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sábado, 15 de junio de 2013

Celos o ira


¿Celos o ira?

Los celos sólo son sospechas, pero aparecen en todos los aspectos de la vida: trabajo, amistad, familia, pareja, relaciones sociales…
Los celos son un sentimiento derivado del miedo. Miedo a perder “algo” o “alguien” en beneficio de un tercero: afecto, apego, amistad, protagonismo, encanto, personalidad, poder, etc., o la percepción errónea de usurpación de la propiedad física y/o sentimental, materializada en la pérdida del sentimiento de sumisión o dependencia, sexual o psicológica, del ser querido y supuestamente amado.
Los celos son también carencia, sensación de la falta de algo que creíamos tener y pensamos erróneamente que hemos perdido o que estamos a punto de hacerlo. Los celos no son la consecuencia de un acto, sino el sentimiento que produciría este acto, transportado al momento presente, si éste tuviera lugar.
Los celos son siempre una ilusión, puesto que sólo se sienten cuando se sospecha o se quiere creer sin confirmación alguna. Cuando se confirman empíricamente las sospechas, dejan de ser celos para convertirse en ira o frustración. La ira se libera vehementemente y sólo necesita un detonante para convertirse en violencia. La frustración genera cierto estado depresivo, exento de violencia, pero lleno de angustia.

Los celos suelen materializarse como la sensación de disponer de un objeto notable bajo el diafragma, que ejerce presión sobre la columna vertebral y la licúa, provocando debilidad física y endeblez de piernas mientras una sensación de vacío se manifiesta debajo del esternón, lo que acelera la respiración y aumenta la tensión sanguínea. Las sentimientos más frecuentes, como consecuencia de la constatación de lo que fue ilusorio, es decir, lo que en su momento fueron celos, son la impotencia, la incredulidad, la ira, el odio, la venganza o, en el más sensato de los casos, la resignación y aceptación de la pérdida.
Existe una escala muy amplia del grado de sufrimiento que se produce a consecuencia de la constatación de la pérdida. El carácter del sujeto, su personalidad, su madurez, su nivel intelectual, su capacidad analítica, su grado de estoicismo, su capacidad para asumir la realidad o su claridad de ideas respecto de lo que es la propiedad y de cómo debe ser gestionada.
No es lo mismo los celos por sospecha de usurpación de bienes materiales, de bienes sentimentales o de bienes humanos.
 
1)    Si llevo en el bolsillo una cantidad importante de dinero, de mi propiedad, y un ladrón me asalta y se la lleva,  me sentiré vejado, ultrajado, lamentaré su falta, sufriré el miedo a no recuperarlo y deberá pasar cierto tiempo (duelo) hasta que me recupere anímicamente del percance. Todos los síntomas son los propios de la celotipia, pero no he pasado por ese estado: nunca sospeché que me robarían, no tuve miedo, no tuve dudas, no tuve sospechas, no tuve celos. Este tipo de actos no son los que nos producen mayor grado de desengaño, puesto que la sociedad nos otorga unas garantías legales que defienden la propiedad privada y la autoridad deberá actuar en nuestro favor para solventar la afrenta. En este caso habré pasado directamente a la fase dos de los celos, cuando éstos, precisamente, dejan de serlo.

2)    Al no invitarnos a una fiesta para la cual sí han pensado en algunos de nuestros amigos, aflorará necesariamente la sensación de celos. El afecto que creíamos nos correspondía, nos ha sido arrebatado, pero se le ha mantenido a otros que, casi con toda seguridad, tenían incluso lazos más endebles que los nuestros. Sentimos el vacío producido por la temida pérdida del afecto. Sentimos resentimiento por ese desplante. Sentimos miedo de no recuperar el afecto y quedar definitivamente desplazados de sus relaciones. Esta apreciación es celosa por ilusoria, desconocemos los motivos que han causado lo que consideramos una afrenta, pero no sabemos a ciencia cierta la motivación de lo ocurrido. Experimentaremos los celos, porque nos recrearemos en la sospecha de haber sido apartados con alevosía.

