A ver si lo entiendo. Los
dirigentes del deporte español llevan unos meses con lupa, mejor dicho, con
microscopio y amplificador y ecualizador de gama excelsa, escuchando, viendo,
sintiendo, casi tocando, los grititos de cuatro mal educados en campos de
futbol de clubes privados, es decir, particulares, ultrajando su abyecta ética
—la de los dirigentes— y dañando sus frágiles tímpanos —los de los mismos—.
Pues bien, los agravios proferidos por los aficionados, ya sea en contra de un
jugador, árbitro, o de su esposa, de su madre, de su color, sabor u olor, son sancionados
implacablemente, para público escarnio y suculenta pitanza en pro del florecimiento
de los amantes del buen rollito (algo así como “el que manda”). Hasta aquí, una
oda a la estulticia como tantas otras. Pero…, más pronto o más tarde hay un “pero”,
se han pillado la idiotez con la tapa de sus despropósitos, de lo cual no se va
a hablar ni se va a hacer escarnio en absoluto: faltaría más, aunque tenía que
llegarles el momento de chulear a nuestra propia ingenuidad. Y lo han hecho.
Resulta que el domingo se jugó la copa del rey de básquet, y buena parte del
público silbó, abucheó, o lo que se pueda hacer sonoro con nuestra mismidad, al
himno nacional de España. Aquí he de decir que no es un tema que me afecte en
absoluto, pero según costumbre, quemar una bandera, mofarse del himno nacional,
gritar a un político, etc., suele castigarse duramente desde hace más tiempo
que los grititos de los aficionados futboleros, y con más contundencia. Bien,
pues resulta que el comité antiviolencia ha determinado reprender con un “tenemos
que cuidar un poco estos modales” a la federación de básquet. Y ahí se ha
quedado todo. Es decir, en un pabellón-estadio es muchísimo más grave llamar
ladrón a un árbitro que abuchear el himno nacional. Como todos os imagináis,
algo hay detrás de todo esto; pues sí, lo habéis adivinado, el organizador del
torneo era un organismo oficial no una entidad privada, y no se trata de robarnos
el dinero entre nosotros, pensarían los iluminados. Por lo tanto han decido
archivar el caso, grabaciones, video, denuncias, etc., y a esperar el domingo
que habrá, a buen seguro, algún campito de futbol en el que sus rucios rebuznen
suficientemente para nutrir las arcas estatales con dinero privado. Como Media
Merket, “yo no soy tonto”. Bueno, sí, bastante; de otra manera ya pernoctaría,
haría tiempo, en el mismísimo cráter del Kverkfjöll que, como todos
sabemos de toda la vida, es un famoso volcán islandés.
Colau
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