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miércoles, 22 de mayo de 2013

Aburrimiento o tedio

¿Aburrimiento o tedio?
Aunque son palabras sinónimas, voy a coger las acepciones que me interesan para el desarrollo de este tema. Según la RAE, aburrimiento es el “fastidio de no contar con algo que distraiga y divierta”, es decir, lo que generalmente, y casi exclusivamente, se acepta por aburrimiento. En el caso del tedio, aparte de definirlo como aburrimiento extremo añade la acepción “estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa”. No está nada mal. ¿Qué tiene que ver esto con el aburrimiento? Intentaré aclararlo.
¡Mamá/papá, me aburro! Es el más común y más falso de los aburrimientos. Algunos niños, cuando están solos, se personan, hagamos lo que hagamos, e interfieren en nuestra actividad disparando lo de ¡me aburro! Al impeler los motivos de tal afrenta a la dignidad del infante o infanta, las respuestas son completamente estándares: no tengo nada que hacer, no tengo con quien jugar, ya estoy cansado de lo que estaba haciendo, etc. Y uno, comprensivo progenitor donde los haya, intenta empatizar con el heredero: “pon la tele, hacen dibujos” –No me apetece. “Juega con las Monster High” –Ya he jugado. “Lee un libro” (se hace esta propuesta cuando el progenitor es persona cultivada)” –No tengo ganas… Entramos en una dinámica en la cual no hay propuesta alguna que sea del agrado del menor. Entonces, que hacer, cómo solucionar la situación. Bueno, lo primero que hay que decir es que el niño o niña saben perfectamente, desde el primer momento, lo que quieren hacer, pero no lo tienen a mano si no es con la ayuda de los mayores. Lo difícil, por cuanto hay que tener paciencia (dejar lo que estábamos haciendo, rendirnos a su succión vital, a su egoísmo), hay que sonsacarle al menor cuál es su idea de diversión y cómo podríamos alcanzarla. No hay que confundirse; no se trata de dar alternativas al menor, se trata de averiguar qué tiene decidido en su consciente que quiere hacer, ¡él ya lo sabe!; si no acertamos a adivinar qué es, o no tenemos la habilidad de sonsacarlo, tendremos al niño o niña aburrido todo el día, y nosotros, fastidiados; si lo logramos, nuestra abnegación paterno-maternal hará que nos pongamos a las órdenes de sus deseos, cuyo origen de tal actitud ya nos explicó Platón en su Banquete, al ilustrar Diotima a Sócrates a cerca de Eros. Ellos felices, nosotros abnegados y ¿aburridos?
Otra cosa muy diferente sucede cuando el que se aburre es un adulto: “el tiempo es lo que pasa cuando nada pasa”. Existe hoy en día una convicción de que cualquier fracción de tiempo no aprovechado es aburrimiento. Primero que hay que decir es que el cuerpo humano no está preparado para soportar de sol a sol, sin descanso, toda la diversión que deseamos, toda la vida excitante que nos anuncian, todo el placer al que tenemos acceso, o la lucha incesante para alcanzar nuestros deseos. Si “conseguimos” este grado de plenitud, probablemente un día debamos visitar al psiquiatra a causa del estrés y, en el peor de los casos, al forense (o será éste el que nos visite a nosotros). Desafortunadamente, este tipo de aburrimiento está, cada vez más, en decadencia, está desapareciendo. Esto es debido a que la industria nos ha proporcionado material para malograr estos celestiales ratos de útil vacuidad, de “tiempo en el que nada pasa” y, por tanto, puede pasar todo. Tiempo a nuestra disposición, tiempo para utilizar a nuestro libre albedrío: tiempo para traer nuestro pasado al presente, tiempo para ensueños del futuro, tiempo para entrar en nosotros mismos y hurgar en nuestras conciencias, tiempo para vivirlo en presente, única manera en que se vive el tiempo. Se nos brinda la oportunidad de tener conciencia de nuestros actos, de nuestra vida, de situarnos en este punto