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sábado, 25 de marzo de 2017

JUAN MUÑOZ Y "EL SUJETO Y EL PODER" DE FOUCAULT




 La obra de Juan Muñoz "Pieza de conversación (1994)"  y su relación con "El sujeto y el poder (1982)"



PRESENTACIÓN

Juan Muñoz  (Madrid, 16 de junio de 1953 – Ibiza, 28 de Agosto de 2001)

Miembro de la “Generación de los 80” (En el “Mayo del 68” tenía apenas 15 años).
Cursó estudios de Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid y completó su formación en la Central School of Art de Londres y en el Pratt Centre de Nueva York, donde estudió escultura y grabado.

“El Minimalismo americano fue mi inspiración, un perfecto obstáculo epistemológico que se necesita para crecer fuerte.” (Juan Muñoz)

Se le considera escultor figurativo, si bien su espacio narrativo difumina los límites entre la escultura y la instalación.

“El espacio habitable es el principio básico de mi escultura.” (Juan Muñoz).

Además de su obra escultórica, hay que significar alrededor de cuarenta dibujos Raincoat Drawings (Dibujos-gabardina realizados con tiza blanca sobre tela de gabardina negra) donde examina espacios interiores domésticos (salas, dormitorios o pasillos). Muñoz estaba intrigado por el potencial oculto en la aparente normalidad de estos espacios para dar la sensación de que algo ha sucedido o va a suceder. Se sentía especialmente atraído por el misterio y los acontecimientos que ponían al observador en un brete psicológico. En esa línea creó, en 1988, sus primeros  Raincoat drawings.

 “[…] en realidad responden a un desplazamiento de mi interés por los exteriores de la arquitectura al interés por los interiores de la misma”. (Juan Muñoz)

En la década de los 90 sorprende con sus Piezas de conversación. Son instalaciones de figuras humanas monocromas, en gris plomo o color cera que ganan en discreción, en universalidad por su falta de particularización. De tamaño un poco inferior al real y con base esférica que sustituye a las extremidades inferiores –lo que hace que el espectador cuestione su equilibrio–, colocadas formando grupos. Para su elaboración utilizó diversos materiales como papel maché, terracota, resina o bronce. Conversation Pieces, un bronce de dos Piezas, fue subastado por Sotheby’s y adjudicado en 2011 por algo más de tres millones de libras esterlinas.
El título de la obra apunta a que los sujetos mantienen una conversación misteriosa. Aspecto que corrobora parte de la crítica especializada al afirmar que estas instalaciones relatan la incomunicación del hombre en la sociedad contemporánea. Otras más románticas, en cambio, opinan que el artista logra congelar momentos de intercambio de actitudes, gestos y miradas, que son la manifestación patente de la poesía que es capaz de transmitirnos el silencio. Nada deja de ser cierto, aunque la capacidad expresiva de la obra de Muñoz sea ilimitada.
El espectador es libre de errar por el espacio entre sujetos carentes de personalidad e interactuar, escuchar o ver. Las carencias evidenciadas en la obra, pueden trasladar al espectador a una incómoda conmoción o atraparlo en el silencio de la complicidad.
En la década de los 90 el procedimiento artístico se ha enriquecido dentro de su eclecticidad, y a partir de esa época la mezcla de estilos se hace evidente. No se puede hablar de la pureza de un estilo concreto. El s. XX ha puesto de manifiesto que existen muchas formas de hacer arte, el posmodernismo ha optado por el pluralismo, no hay reglas en cuanto a lo que es y lo que no es arte. Desde Danto quedó claro que cualquier cosa podía ser arte, no obstante, Muñoz no hace “cualquier cosa”, es escultor y realiza instalaciones, la que nos ocupa bien podría ser un happening atemporal, si se me permite la libertad poética.
Pero con el post-estructuralismo se pone de manifiesto “la crisis del sujeto”, un cuestionamiento derivado de la influencia del pensamiento posmoderno en la práctica artística, pero quizás sea más ajustado referirse a ello al hablar de Foucault.


