Translate

jueves, 18 de enero de 2018

DISCREPANCIAS DE KANT CON EL PENSAMIENTO EMPÍRICO DE HUME EXPLICITADAS EN LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA

Resumen:
Este estudio viene suscitado por el hecho de que Kant cita el nombre de  Hume en dieciocho ocasiones en la Crítica de la Razón pura, que suponen siete referencias explícitas a diferentes temas abordados en esta obra. El objetivo es demostrar qué Kant dedicó buena parte de sus esfuerzos en rebatir a Hume, en cuanto a la opinión que este mantenía sobre la idea de causalidad. Para ello he analizado cada una de las referencias a fin de determinar si es cierta esta percepción. Una vez constatada esta, resultará ineludible determinar que Kant, de acuerdo con su argumentación trascendental, consigue demostrar su postura. Finalmente se plantea una reflexión sobre cómo han evolucionado ambos razonamientos en el devenir del tiempo que, en este caso, cae en favor de Hume, puesto que en el siglo xx, los positivistas lógicos apoyados en el giro que había dado Einstein a la física de Newton, eliminaron la exigencia de los juicios sintéticos a priori, e incluso delimitaron la ciencia a su necesidad de poder ser falsada. El método inductivo ha prevalecido en la ciencia, lo cual establece la preponderancia de la experiencia sobre las estructuras trascendentales de Kant.

Palabras clave: Kant, Hume, causalidad, a priori, trascendental, experiencia.


1.- INTRODUCCIÓN


Kant «llama trascendental a todo conocimiento que se ocupa, no tanto de los objetos, cuanto de nuestro modo de conocerlos, en cuanto que tal modo ha de ser posible a priori. Un sistema de semejantes conceptos se llamaría filosofía trascendental»[1]. Parte del principio de que el objeto conocido, si es universal y necesario, ha sido construido por el sujeto. Pero no enteramente —en este caso solo pensaríamos, argumenta Kant. Para conocer hace falta, por una parte, recibir unos datos, y por otra dotarlos de unas determinadas características que los conviertan en objetos de conocimiento. Esas características que el sujeto aporta es lo que él llama trascendental, porque no puede faltar nunca, está más allá del objeto concreto y si faltara, tampoco habría objeto alguno.
El concepto de universalidad significa que todos los seres humanos se encuentran en condiciones de igualdad en cuanto a las estructuras de la razón para dar sentido a los datos sensibles recibidos. La necesidad, al no ser solamente la intervención activa del ser humano en su objeto de conocimiento, tiene que ser a priori.
Precisamente, en esta introducción a su filosofía trascendental, Kant deja patente el origen del que partirán sus discrepancias con Hume, de las cuales deja constancia en algunos pasajes de su Crítica de la Razón Pura y que son el objeto de este artículo.
Por otra parte, recordemos que Hume estableció que el principio de causalidad no se derivaba de la experiencia ni de ningún otro sentido del hombre. Estableció que existe una prioridad temporal de un movimiento sobre el otro; que existe una contigüidad espacio-temporal entre ambos movimientos y una conexión constante, en el pasado entre ambos movimientos, pero no una conexión necesaria en el futuro. De todo ello, Hume sentencia que si la relación entre la causa y el efecto es necesaria es por puro el puro hábito de observar que a un determinado hecho —que llamamos causa— le sigue otro hecho —que llamamos efecto—. Es nuestra imaginación, según Hume, la que inclinada por el hábito, deriva el efecto al observar la causa y viceversa, sin que esto implique que ambos estén relacionados, ya que esa relación es imperceptible. Mientras que Kant, en su segunda analogía, ya anuncia que «todos los cambios tienen lugar de acuerdo con la ley que enlaza causa y efecto»[2], donde pretende exponer la prueba del principio trascendental causal, el cual, como los otros principios trascendentales, son proposiciones sintéticas a priori, que muestran que los esquemas trascendentales (en este caso el esquema de sucesión necesaria, es decir, la sucesión conforme a una regla) son condiciones de la posibilidad de la experiencia. Es decir, por un lado Hume argumenta que el principio causa efecto se debe al hábito y precisa de la experiencia para ser demostrado, mientras que Kant considera a la relación causa-efecto como un concepto puro del entendimiento, que integra en su tabla de categorías, en la tercera tríada «de la relación», como «causalidad y dependencia» o «causa y efecto»[3].

