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sábado, 11 de abril de 2015

Machismo, victimismo o instinto de conservación



El número de víctimas en un accidente o un atentado o en daños colaterales, lo que prefieran, ha dejado de ser el único dato importante de portada para el informante de la tragedia. Y nos daremos cuenta rápidamente si atendemos a las siguientes palabras, inexcusables, con las que se suele finalizar el titular: “de los cuales, tantas son mujeres, tantos son niños y otros tantos ancianos”. Esta coletilla empezó a llamarme la atención hace algún tiempo y no he parado desde entonces de preguntarme el porqué de esta aclarativa subdivisión. ¿Por qué es importante distinguir el número de mujeres? En principio pensé que era para no caer en el machismo, pero enseguida me di cuenta de que no, de que era simplemente masculinismo,  no en el sentido del desprecio machista, sino por la preocupación humana atávica de la desaparición de seres capaces de procrear y, en consecuencia, de menoscabar las posibilidades de inmortalización de la especie humana. Si alguien cree que esto es una exageración, le ruego que aporte otros argumentos que, sin duda, contribuirán a dar luz a esta intrascendente cuestión. Por supuesto, no quiero pensar en sexismo alguno.

A continuación de las víctimas femeninas, invariablemente se especifica el número de niños (en este caso siempre se utiliza el genérico, nunca son niños y niñas). Quiero suponer con ello que viene avalado por los mismos motivos que he argumentado para las mujeres. En general, a lo largo de la historia, la mortalidad infantil ha supuesto un gran hándicap para el aumento demográfico de los países, con la importancia que para el crecimiento económico ha tenido siempre el aumento demográfico. Quiero pensar que este anuncio esconde la misma preocupación que el del número de mujeres. En caso alguno, el sentido común me libre, quiero pensar que el informador está provocando la atención del oyente, vidente o lector con premeditado patetismo, para elevar al máximo el nivel trágico del suceso.

Finalmente, se nos detalla indefectiblemente el número de ancianos fallecidos. Es todo un detalle, si no hay alguna intención escondida, puesto que cabría caer en la inconsciente aceptación general de la sociedad económica neoliberal, de que el anciano es un ser improductivo y parásito de las arcas de la seguridad social, por lo que se nos informa de que felizmente nos hemos librado de un número determinado rémoras. Si este no es el caso, ¿por qué se pormenoriza esta información? ¿Acaso debemos detectar síntomas de magnificar la catástrofe a cuenta de la indefensión de los mayores? ¿O es por todo lo contrario, y estamos ante un claro caso de generacionismo? Tampoco lo tengo muy claro.

En el caso de las mujeres y niños, hay que recordar la manida frase del capitán del buque ante el naufragio inminente: “las mujeres y los niños primero”. Evidentemente, no se trataba de una observación galante (aunque nos lo haya parecido siempre), sino  de asegurar en lo posible el futuro de la especie salvando a las reproductoras, y el futuro de las empresas salvando a una nueva generación de mano de obra. ¿Tiene relación con esto el detalle informativo de las víctimas? No lo sé. Quizás solamente se trate de conseguir el mismo efecto que cualquier anuncio de una ONG, es decir, hurgar tendenciosamente en nuestros sentimientos para que afloren las emociones necesarias para actuar de acuerdo a intereses espurios. O quizás se me escapan razones más evidentes que soy incapaz de ver.

Seguiré pensando en ello cada vez que acaezca alguna tragedia, siempre y cuando uno de los que solo son un número, y cuyo género es innombrable, sea yo. Quizás resulte políticamente incorrecto o pueda afectar a los mercados especificar que han fallecido equis hombres en edad de producción.

Ni afirmo ni niego, estoy despistado, pero me llama la atención.

Colau

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