Paul-Michel Foucault (Poitiers, 15 de octubre de 1926 – París, 25 de junio de 1984)

Cursó sus estudios superiores en París en la Escuela Normal Superior, donde se licenció en psicología primero y en filosofía unos años más tarde, en 1952. Comienza a enseñar como auxiliar de filosofía con lecturas sobre Dumézil y sobre Russel, sobre el cual publica un ensayo.
Se deja atraer por el marxismo, siendo durante tres años miembro del Partido Comunista Francés; aunque sus interpretaciones acerca de Marx y la historia fueron desaprobadas por el comunismo ortodoxo. Ubicado intelectualmente en el “Estructuralismo” en el que se inició de la mano de Lévi Strauss. Un movimiento heterogéneo que inicialmente aparece como una metodología científica, convirtiéndose luego en una ideología filosófica que pretende elaborar teorías objetivas y verificables, a través del control científico a las ciencias del espíritu.
El estructuralismo trata, en cierto modo, de afrontar las ciencias humanas, de analizar un campo específico como un sistema complejo de partes relacionadas entre sí. Por tanto, en términos amplios y básicos el estructuralismo busca las estructuras a través de las cuales se produce el significado dentro de una cultura. De acuerdo con esta teoría, el significado es producido y reproducido a través de varias prácticas, fenómenos y actividades que sirven como sistemas de significación. En este aspecto nos aparece una primera relación muy importante entre Foucault y el arte en general: puesto que el arte es un sistema de significación complejo, su lectura o interpretación se enmarca perfectamente en el desarrollo de la doctrina estructuralista.
En el estructuralismo el hombre pasa de ser sujeto de la historia y de la cultura, a ser objeto que se conoce por la objetividad y la neutralidad científica. La influencia de la lingüística estructural es, en Foucault, lo más importante. Sus investigaciones se centran en el lenguaje, el discurso y la estructura de los enunciados como punto de acceso al estudio de las ciencias humanas. Foucault centró el estructuralismo en la racionalidad que se muestra como el dominio de la voluntad social. El método que Foucault plantea lo denomina análisis arqueológico, que se ocupa del tema del discurso.

"Para él ya existen bastantes métodos y disciplinas capaces de analizar y describir el lenguaje, y así en su arqueología permite introducir nueva especificidad de método que no sea ni formalizador ni interpretativo."[1]

Es necesaria, en su arqueología, la dimensión histórica, para así comprender los cambios en sentido gnoseológico y filosofía de la historia. Foucault desplaza los acentos del sujeto a las estructuras sin provocar un conflicto entre sincronía y diacronía, igualmente los problemas históricos se entienden según un modelo lingüístico.
"En Foucault la historia entra dentro del triángulo epistemológico del pensar estructuralista: Lingüística, Antropología cultural y Psicoanálisis"[2]; aunque todo ello no se lleva a cabo en su totalidad, Foucault persigue con su filosofía un análisis de formaciones discursivas, de sistemas de aserciones que presenten una regularidad. Finalmente centró su estructuralismo en la racionalidad que se muestra social, en donde el poder subsiste de las micro relaciones personales y no solo como el dominio de la voluntad social. Comprende a la sociedad como un conjunto de relaciones que se reduce a un plano represivo y jurídico de una autoridad, para entender los fenómenos sociales como una creación voluntaria y no como algo que surge de la espontaneidad.
          El triángulo epistemológico es aplicable, en toda su extensión, al arte. Este triángulo une la obra de Foucault con toda interpretación artística.
          A finales de los años 60 se puso en tela de juicio la primacía de la doctrina estructuralista en las ciencias humanas: antropología, historia, crítica literaria y filosofía, así como también en psicología. Se trataba de revalorizar la visión diacrónica o histórica. El artista pasaba a ser el sujeto que manipula antiguos signos mediante una lógica nueva –debajo de cada imagen hay siempre otra–, tratando de desmontar ciertas verdades irrefutables que la cultura occidental había utilizado para crear su propia mitología: el poder y todas sus estructuras como configurador del pensamiento colectivo. Foucault, así como Derrida o Deleuze fueron etiquetados de post-estructuralistas, calificativo que, en cualquier caso, Foucault siempre rechazó.
          El mismo año que falleció Michel Foucault[3] (1984), aparecía un texto póstumo de Barthes, titulado “El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura”, en el que figuraba un escrito que confirmaría las tesis post-estructuralistas y las resumiría en un título impactante: “La muerte del autor”. En este texto Barthes nos indica que es el lenguaje y no el autor el que habla en un texto. Que el texto es un tejido de citas y referencias provenientes de innumerables focos de la cultura. Lo que el autor quiere decir ya forma parte de un gran diccionario común del lenguaje: a la muerte del autor le acompaña el nacimiento del lector como el espacio mismo en el que se inscriben todas las citas que construyen la escritura. El artista actúa de catalizador, de analizador de  la historia (además de otros roles que tendrá a partir de ese momento) de la que dota a su obra. A partir de ese momento, cuando el espectador reflexiona ante lo que el artista le aporta, cuando el espectador interpreta, desenreda y posibilita significados a través de un método de análisis, la obra se convierte en su propia obra, produciéndose la “muerte del autor”.