2.- PRIMERA REFERENCIA

En el apartado ii de la Introducción: Estamos en posesión de determinados conocimientos a priori que se hallan incluso en el entendimiento común[4].

Kant afirma que  «todo cambio ha de tener una causa»[5] y que el concepto de causa encierra el concepto de necesidad de conexión con un efecto y el de estricta universalidad de la regla, y que dicho concepto desaparecería si quisiéramos derivarlo, como hizo Hume, de una repetida asociación entre lo que ocurre y lo que precede y de la costumbre.
El principio filosófico de causalidad se enuncia diciendo que «dado un efecto ha de haber una causa que lo ha producido», por tanto el efecto procede de la causa y esta origina el efecto. Sin embargo, tal principio para Hume no se deriva de la experiencia, pues no tenemos ninguna impresión de la relación entre la cusa y el efecto: «Todos los razonamientos referentes a las cuestiones de hecho parecen estar fundados en la relación de causa y efecto. Por medio es esta singular relación superamos la evidencia de nuestra memoria y nuestros sentidos […]»,[6] y explica esta relación causal con el ejemplo de la observación de una bola de billar que al chocar  sobre otra produce el movimiento de esta última. Para Hume se trata solamente de una prioridad temporal de un movimiento sobre otro, unido a la contigüidad espacio-temporal que existe entre ambos movimientos, y una conexión constante, en el pasado, entre ambos movimientos, pero no una conexión necesaria en el futuro. Por consiguiente, si pensamos que la relación entre la causa y el efecto es necesaria es por el hábito de observar un determinado hecho que sigue a otro hecho. Es nuestra imaginación la que, inclinada por el hábito, deriva el efecto al observar la causa y viceversa, sin que esto implique que ambos estén relacionados, ya que esa relación es imperceptible. Todo ello implica que en nosotros urge la creencia de que los hechos sucederán de un modo determinado en el futuro por la costumbre de haberlos observado así en el pasado. De esto también se deriva que nuestro conocimiento de los hechos de la realidad no es un conocimiento seguro por completo, sino como mucho probable, fundamentado en la costumbre y la creencia.
Para Kant, el principio de causalidad recibe  una interpretación opuesta a la de Hume, pues afirma que el concepto de causa «encierra el concepto de necesidad de conexión con un efecto y el de estricta universalidad de la regla»[7]. Finalmente, sentencia que «dicho concepto desaparecería totalmente si quisiéramos derivarlo»[8], como hizo Hume, de una repetida asociación entre lo que ocurre y lo que precede y de la costumbre nacida de la asociación de enlazar representaciones. Por tal motivo, si el principio de causalidad no fuese a priori, las secuencias fenoménicas serían impensables, ya que no estarían sometidas a un orden de sucesión o, lo que es lo mismo, no habría experiencia, que se basa en la «unidad sintética de los fenómenos, es decir, en una síntesis conceptual del objeto de los fenómenos en general»[9].
Hume insiste en el error de creerse que el principium cusalitatis era imposible a priori, y achaca a esta observación errónea la consecuencia que la metafísica hubiera tenido hasta entonces un estado «tan vacilante». Kant afirma que según las conclusiones de Hume «todo lo que llamamos metafísica vendría a ser la mera ilusión de pretendidos conocimientos racionales de algo que, de hecho, sólo procede de la experiencia y que adquiere la apariencia de necesidad gracias a la costumbre»[10], por lo que le acusa de no haber tenido presente el problema «en su universalidad»[11]. Kant concluye afirmando que la solución a ese problema pasa por el uso puro de la razón, tanto en la fundamentación como en el desarrollo de «todas las ciencias que contengan un conocimiento teórico a priori de objetos»[12], es decir que posibilita la matemática y la ciencia natural pura.

