneixement de causa. Fa replantejar-se certes creences que sempre he tengut. Convé fer-se una reflexió des de s'humilitat.
De fet i evidentment, com a mallorquina, me sent molt més aprop des nostros veïnats del Mediterrani, que de la resta de peninsulars. Serà perquè xerram lo mateix i per això mos entenem? Es clar que sí!
Malgrat això, no compartim res més. Ni tradicions, ni costums, ni menjars, ni cançons, ni balls, ni formes especials, però correctes, d'anomenar moltes coses amb paraules diferents, ni sentiment d'unita, i com tu bé dius, ni futur comú,
Quina pena que aquest idioma nostro no s'anomenàs d'una altra manera!!! hauria moltes menys suspicàcies.
Som mallorquina i xerr es mallorqui (llonguet), així ho dic arreu del món.
Gra6 Colau.