El sujeto y el poder constituía el epílogo a la segunda edición del libro de Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow: Michel Foucault: beyond structuralism and hermeneutics (Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica) públicado por la Chicago University Press, 1983.
La hermenéutica es en sí interpretación, usada habitualmente para interpretar los textos antiguos y sagrados, los cuales esconden tantos secretos como la obra de arte, que serán necesarios desentrañar, aunque con una sustancial diferencia: no es necesario consenso alguno en la interpretación de la obra de arte. El artista siempre intenta transmitir algo, pero este algo puede ser distinto en cada subjetividad, o compartido universalmente si los signos, la semiótica de la obra, son evidentes.
Foucault, al principio del escrito, presenta una concisa declaración de intenciones, que contempla algunos de los principios básicos de su doctrina post-estructuralista:

“Mi propósito no ha sido analizar el fenómeno del poder, ni tampoco elaborar los fundamentos de tal análisis, por el contrario mi objetivo ha sido elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres humanos son constituidos en sujetos.”[4]

Es decir, que los propósitos de investigación de este texto no fueron la elaboración de un análisis sobre el poder ni, mucho menos, construir fundamentos sobre dicho análisis, sino estudiar los modos en que los seres humanos se convierten en sujetos, ligados a toda una serie de condiciones, dependencias y códigos normativos. Tengamos en cuenta que la característica que mejor define la influencia del pensamiento posmoderno  en el ámbito de la práctica artística es el cuestionamiento del sujeto moderno. Bajo esta lógica, Foucault realiza varias observaciones relativas al estudio del sujeto. En primer lugar como un modelo de investigación que trata de darse a sí mismo el estatuto de ciencia o de elemento de distinción aceptado por el orden social. En segundo lugar, por lo que denomina “prácticas divisorias”, por cuanto que el sujeto está dividido, tanto interiormente como respecto a los demás sujetos (psiquiatría, medicina, justicia), que dividen al ser humano en loco/cuerdo, enfermo/sano, criminal/legal. Lo que nos lleva a la dicotomía “persona normal vs persona anormal”. El sujeto anormal amenaza al sujeto moderno lacaniano con otro que está, o puede estar, en nosotros mismos, el sujeto moderno, temeroso, paranoico y acorazado frente a los otros representados por lo monstruoso, la locura o la enfermedad.
La locura como algo extraño, anormal, pero también como algo que tememos puesto que todos podemos sufrirla, necesitamos enjuiciarla desde la absoluta seguridad de estar a salvo de ella, y separarla del grupo supuestamente “normal”.  En el año 2000, Juan Muñoz presentó en la Tate Modern de Londres su trabajo DOUBLE BIND, instalación de dos alturas referida a la esquizofrenia: emisión simultánea de dos órdenes de mensaje uno de ellos contradiciendo al otro (Bateron). También se refiere al sujeto que oscila entre dos polos: la norma y la neurosis (Deleuce y Guattari).
¿Es “Piezas de conversación” un alegato a algún tipo de locura? Entiendo que no es así. Y mi intuición se basa en la otra parte del escrito, en la relación de poder, que no debe verse de forma individual o aislada del individuo, sino como una interrelación imposible del uno sin el otro. Foucault dice no estudiar el poder del sujeto, sino al sujeto mismo, aunque el tema del poder pueda estar presente, en su discurso aclara que esto se debe a que el sujeto siempre está en relaciones de producción, de significación y de dominio.
Para Foucault es importante acuñar una noción de poder que no haga exclusiva referencia al poder gubernativo, sino que contenga la multiplicidad de poderes que se ejercen en la cotidianidad, los cuales pueden hallarse en el ámbito social, cultural, familiar, artístico o, incluso, simbólico.
En el libro “La verdad y las formas jurídicas” Foucault es más claro que en otros textos respecto a la definición del poder. Habla de una trama de poder microscópico capilar que no es el poder político ni del estado ni el de una clase privilegiada, sino el conjunto de pequeños poderes, instituciones situadas en un nivel más bajo, es decir, no existe un único poder ya que la sociedad se genera y desenvuelve múltiples relaciones de autoridad situadas en distintos niveles, confrontándose mutuamente y manifestándose de manera sutil. Para el autor de la “Microfísica del poder”, el análisis de este fenómeno solo se ha efectuado a partir de una relación de tipo jurídico con fundamento en la legitimidad o ilegitimidad del poder, y una dominación/represión, fenómeno presentado en términos de lucha o represión. Bajo este orden de ideas, el problema del poder no se puede reducir al de la imposición  ya que en el interior de una familia existen relaciones de autoridad que no son proyecciones directas del poder soberano, sino más bien condicionantes que posibilitan el funcionamiento de ese poder, son el sustrato sobre el cual se afianza. Por ende, el poder se construye a partir de otros poderes, de los efectos y causas de estos, independientes de un macro-proceso económico y político. Las relaciones de poder que percibe la sociedad se encuentran estrechamente ligadas a cuestiones y situaciones familiares, culturales, de desempeño de roles sociales, etc. Descender y realizar un análisis ascendente, a partir de los mecanismos infinitesimales que poseen su propia historia, técnica y táctica, y observar como esos procedimientos han venido siendo colonizados, utilizados y transformados por modelos de dominación global y dispositivos generales.