3.- SEGUNDA REFERENCIA

En el Capítulo ii, Sección i, 14 Paso a la deducción trascendental de las categorías[13].

En la experiencia se pueden encontrar conceptos puros del entendimiento pero no conocimientos que sobrepasen todos los límites de la experiencia, como pensaba Locke, pero, a pesar de que Hume reconocía que para poder sobrepasar estos límites «hacía falta que esos conceptos tuvieran un origen a priori»[14], no podía explicarse cómo era posible que el entendimiento tuviese que concebir conceptos (derivados de un objeto) que no se hallaban ligados en el entendimiento, ni tampoco advirtió que el mismo entendimiento podría «ser el autor de la experiencia en la que se hallan sus objetos»[15]. Kant dice que Hume, apremiado por la necesidad, derivó dichos conceptos de la experiencia, reiterándose en la falsedad que representaba la necesidad subjetiva de una asociación tomada por objetiva, como es la costumbre. Aunque reconociera que «no era posible ir más allá de los límites de la experiencia, ni con esos conceptos, ni con los principios que ellos originan»[16]. Y acaba su razonamiento adversativo asegurando que «la derivación empírica ideada por ambos autores no es compatible con la realidad de los conocimientos científicos a priori que poseemos, a saber, la matemática pura y la ciencia general de la naturaleza, lo cual refuta tal derivación»[17].
Hume pensaba que «todos los objetos de la razón o de la investigación humana se pueden sencillamente dividir en dos clases, a saber, relaciones de ideas y  cuestiones de hecho».[18] En las primeras, se establecen relaciones necesarias entre el sujeto y el predicado cuya verdad depende de su coherencia interna y no de nada que suceda en la realidad. Estos serían los juicios de las matemáticas o de «cualquier información que sea cierta bien por intuición o bien por demostración»[19]. Nada nos dicen acerca de la realidad empírica, tan solo establecen relaciones necesarias entre sujeto y predicado y se descubren mediante una simple operación del entendimiento, y una negación de tales objetos de la razón implicaría una contradicción. Mientras que las cuestiones de hecho, serían aquellos juicios que versan sobre los hechos reales cuya verdad depende de su correspondencia con las observaciones empíricas, aunque su verdad sea siempre probable, pues nuestro conocimiento de los hechos se fundamente en la inferencia causal que solo nos aporta un conocimiento probable de la realidad. Por lo tanto, lo contrario de una cuestión de hecho es siempre posible. Como podemos observar, Hume subordina las relaciones de ideas la capacidad de razonamiento y las cuestiones de hecho a la experiencia, rechazando que la razón pudiera ampliar en forma alguna el conocimiento aportado por la esta.

4.- TERCERA REFERENCIA

En el Capítulo ii, Sección i, 14 Paso a la deducción trascendental de las categorías[20].

Kant se pregunta por qué Hume debilitó en los hombres la convicción de que «su conocimiento racional bastaba para afirmar y obtener un concepto determinado de un ser supremo»[21], y llega a la conclusión de que el único interés que movía a Hume era el de «hacer avanzar a la razón en el camino de su autoconocimiento»[22]. Aunque Kant intenta ser benévolo con Hume excusándole, diciendo que, con razón, «no puede dejar su especulación abstracta porque piensa que el objeto de tal especulación se halla en el campo de las ideas puras»[23].
Para Hume la idea de Dios es la de un Ser por definición imperceptible, del que no cabe un conocimiento empírico y, por tanto, no podemos saber si existe o no existe. El problema de la sustancia no es otro que el problema de establecer qué realidades existen. Para el racionalismo, Dios el mundo y el sujeto son realidades existentes en sí mismas, en cambio para Hume la idea de sustancia es la idea de una realidad subyacente a las impresiones que recibimos y que suponemos provenientes de dicha realidad. Pero no podemos saber si realmente existe tal realidad, pues no está a nuestro alcance percibirla. Tal idea la forma nuestra imaginación aplicando las leyes de asociación de ideas: «Es también evidente que la idea de existencia no es nada diferente de la idea de un objeto, y que cuando después de la simple concepción de algo queremos concebirlo como existente, en realidad no añadimos nada a nuestra primera idea o la alteramos. Así, cuando afirmamos que Dios existe nos formamos simplemente la idea de un ser tal como nos es presentado, y la existencia que le atribuimos no es concebida por una idea particular que unamos a la idea de sus otras cualidades y que pueda nuevamente ser separada y distinguida de ellas»[24].