3)    Los celos nos invadirán si percibimos que nuestro jefe valora más el trabajo de un compañero que el nuestro. Sabemos que lo ideal sería alegrarse por el compañero: la realidad no es lógica. Sentiremos que el reconocimiento que creíamos merecer y poseer de nuestro superior no es tal. Lo teníamos, ilusoriamente, y nos lo han arrebatado. Tenemos miedo de no recuperarlo, de que se confirme la certeza de nuestra sospecha. Sentimos reproche y envidia hacia nuestro compañero. Sentimos ira: queremos que se equivoque, que haga el ridículo delante del jefe para recuperar nuestro estatus que, por supuesto, nos merecemos nosotros más que él. Puede que la apreciación percibida sea completamente falsa y seremos injustos con el compañero al que no le corre más que inocencia por sus arterias.

4)    Si en las reuniones, comidas o fiestas entre amigos o familiares, uno es el animador, el alma de la reunión, y cierto día llega un invitado que le hace sentir suplantado en su labor de maestro de ceremonias y lo margina a un segundo plano, el hasta ahora factótum se sentirá despojado de su protagonismo, de su influencia sobre el grupo, de su irreemplazable trascendencia en pos de las relaciones intragrupo. Le ocasionará una pérdida de amor propio, un feroz ataque de celos que mermará su ego y le hará plantearse desaparecer de la primera línea organizativa para observar como otros se estrellan al intentar emularlo. ¡Qué os organice el otro y ya veréis…! Los celos hacen que tomemos las decisiones más desafortunadas.

5)    Existen, por supuesto, los celos infantiles, que son muy parecidos a los de los mayores: pérdida de un juguete en favor de otro, aparente preferencia de la puericultora por otro niño, subjetivo injusto reparto del cariño de los padres, etc. Los niños no saben contenerse puesto que todavía no han asimilado las mínimas normas de urbanidad, por lo que no resulta extraño verles tomándose la justicia por su mano y aplacando contundentemente la ira provocada por sus celos. Los celos de los niños son reales siempre puesto que sólo se valen de su percepción para sentirlos. No disponen de fórmulas empíricas para verificar las entidades provocadoras.

6)    La envidia es uno de los principales vicios motivadores de celos. No hay que olvidar que la envidia es un sentimiento subjetivo, no una realidad objetiva. En este caso no nos han arrebatado algo que nos pertenecía, sino que creemos merecerlo más que el que lo detenta. La envidia es desear lo del otro, pero también es desear que el otro no lo posea. Además de un sentido de carencia por lo que no tenemos, desatamos la ira contra el que sí lo tiene: no sólo deseamos sus bienes, también deseamos su ruina. Envidia y celos: dos maldades juntas.

7)    El deseo de posesión de cualquier animal, persona o cosa, lleva implícito el sentimiento de celos. Deseo: no lo tenemos o sea falta, y nos embarga el miedo de no conseguirlo. El deseo es portador de ira latente. El deseo proporciona infelicidad y rencor hacia cualquier contingencia que impida la obtención del objeto del deseo. El deseo, como decía de la envidia, es un sentimiento ilusorio. Sólo mi consciencia es capaz de un ardid semejante.

8)    ¡Te quiero!: implica celos. Significa “quiero que seas mío o mía”. Es un sentimiento de propiedad. Cualquier propiedad genera celos puesto que existe la posibilidad de perderla o de que nos la arrebaten. El o la que “quiere” siente rencor por la incomodidad que causa el miedo de que le quiten el ser “querido”. En el momento que nace el deseo nacen los celos.