La relación de este escrito con la obra de Muñoz –o viceversa–, se realizará en el marco post-estructuralista de Foucault, en el que entendemos que el signo artístico está cargado de ambigüedad y que es capaz de desarrollar su propia semántica. Esto nos da completa libertad para describir la obra, puesto que utilizaremos un lenguaje connotativo, en el que intervienen fundamentalmente las apreciaciones  subjetivas del interpretante. La estructura práctica del proyecto de semiótica del arte de Charles Morris, que comparte positivismo con los estructuralistas, es la que subyace bajo la interpretación, a veces aparentemente frívola, de una obra de arte. Se desarrolla en tres niveles: a) análisis de la creación artística en tanto que sintaxis (construcción de relaciones entre signos icónicos); b) desarrollo de un análisis estético en la perspectiva semántica (examen de la capacidad del signo icónico para expresar un valor); y c) establecer un juicio estético (estudio de la relación que se establece entre el signo icónico y el espectador)[5]. No es una mala estructura para articular un análisis.


LA CONVERSACIÓN DEL PODER

La ilustración del enunciado de la opción 2 de la PEC,  es de aquellas cuya relación con el espacio parte de la intención del artista, lo que le confiere cierta independencia del lugar en el que se ubique. En nuestro caso la vemos en una terraza interior del Museo Reina Sofía de Madrid, pero no resultaría extraño contemplar cualquiera de las Piezas de conversación en terrazas, patios, prados, galerías o plazas, aunque todas las instalaciones tendrían un denominador común: el recogimiento, acompañado de la cualidad teleológica de soledad vulnerable.

Pieza de conversación puede mirarse y sentirse de muchas maneras, desde invadir y participar de su espacio cual invitados a un coctel; escuchar las conversaciones de sus sujetos cuyos sonidos parece que acaben de sublimarse repentinamente, o que sigan estando ahí, pero en otra frecuencia que no alcanzamos a oír. Visualmente es impactante en cuanto a la presencia de seres humanos indefinidos, carentes de rasgos cognoscibles y con un capricho evolutivo que les ha otorgado Muñoz al convertir sus piernas, ahora inútiles, por un simple abombamiento que rebaja su centro de gravedad y los pega al suelo, al mismo tiempo que engaña al observador al contagiarle cierta inseguridad por su aparente frágil equilibrio.