5.- CUARTA REFERENCIA

En el Capítulo i, Sección ii, La disciplina de la razón pura con respecto a su uso polémico[25].

En b 788, Kant vuelve a reiterar su desacuerdo con Hume en cuanto su visión del concepto de causalidad, indicando que este dijo, con toda certeza que «su verdad no se apoyaba en ninguna idea, es decir, en ningún conocimiento a priori, sino simplemente a su utilidad general en el curso de la experiencia y a una necesidad subjetiva llamada costumbre»[26], dejando patente el error de Hume al afirmar que la razón es incapaz de utilizar ese principio para rebasar la experiencia y eliminar cualquier pretensión de la razón para «ir más allá de lo empírico»[27].
Hume llama costumbre «a todo lo que procede de una repetición pasada, sin un nuevo razonamiento o conclusión»[28], por lo tanto se podrá tomar como verdadero que lo que sigue a una impresión se deriva única y exclusivamente de la costumbre. Hume es taxativo cuando afirma que « ningún objeto muestra, por las cualidades que presenta a los sentidos, ni las causas que lo producen ni los efectos que provocará, ni puede nunca nuestra razón, alejada de la experiencia, extraer conclusión alguna concerniente a la existencia real y a cuestiones de hecho»[29].

6.- QUINTA REFERENCIA

En el Capítulo i, Sección ii, La disciplina de la razón pura con respecto a su uso polémico[30].

Resulta evidente que Kant sentía una especial admiración por Hume, incluso destaca el uso de su método escéptico para llevar a cabo «un riguroso examen de la razón»[31], y el estimable esfuerzo personal en «la búsqueda de la verdad»[32]. Pero sus discrepancias son de tal calado, que Kant ofrece una amplia reflexión sobre todas ellas, fortalecido ahora con la convicción de que ha demostrado la refutación a cualquier objeción procedente de los principios escépticos de Hume.
A los juicios, a los que Hume otorgaba la facultad de permitirnos ir más allá del concepto de objeto, Kant les ha llamado sintéticos, y añade que ir mediante la experiencia más allá del concepto, no ofrece dificultad alguna y cree que se pueden «sobrepasar a priori nuestros conceptos extendiendo nuestro conocimiento»[33], es decir, utilizando además la razón pura, de esa manera podremos llegar al conocimiento de objetos y propiedades de estos que en ningún caso pueden encontrarse en la experiencia. Reprocha, en este sentido, a Hume, que no distinguiese las dos clases de juicios, al considerar imposible «la generación espontánea de nuestro entendimiento (y de la razón) sin ser fecundado por la experiencia»[34]. Kant insiste en la tesis errónea de Hume al considerar a los principios a priori del entendimiento y de la razón como meras ficciones derivadas de la costumbre, que es contingente, en consecuencia, carente absolutamente de necesidad y universalidad. En este sentido, recuerda nuevamente la «extraña tesis»[35]  que, sobre el principio de causalidad, realizó Hume. Además destaca el ejemplo de la “cera que se derrite”, que reforzaría el postulado de Hume, que después le servirá para demostrar la eficacia de su teoría trascendental. Kant insiste en reprobar el convencimiento de Hume en cuanto a que, sin experiencia, no disponemos de herramienta alguna para aumentar un concepto ni justificar un juicio, que según él, «se amplía a sí mismo a priori»[36]. A continuación, rebate todas las afirmaciones de Hume con un resumen de su teoría trascendental, empezando por la idea de que «podemos conocer a priori la ley de la conexión del concepto con otras cosas, aunque solo en relación con un tercero, a saber, la experiencia posible y, por tanto, a priori al fin y al cabo». A partir del ejemplo mencionado, Kant demuestra de la siguiente manera el error del empirista: «Hume cometió el error de inferir la contingencia de la ley de la contingencia de nuestra determinación según la ley, y confundió el pasar del concepto de una cosa a la experiencia posible (lo cual sucede a priori y constituye la realidad objetiva de ese concepto) con la síntesis de los objetos de la experiencia efectiva, la cual es siempre empírica, claro está»[37]. Kant califica todo ello de «errores escépticos»[38] que se derivan de la falta de sistematización del examen de «todas las clases de síntesis a priori del entendimiento»[39], e indica que, de haberlo hecho, «habría descubierto el principio de la permanencia, que, al igual que el de causalidad, anticipa la experiencia»[40].
Kant intenta explicar el porqué del error de Hume, que achaca al escepticismo, puesto que «él mismo se pone en duda al basar sus objeciones en hechos contingentes» en lugar de hacerlo en principios necesarios.