atemporal y eterno, existente pero in-mesurable, que es el presente. Como decía, la industria nos ha proporcionado, móviles, redes sociales, whatsApp, cientos de canales de tv, etc., para que llenemos estos breves momentos nuestros, los únicos de los cuales tenemos la sensación de que nos pertenecen. De esta manera, la idiotez respecto de nuestro “yo” en beneficio de nuestro “esto” nos llena de dicha, alienándonos a las hordas que nos arrastran a las mayores cotas de estupidez. ¡Abúrrete! Quedarse a solas con uno mismo no es una pérdida de tiempo, es todo lo contrario, es sentir la conciencia de nuestra propia existencia. Tener oportunidad de descubrir que nuestro gran “Yo” nos puede ocasionar alguna sorpresa, incluso desagradable. “Sé tú mismo” es, quizá, una de las mayores sinrazones que estoy harto de escuchar, uno debe aspirar siempre a ser lo que se cree que es y a trabajar para llegar a serlo. Nadie es tan perfecto como para querer ser quien se cree que es, y si uno quiere es porque se conforma, porque es un engreído, o porque complace plenamente su desidia vital. Tomar conciencia de todo ello y avanzar en nuestra vida interior sólo es posible dentro del tan denostado aburrimiento.
A Kant se le atribuye la siguiente estulticia retórica (erudita frase para otros): “Quien no trabaja se consume de aburrimiento…” Aquí, se me permitirá que pase del aburrimiento al tedio, y me voy a explicar, si puedo. Cuando somos jóvenes, solemos tener muchas expectativas; nos preparamos para hacerlas realidad, para que puedan servir de estructura para uno o varios proyectos vitales sólidos. El trabajo es uno de ellos. La pareja es otro. Hablaré de los dos, pero tienen muchas cosas en común. Todo proyecto, ya sea laboral o de pareja, es un deseo de que las cosas salgan de determinada manera, por tanto es una carencia, algo que de momento no tenemos, algo que deseamos, pero nos falta. El estudiante espera finalizar su carrera, cursar un master, alanzar un doctorado y obtener una cátedra, si lo consigue habrá cumplido los objetivos y será feliz. No es cierto en todos los casos. Durante el proceso, el estudiante mantendrá los deseos intactos, lo que le hará trabajar duramente durante muchos años, pero llegará el día del éxtasis: nuestro estudiante ha conseguido una cátedra y un proyecto de investigación tal como había soñado: lo ha conseguido. Al cabo de los años, puede suceder y de hecho sucede a veces, el antes ilusionado estudiante y ahora eminente investigador, piensa que ya ha hecho realidad su proyecto, ya lo ha conseguido, lo disfruta todos los días, lo está asumiendo cada día; ya no tiene el deseo de conseguir, ya yo hay falta, lo tiene todo. Se va acostumbrando y, según pasa el tiempo, va perdiendo importancia lo que consiguió: es algo que se tiene y por tanto no se desea. Y este “no desear” lo que ya tiene implica que su proyecto se ha acabado, necesita un nuevo proyecto. Pero, ¿y si no lo tiene? Van pasando los días y la rutina empieza a hacer acto de presencia en la vida laboral de nuestro eminente sabio. Trabaja todos los días, doce o catorce horas; dirige una investigación, lleva la administración de las subvenciones, debe dar conferencias, atender a alumnos, medios de comunicación, etc. Está cansado; lo que hace no le llena: ha llegado el tedio. Esto puede ser muy grave, o no. Si esta persona construye un nuevo proyecto a partir de las ruinas del anterior, si se vuelve a ilusionar y vuelve a desear algo que no tiene, que le falta y que cree que puede satisfacer su vida, tendrá, a partir de este momento, construidas unas bases sólidas para escapar del tedio y volver a la ilusión por unos objetivos. En caso contrario, deberemos lidiar este estado de ánimo motivado por tener que soportar algo que no nos llena en absoluto y que nos sumerge en los más lúgubres lodos rutinarios.