“Es un descenso hasta un grado cero de significación en lo que se refiere a la imagen del hombre, en un reduccionismo semejante, aunque antagónico, al del racionalismo obsesivo de los minimalistas, su conversión del cubo en dispositivo.”[6]

Puede incluso ser “no mirada”, no por su crudeza, por supuesto. Situarse, entre estos seres antropomórficos –quizás el propio género humano en el futuro, o nosotros hoy mismo–, con los ojos cerrados, para sentir las presencias de una colectividad de sujetos que se resisten a convertirse definitivamente en objetos inánimes: en cosas. O, quizás, gozar de este único punto de contacto que tenemos con la realidad, que es el instante, que, en su atemporal existencia, nos ofrece toda la realidad.
Creo que la defensa del ser humano como sujeto, su prevalencia del yo y su relación con la alteridad, frente al sometimiento del poder puede enfocarse desde dos perspectivas: desde la observancia de la fragilidad e impotencia humanas, de la objetividad que quiere otorgarle Foucault como ente de un mundo científico o una bipolaridad normal/anormal o desde la denuncia de la tiranía y prepotencia del Poder. La obra de Muñoz abarca los dos caminos. Podemos elegir cualquiera, se trata simplemente de donde situemos el horizonte y a nosotros respecto de él.

“Desde siempre me ha gustado observar a la gente en la calle. Quedarte quieto en algún punto y observar lo que hacen. En este silencio infinito que los cubre, cuando no oyes lo que están hablando. Esta especie de cuerpos, formas y comportamientos que van entrando y saliendo en el espacio”[7]

Cuando escuchas estas palabras por primera vez, te das cuenta de que algo tiene que ver con Pieza de conversación. Algo, tan evidente como lejano; “ese silencio infinito que la cubre”, ¿Por qué la cubre el silencio? Hurguemos entre las Piezas, entre sus espacios, sus cuerpos, sus formas y sus comportamientos para encontrar este Poder, necesario pero innoble, al que aparenta eludir Foucault:

“Por tanto no es el poder sino el sujeto, el tema general de mi investigación.”[8]

Hablar del sujeto (subjetividad) como opuesto a objeto (objetividad: cosa), puede hacerse desde el análisis de muchas situaciones de relación entre los seres humanos, y uno de ellos, quizás el más significativo, sea la contraposición del sujeto y el “Poder”. No hemos llegado a esta situación de forma determinista, sino más bien racional. Tanto Platón como Aristóteles hicieron hincapié en la importancia de la sociedad respecto del ser humano individual, el sujeto y también a la necesidad de un poder sabio y prudente. Pero esta sociedad necesaria para la autorrealización individual (y viceversa), requiere una estructura que garantice su orden y permanencia, lo que, junto a la fuente de poder que es de por sí una estructura a la que confiamos la gestión de la Justicia, puede convertirse en un engañoso administrador de sometimientos. Para Foucault, el Poder simbiotiza con los seres humanos, pero, ya tras la muerte de Foucault, lo hace unidireccionalmente, de cuyo trabajo y fidelidad se nutre y crece cada vez más, mientras el sujeto se deslee en su simbiosis. Pero el poder actual es mucho más poderoso, abstracto y amoral que el de Foucault.
Los personajes de Piezas de conversación nacieron alienados aunque, paradójicamente, llenos de libertad, pero su sometimiento es la razón de esa libertad. Su monocromía les delata: todos son conceptualmente iguales. Habrá que averiguar qué han hecho con esa libertad y por qué les afecta a todos por igual.  
Foucault intenta definir el Poder y cree que para ello no es suficiente entenderlo como un modelo institucional, por lo que su primera misión sería revisar las “necesidades conceptuales”. Esto nos llevaría a la necesidad de

tener en cuenta las condiciones históricas que motivan nuestra conceptualización. Es necesaria una conciencia histórica de nuestras circunstancias actuales.”[9]

Evidentemente la problemática del Poder respecto del ciudadano no emergió en el siglo XX, sino que ha forzado un constante sometimiento en el transcurso de toda la historia. Aquí nos hallamos ante una disfunción epocal, ya que Foucault solo nombra como dos “formas patológicas” de Poder el ejercido por el fascismo y por el estalinismo.
En 1983, estas dos ideologías eran el noveno círculo del Infierno de Dante en referencia a la traición que supuso para el mundo entero los desvaríos de esos poderes. Pero en el último cuarto del siglo XX creció exponencialmente un tercer poder del que Foucault no fue consciente o, cuando menos, no lo referencia en su escrito, pero sí lo fue Muñoz por su contemporaneidad; se trata del neoliberalismo económico, que deberemos tener en cuenta como sucesor implacable puesto que ha llegado al control de todos los micropoderes “domésticos” y se ha apoderado del sujeto convirtiéndolo en “sujeto del rendimiento”[10] que se cree libre y en realidad es un esclavo. Por cierto, este poder no es sexista, pues cada sujeto, independientemente de su sexo, es exigible generador de rendimientos para el poder.

Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene frente a sí un amo que lo obligue a trabajar. El sujeto del rendimiento absolutiza la mera vida y trabaja.”[11]

Bajo estas circunstancias empezamos a relacionar la imagen de impersonalidad que transmiten las Piezas de Muñoz, que se sienten libres. El ser humano actual se siente libre, pero carente de movilidad, de poder de acción: solo es libre en su ignorancia, y la ausencia de extremidades inferiores manifiestan esta falta de libertad; no de pensamiento, sino de acción.
Foucault obvia, probablemente por desconocimiento, el control que de las otras formas de poder, al margen del político, y propone un análisis de estas otras formas que en los últimos años han despertado resistencias y diferentes estrategias de lucha para “disociar” estas dependencias: el hombre sobre la mujer, los padres sobre los hijos, etc.

El principal objetivo de estas luchas no es atacar tanto a tal o cual institución de poder, grupo, elite, clase, sino más bien a una técnica, a una forma de poder.[12]

 Pero no se dio cuenta, en su época, que el ente Poder puede cambiar de esencia aunque se mantenga su denominación, lo que reduce los problemas entre géneros o generaciones a meros pasatiempos necesarios para obtener el sosiego indispensable que produce la ilusoria ausencia presencial del poder económico.
Todas las Piezas de Muñoz son felices en su ignorancia. El crecimiento desproporcionado de sus partes concupiscentes, las que acumulan los deseos colmados, son orondas y satisfechas, pero sus partes racionales están perdiendo la definición –y reduciendo su tamaño respecto de la parte física–, no son rostros reflexivos, son rostros felices (o neutros), pero carentes de instante. El poder económico nos despierta necesidades, carencias que aumentan el deseo, que deberemos colmar para reintegrar al Poder económico lo que nos ha satisfecho en emolumentos. Y los sujetos, convencidos de estas necesidades, organizan sus proyectos en función de ellas, lo que convierte cualquier proyecto vital en una máquina de crear necesidades. Eligen libremente comprar un coche, un piso, crear una familia con la misma base de principios ofrecidos por la Economía y, todo esto, lo decidimos libremente, o, mejor dicho, con la creencia de libertad que nos ha inoculado el nuevo Poder. Por eso, por más que engorden los sacos de las Piezas con deseos colmados, nunca se llenarán suficientemente porque el trabajo que los autorrealiza, el banco que los financia, el torbellino de modas que les obliga a renovarse, las redes sociales y sus gadgets…, nunca serán suficientes.  El tamaño de las “piernas” de las Piezas será cada vez mayor, hasta que llegue a su nivel crítico, momento en que en el saco no cabrán más objetos de deseo y este seguirá exigiendo más consumo dirigido por sus “amos”.

Podemos asegurar que las tres formas de dominación que cita Foucault, fueron abordadas por muñoz a lo largo de toda su obra y también en la que nos ocupa, la cual nos servirá de compendio de todas las demás:

las dominaciones étnicas, sociales y religiosas; las formas de explotación que separan a los individuos de aquello que ellos mismos producen; o aquello que ata al individuo a sí mismo […][13]

Estas formas de prostitución del poder han constituido a lo largo de toda la historia la evocación del sometimiento al alter, en consecuencia, han supuesto la pérdida o siquiera el planteamiento de un merecido Yo, en condiciones de igualdad.