7.- SEXTA REFERENCIA

En el Capítulo i, Sección ii, La disciplina de la razón pura con respecto a su uso polémico[41].

Por otra parte, Kant acusa a Hume de no distinguir entre las demandas del entendimiento y las pretensiones dialécticas de la razón, a las que ataca especialmente. Ataques escépticos que resultan peligrosos y «nocivos para el dogmatismo acrítico»[42], para quien no sabe hasta dónde llegan sus posibilidades «sino que piensa descubrirlo mediante ensayos»[43]. Califica, no obstante, al escéptico de educador del sofista dogmático, que realiza una «sana crítica del entendimiento y de la razón misma»[44], lo que le lleva a concluir que «el método escéptico no es satisfactorio en sí mismo en relación con las cuestiones planteadas por la razón, pero sí es instructivo en orden a despertar en ella la cautela y a indicarle cuáles son los medios adecuados para asegurar su legítima posesión»[45].


8.- SÉPTIMA REFERENCIA

En el Capítulo iv, Historia de la razón pura[46].

Finalmente, en b 884, estima a sus oponentes intelectuales, en cuanto al seguimiento del método científico,  de dos tipos, uno dogmático, personificado en la figura de Wolff, y el otro escéptico, encarnado por Hume. Dice de ambos sistemas que «contraen la obligación de proceder sistemáticamente»[47], por lo que únicamente queda un camino adecuado, el que acaba de describir en su texto: el camino crítico.