¿Qué sucede con el proyecto de pareja? Es muy similar al anterior, pero lo explicaré, aunque me repita, porque este tema siempre es interesante e interesa, o es que yo, al escribir todo esto para mí, estoy especialmente interesado en dejármelo claro. Ahí va. Seré concreto, o lo intentaré. Dos personas se enamoran, no se conocen más allá de lo ilusorio, puesto que lo evidente no entra en esta fase. Nuestro cuerpo genera excesos de todas las drogas naturales que pervierten nuestro cerebro y, en consecuencia, nuestras sensaciones. Todo es maravilloso, la pareja no tiene defectos, la perfección se llama como ella. Ha nacido un deseo de poseer (tener) a esta persona. Voy a repetirme y decir que el deseo, según Platón, es carencia, por eso queremos que nuestra pareja esté cerca de nosotros, es más, pegada a nosotros, o más aún, en plena fusión con nosotros. Es un deseo irrefrenable. En este momento nuestra mente está poseída por Eros (el amor que sólo pide, el amor que desea) Si hay correspondencia por ambas partes, este deseo se va apaciguando, dado que nos deseamos y nos poseemos, por tanto colmamos nuestras expectativas. Con el tiempo, nos deseamos menos y nos poseemos menos y nos conocemos más. Ya nada es tan perfecto, empiezan a asomar defectos inadvertidos anteriormente; va menguando el deseo de forma acelerada hasta entrar en la rutina y el tedio. Si tenemos mucha hambre y nos dan un bocadillo lo agradeceremos, pero tener que comer veinte, posiblemente nos harte, y sobre todo si todos son de mortadela. Si la pareja no ha llegado a más que esto, pareja, es decir no se ha casado, no ha tenido hijos en el ínterin, y se ha limitado a saciar el deseo, todo puede arreglarse, si no, el problema puede ser gordo. A no ser (y aquí es donde se pierden la mayoría de parejas) que sean capaces de construir un proyecto de futuro juntos, con unas bases sólidas, no de enamoramiento sino de amor, es decir de “amistad”. Es el verdadero amor de la pareja cuando se apacigua Eros (el día que hable de amor, desarrollaré más esta parte). El enamoramiento nos lleva inevitablemente al tedio, sólo la inteligencia compartida, la prudencia, la generosidad, la lealtad, la humildad, etc., es decir, el amor, que engloba todas las virtudes, y que en la pareja se sustancia en la amistad (la mejor amistad), nos lleva a evitar el tedio y a ilusionarnos por la vida, en pareja en este caso.
Finalmente, no quiero dejar de mencionar lo que para mí sí es el verdadero aburrimiento. Quizá se parezca al más denostado por Schopenhauer, por el cual prefirió siempre estar solo a mal acompañado. Se trata del ataque de aburrimiento y asco que nos invade cuando estamos rodeados de gente que no aporta nada positivo, ni negativo; gente vampira, tanto del psico (mente), como del soma (cuerpo); gente media y mediocre, con convicciones grises y un alta autoestima. Gente que se hacen llamar amigos nuestros, y con los cuales no nos hacen falta enemigos. Gente que ya había muerto antes de nacer y que se manejan perfectamente en el mundo de los vegetales. Tener que soportar conversaciones, trabajo, ocio o cualquier tipo de relación con ellas, es lo más aproximado al infierno de Dante, a la inanidad más inútil y a la pérdida más patética de nuestro tiempo. Pero, ah! Eso será siempre porque queramos.
Como conclusiones saco las siguientes: 1º disponer de tiempo muerto (libre) solo es aburrido para el insensato. 2º dos cosas nos llevan al tedio: la rutina y vivir largamente de un proyecto acabado. 3º El único aburrimiento verdadero es el que procede de soportar gente mediocre e ignorante, intransigente, cobarde y arrogante, tanto más cuanto más cerca de nosotros se encuentran. 4º disfrutar del aburrimiento debería formar parte de las grandes virtudes del ser humano.

Colau

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