En su época, Foucault no consideraba la posibilidad de  un

“Estado moderno entendido como una entidad desarrollada por encima de los individuos, ignorando lo que son e incluso su propia existencia.”[14]

Sino que lo veía como una estructura muy sofisticada con capacidad para integrar a los individuos, con la única condición de que esa individualidad pudiera ser moldeada y sometida a patrones del interés general.
Muñoz hizo suyo el reto que Foucault asignaba a la filosofía: “el análisis crítico de nuestro mundo”.[15] Apuntando que en el 83 el objetivo más importante para el ser humano no suponía el conocimiento de la mismidad, sino dudar de ella (rehusarnos a lo que somos)[16], en cuanto a su nivel de dependencia o implicación con el Estado y las instituciones estatales –en ese momento, el Poder–, lo que ponía en juego las relaciones entre los individuos. Al hablar de mecanismos o estructuras de poder estamos hablando de personas: cualquier entidad, gobierno, u organismo social está irremisiblemente dirigido por personas, por tanto son “unos” los que ejercen el poder sobre “otros” en nombre de un ente abstracto y escudándose en él para abstraerse de la asunción de responsabilidades que, en cualquier caso, recaerán sobre el ente quedando la obra del sujeto desleída en su amoralidad.
Es muy importante

“distinguir las relaciones de poder de las relaciones de comunicación que transmiten información por medio del lenguaje, un sistema de signos o cualquier otro medio simbólico”.[17]

Quizás este sea un tema primordial en el devenir de la sociedad actual. La obra de Muñoz es concisa en este sentido. Los silencios detenidos de sus Piezas, esas conversaciones a las que se les ha hurtado el lenguaje, incluso la expresión, impiden diferenciar la relación de poder con la relación de comunicación, que se hace innecesaria dada la tardomoderna característica del ser humano que es la transparencia. Nos exhibimos pornográficamente en las redes sociales y, a través de ellas, nos transparentamos frente al Poder, que dirige nuestra libertad.
Las capacidades objetivas que allanan el campo de la dominación, de la aplicación tiránica del poder de hombres sobre otros hombres; no solamente se confunden, sino que forman parte de un mismo modus operandi del Poder.

“El disciplinamiento de las sociedades […] es un incontrolado proceso de ajuste crecientemente mejorado –cada vez más racional y económico– entre las actividades productivas, los recursos de comunicación y las relaciones de poder.”[18]

Son argumentos marxistas sin incidencia alguna en la época de Muñoz que es consciente de que el sistema no funciona. Quizás no sepa muy bien por qué, pero su intuición no le traiciona:

Yo trato de hacerlo atractivo para el espectador. Y luego, inconscientemente, trato de hacerle saber que algo anda muy mal.”

          Para Foucault las relaciones de poder justifican el sometimiento para conseguir la aceptación de una realidad que solo interesa al Poder:

“Las relaciones de poder no excluyen el uso de la violencia como tampoco de la obtención de consentimiento […] el ejercicio del poder no puede existir sin el uno u el otro, sino a menudo con la presencia de ambos.”

En este aspecto las Piezas son tajantes: no aceptan la violencia, o quizás no forme parte de sus peligros dado el sometimiento inconsciente a la dictadura económica. Pero Muñoz quiere que les demos una oportunidad:

“Las figuras te dicen que les gustaría hacer algo más de lo que pueden. No creo que mis figuras sean tan mudas. Creo que están tratando de articularse.”