9.- RECAPITULACIÓN


A modo de resumen, podemos decir que, Hume, basándose en su empirismo, defiende que todo conocimiento se basa en las impresiones obtenidas de la experiencia, cuyos recuerdos pasarían a constituir las ideas. Estas constituirían las cuestiones de hecho, pero el conocimiento que nos aportaría no sería más que probable y contingente, pero en ningún caso universal. Por otra parte, Hume también acepta como conocimiento las relaciones de ideas, aunque nada nos digan de la realidad empírica sí nos sirven para establecer las verdades matemáticas. Mientras que Kant establece que el conocimiento ha de cumplir dos condiciones, una formal en cuanto a las estructuras del propio sujeto, y otra empírica en cuanto a información de facto sobre el objeto. Pero Kant dará preponderancia a la estructura formal antes que a la material, es decir, las categorías del sujeto cognoscente conformarán el conocimiento del objeto conocido. Del mismo modo, establece como científicos, es decir, universales y necesarios a los juicios sintéticos a priori, de esta manera, gracias a la capacidad de percibir un objeto en un espacio y un tiempo, a lo que llama sensibilidad, y a la capacidad de pensar y clasificar los fenómenos en categorías, a lo que denomina entendimiento, será posible la ciencia. Kant, contrariamente a lo expuesto por Hume, acepta el principio de causalidad como un a priori, incluyéndolo en una de las doce categorías del entendimiento.
En cuanto a la metafísica, ambos niegan su posibilidad como conocimiento, aunque Hume lo hace por el principio de negación de ideas universales, ya que su contenido no proviene de las impresiones; ni siquiera la ciencia sería universal y necesaria puesto que niega las ideas de causa y sustancia al no provenir de las impresiones. Mientras que Kant también reconoce el incumplimiento de la condición material en la metafísica, aunque admite que al ser humano le resultaría imposible una vida al margen de ella.
En cuanto al concepto de hombre, Hume, en su escepticismo, llegará a poner en duda incluso la idea de “yo” o sujeto receptor de impresiones, puesto que al no proceder esta idea de una impresión no sería lícito afirmarla. Mientras que el alma, sería solo la memoria formada por un haz de ideas o recuerdos de impresiones. En cambio Kant asegura que el ser humano es a la vez fenómeno, tal como cualquier otro objeto, pero, que dado su carácter moral y libre, también es noúmeno, estando determinado por sus tres disposiciones originarias: a la animalidad, a la humanidad y a la personalidad. Por la primera, el hombre sería un ser insociable y egoísta, mientras que por las otras dos, sería un ser ético, social y moral. De ahí que hable de la «insociable sociabilidad del hombre».
En cuanto a la idea de Dios, Kant indica que ninguna demostración lógica sobre la existencia de Dios sería concluyente, a la vez que piensa que no se puede negar la posibilidad de la existencia de Dios. Más adelante, en la Crítica de la razón práctica, anunciará su postulado sobre la existencia de Dios, como un modo de conocimiento a priori, pero diferente del de la razón, un conocimiento a priori propiciado por los principios morales. Mientras que Hume parte de la falsedad de la idea de sustancia, ya que a la idea de Dios no le corresponde ninguna impresión, por mucho que la califiquemos de "externa", "pensante" o "infinita", no será menos falsa.  Y tampoco serviría el principio de causalidad, ya que este, según el propio Hume, solo tiene validez en el ámbito de la experiencia, y no tenemos experiencia alguna de la causa, de Dios o sustancia infinita, por lo tanto, no se puede demostrar que exista conjunción necesaria de ésta y sus efectos, ya que nunca hemos tenido experiencia de la misma.

10.- CONCLUSIONES


El problema fundamental de la Crítica de la razón pura es el de la posibilidad de establecer la metafísica como ciencia. Este asunto es planteado por la pregunta principal del libro: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Pero en este sentido encontramos pocas referencias a las discrepancias que Kant mantenía con la opinión defendida por Hume. Hemos de entender, pues, que todas las alusiones, al atender a puntos concretos del desarrollo de su doctrina trascendental, se dirigen al intento de salvaguardar la validez semántica de sus enunciados por contraposición a la actitud escéptica de las proposiciones humeanas. No obstante, Kant nunca responde a la pregunta de cómo es posible la metafísica como ciencia. Da la impresión que pronto se da cuenta de preponderancia de las ideas de Hume en este sentido. También es cierto que, toda vez aparentemente abandonado el proyecto inicial de metafísica, reemplaza esta por una especie de teoría de la ciencia a partir de los principios de nuestra percepción de la realidad o de la estructura conceptual de los individuos, que Kant considera universal, y por tanto le lleva a la afirmación de la existencia de un solo mundo. También podría entenderse que deriva gran parte de la metafísica a la basada en las fuentes de la razón pura práctica. No obstante, lo que hizo que Kant dudara de la posibilidad de aceptar a la metafísica como ciencia fue la crítica de Hume al principio de causalidad y la imposibilidad de introducir un concepto a priori para esta relación, que Kant, sin embargo, defiende continuamente e intenta rebatir los argumentos de Hume. De este tenor son la mayoría de referencias tratadas en este estudio.