9)     Los celos de la pareja tienen los mismos principios. Te quiero, eres mío o mía, te necesito, te adoro, sin ti no vivo, por ti me muero, etc. Todos estos sentimientos son celosos por naturaleza. Cada átomo de sentimiento va unido a un átomo de celos, formando juntos un nuevo elemento: el amor egoísta. Este amor debe ser correspondido exactamente con el mismo nivel de intensidad y desprendimiento que el ofrecido por uno mismo. Puesto que si no es así, si existe una pequeña desincronización, se achacará a la falta de interés de uno hacia el otro, porque alguien, sin duda pensaremos, nos está arrebatando a la persona amada. El sentimiento de propiedad es el amor más egoísta de todos y el más expuesto a los celos, puesto que es “los celos en sí”, “los celos en estado puro”. No existe el amor desinteresado totalmente. Existe un amor generoso, que no exige: que da, que no espera: que actúa, que no sufre porque el otro existe, que no es celoso porque existe la lealtad, y la lealtad es el embrión de la libertad de la pareja. La pareja libre no es celosa. Sus miembros no han renunciado a sus vidas individuales, sino que las han ensamblado dentro de su relación. El respeto, la confianza y, sobretodo, la seguridad de que todos cambiamos con el tiempo, nos confirma que corremos y aceptamos el riesgo de que los sentimientos también cambien y que, si esto se produce, existe la posibilidad de perder al ser amado.

Esta vida no es un parque de atracciones. No debemos sentir celos puesto que los celos producen sufrimiento, y el sufrimiento influye en el ánimo que a su vez influye en la relación y aparecen más motivos para los celos. Todo ello sin posibilidad de bajarnos de la atracción y tomarnos un helado.

La pérdida de la pareja es un mal latente en la vida a dúo. Existe un gran riesgo de que en una larga relación esta circunstancia se produzca. Si se origina, no será el azar ni el hado ni la providencia quien lo habrá propiciado. Deberemos buscar en nuestro interior. Preguntarnos que hemos hecho mal para llegar a esta situación, por haber permitido que alguien se llevara nuestro amor o que nuestro amor prefiriese a otro u otra a partir de cierto momento. Si esto sucede en un amor egoísta, las consecuencias pueden ser imprevisibles, en cuanto a sufrimiento, ira, rencor, venganza, etc. Pero si sucede en un amor alegre y maduro, podrá optarse por pasar el duelo (tiempo de sufrimiento necesario para que éste desaparezca) y, pasado éste, seguir con una vida sentimental normal, apreciando y agradeciendo los momentos vividos con la anterior pareja; o mantener el mismo amor hacia la persona que nos amó en su momento, sintiendo todos los días la alegría del saber de su existencia, del poder de su sonrisa, de la debilidad de sus defectos, y mantener la esperanza de que algún día puedan recuperarse. Esta última posibilidad no es la más acertada, hay que pasar página, pero si no es así, nunca permitir que nuestro cerebro se convierta en una máquina de procesar celos, de crear resentimientos, de flagelarse con ensoñaciones masoquistas, de vaciarse de vida para llenarse de miseria y autocompasión. Los celos son el cáncer del amor, pero éste los lleva en sus genes.

Los celos son la principal causa de los asesinatos que se registran en el seno de la pareja o en la relación de expareja. Suelen darse cuando uno de los dos decide abandonar al otro. Cuando es la mujer la que da el paso, el hombre, que suele ser muy bruto y muy poco dado a la prudencia y al control de sus impulsos más primarios, se deja llevar por la ira derivada de la pérdida. Un nivel elevado de ira conduce a la ofuscación y ésta al arrebato criminal. Luego viene la asunción del acto malvado. Si ha supuesto una liberación para el hombre y ha calmado sus ansias de venganza, se entregará sumisamente a la policía. Si descubre que acaba de matar a la persona que más “creía” querer en el mundo, optará por el suicidio, incapaz de soportar la acción criminal y la ausencia del ser que percibía como suyo.
 
Me repito y termino. Los celos son un sentimiento ilusorio, no existen en la realidad, son un ente abstracto sólo sustanciado por la debilidad de la mente, por esa tendencia irracional de preferir pensar en el mal en lugar de pensar en el bien. La terrible determinación por lo negativo nos llena de dolor que creemos inevitable, pero lo cierto es que resulta enfermizo y completamente inútil.

La confirmación de las sospechas dejan de lado los celos para adentrarnos en sentimientos más reales  y justificables: miedo, pánico, rencor, ira, arrebato, demencia o pérdida total de los valores morales. En este estado podemos convertirnos en individuos de alto riesgo psicótico.
Celos no: confianza y deportividad.
 
Colau

brotet-de-cel.blogspot.com.es

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