La antiviolencia de las figuras se refleja principalmente en su incapacidad para ejercerla, por sus carencias físicas y por sus rostros: no hay crispación en ellos. O, quizás, sus rasgos estén difuminados por un velo que les cubre de la transparencia exigida por el poder y que, al despojarse de este burka aparecerán rostros llenos de vida y conocimiento, y quieran ejercitar su libertad intrínseca no la inoculada por un poder que no necesita de los razonamientos de Foucault para su mantenimiento, sino de la inoculación del mero deseo en la mente dócil, concupiscente y humana.
          Las Piezas de Muñoz hablan claramente, se comunican, interrelacionan en un mundo de simetría especular respecto de nuestro mundo.
          La obra está muy relacionada con Foucault en cuanto a que Muñoz crea signos y Foucault quiere establecer sistemas de interpretación. Pero también opuesta en cuanto que Foucault proclama un Poder necesario para establecer los mínimos de convivencia, mientras Muñoz detecta que el Poder de Foucault ha cambiado su esencia. Ahora la función del Poder no es gestionar adecuadamente las relaciones sociales, sino aprovecharse del individuo.
          El individuo, convencido de que su felicidad depende de la cantidad de deseos que pueda satisfacerse, valora como logros las mejoras económicas conseguidas en muchos casos gracias al alineamiento del sujeto con cualquiera de los entes del Poder.
          Las Piezas son una réplica perfecta de la situación que observó Muñoz, incluso en la época de engorde de la bolsa de los deseos.
La obra debe pasearse, y quizás lo primero que percibamos sea la necesidad de que el saco inferior merezca cierto adelgazamiento, que regrese a su forma de piernas, no tanto por un sentido estético como por un sentido de movilidad, de capacidad, y como síntoma de adaptación a nuestros logros: desear lo que se tiene convierte la ausencia de abultamiento en enjuta felicidad. También podremos darnos cuenta de la necesidad de que aparezcan los rasgos que singularicen sus formas; la necesidad de quitarse el velo que los cubre, el velo que incapacita la razón, que impide el razonamiento. Sin duda, si esto sucede, y es una decisión implícita de las Piezas, recuperarán la voz, esta voz ausente que no solamente les da nombre, sino que rodea de misterio la instalación al saber que está ahí pero ajena a nuestros oídos. La interpretación de las voces puede ser dual en cuanto a su capacidad de abrirnos los ojos a una realidad tan devastadora como el Poder que la ostenta; o puede sumirnos en la mayor de las decepciones al darnos cuenta de que detrás de esos velos imaginarios no queda un ápice de razón, que ha sido suplantada completamente por la libertad virtual, por la transparencia y el rendimiento.
Jamás la historia nos traerá lo que no nos traiga la razón. La historia de finales del siglo  XX y comienzos del XXI se está haciendo en el seno de la economía, con el prosaico dinero, que ha perdido toda la erótica del detalle para prostituirse en la codicia como principio y fin del papel del individuo en la sociedad.

“La cualidad del placer no depende de la cantidad de deseos que satisface. El mejor placer y el más intenso es aquel que está menos mezclado de inquietud y que asegura la paz del alma con mayor seguridad.”[19]

Y esto, a mi entender, es lo que tienen claro las Piezas y es lo que nos quieren transmitir. No moran en una

“habitación sin esperanza. Llena de una lluvia irrefutable cayendo sobre una conversación indiferente.”[20]

Este no es su caso. Las Piezas están vivas y dispuestas a oponer resistencia a este otro poder, al que quizás Foucault no valoró en su justo término, o quizás nunca dedujo mediante sus estudios hermenéuticos.




[1] www.profesorenlinea.cl - Registro N° 188.540
[2] Hay que tener en cuenta que sus mentores eran: Lévi Strauss, antropólogo; Jacques Lacan, psicoanalista; y Rolando Barthes,  lingüista. www.profesorenlinea.cl - Registro N° 188.540
[3] Michel Foucault murió de SIDA, por contagio homosexual. La homosexualidad le creó verdaderos problemas mentales que le llevaron a varios intentos de suicidio, por lo que tuvo que ser tratado psicológicamente en su juventud. Esta circunstancia (la homosexualidad) que hoy no tendría trascendencia alguna, en los años en que transcurrió su juventud era un verdadero problema, que, incluso, afirman sus biógrafos, condicionó en cierta medida su obra intelectual.
[4] Paul-Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 3
[5] Charles Morris (1901-1971). (Aesthetics and the theory of signs, 1939). Aparece en el trabajo Estructuralismo y semiología del arte de Carmen González Román para el Open Course Ware de la Universidad de Málaga.
[6] Fernando Castro Flórez. El espacio inquietante del hombre: el lugar del ventrílocuo. Unas reflexiones sobre la obra de Juan Muñoz. Cendeac, Murcia, 2005.
[7] (Imprescindibles – Juan Muñoz, poeta del espacio. Rtve.es)
[8] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 3

[9] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 4
[10] Byung-Chul Han (Psicopolítica, Herder, Barcelona, 2014)
[11] Byung-Chul Han (Psicopolítica, Herder, Barcelona, 2014)
[12] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 7
[13] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 7
[14] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 10
[15] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 11
[16] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 11
[17] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 13
[18] Michel Foucault (El sujeto y el poder) Edición electrónica de www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Pág. 14

[19] Pierre Hadot. No te olvides de vivir, Siruela, Madrid, 2010. Pág. 31
[20] (Imprescindibles – Juan Muñoz, poeta del espacio. Rtve.es)