Kant demuestra en la Crítica de la razón pura que existe otro modo de llegar al conocimiento además de la experiencia, y este se consigue mediante mecanismos propios del ser humano, de ahí el interés en demostrar la existencia de los juicios sintéticos a priori, es decir, aquellos que producen conocimiento y, para ello, demostrar previamente el extravío de Hume en su limitación de la ley de causalidad a la experiencia. Por lo tanto, Kant consigue un triunfo parcial sobre Hume al conseguir demostrar, “a su manera”, la existencia de los juicios sintéticos a priori y con ello disipar las dudas sobre la validez del conocimiento humano. No obstante, además de las críticas de filósofos posteriores, la propia ciencia cuidó de evidenciar el error de Kant al pensar que, después de demostrar que las matemáticas eran posibles gracias a la aprioridad del espacio y el tiempo, creyó haber descubierto las condiciones trascendentales que hacen posibles los juicios sintéticos a priori en física: las categorías o conceptos puros del entendimiento. Esto hacía de la física una ciencia universal y necesaria, tal como Kant creía que era partiendo de su admiración por la física newtoniana, pero ya en el siglo xx los positivistas lógicos, apoyados en el giro que había dado Einstein a la física de Newton, de eliminar la posibilidad de existencia de tales juicios, e incluso delimitar la ciencia a su necesidad de poder ser falsada. Lo que le da al empirismo de Hume cierta preponderancia en la actualidad.

Nicolau Ballester
Gener de 2018






BIBLIOGRAFÍA






Sánchez, A. 2016. Hume. Investigación sobre el conocimiento humano. Biblioteca Nueva. Madrid.

Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona.

Viqueira, V. 2001. Hume. Tratado de la naturaleza humana. Libros en la Red. Albacete. www.dipualba.es/publicaciones.




[1] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 25, p. 58.
[2] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 232, p. 220.
[3] Ibíd. b 106, p. 113.
[4] Ibíd. b 3, p. 43.
[5] Ibíd. b 5, p. 44.
[6] Sánchez, A. 2016. Hume. Investigación sobre el conocimiento humano. Biblioteca Nueva. Madrid. (Pág. 90).
[7] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 5, p. 44.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd., b 195, p.195. 
[10] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 20, p. 54.
[11] Ibíd.
[12] Ibíd., b 20, p. 55.
[13] Ibíd., b 124, p. 125.
[14] Ibíd., b 127, p. 127.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd., b 128, p. 128.
[17] Ibíd.
[18] Sánchez, A. 2016. Hume. Investigación sobre el conocimiento humano. Biblioteca Nueva. Madrid. (Pág. 89).
[19] Ibíd.
[20] Ibíd., b 124, p. 125.
[21] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 773, p. 594.
[22] Ibíd.
[23] Ibíd. b 774, p. 595.
[24] Viqueira, V. 2001. Hume. Tratado de la naturaleza humana. Libros en la Red. Albacete. p. 83.
[25] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 766, p. 590.
[26] Ibíd. b 788, p. 603.
[27] Ibíd.
[28] Viqueira, V. 2001. Hume. Tratado de la naturaleza humana. Libros en la Red. Albacete. p. 89.
[29] Ibíd., p. 91.
[30] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 766, p. 590.
[31] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 792, p. 605.
[32] Ibíd.
[33] Ibíd. b 793, p. 605.
[34] Ibíd.
[35] Ibíd. b 793, p. 606.
[36] Ibíd.
[37] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 794, p. 606.
[38] Ibíd. b 795, p. 606.
[39] Ibíd. b 795, p. 607.
[40] Ibíd.
[41] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 766, p. 590.
[42] Ibíd. b 796, p. 607.
[43] Ibíd. b 796, p. 608.
[44] Ibíd. b 797, p. 608.
[45] Ribas, P. 2016. Kant. Crítica de la razón pura. Taurus. Barcelona. b 797, p. 608.
[46] Ibíd. b 880, p. 659
[47] Ibíd. b 884, p. 661.

No hay comentarios:

Publicar un comentario