¿El hombre es un
dios cuándo sueña?
Frase romántica por
antonomasia la que dibujó la pluma del más destacado exponente del Romanticismo
alemán, Friedrich Hölderlin: “El hombre
es un dios cuando sueña, y un mendigo cuando reflexiona”. Nos la da a
conocer en su novela Hiperión: o el
eremita en Grecia. Vamos a analizarla para intentar salir de su “todo” que ha
impactado, como tal, por la tendencia del ser humano a preferir abandonar su
realidad, levantarse un metro del suelo, para ver de una manera idílica lo que
le rodea, lo que desde otra perspectiva resulta más crudo y también más real.
Un dios, definido
desde el punto de vista profano, y sin entrar en la teoría de Hölderlin en
cuanto a “la verdad de lo absoluto”, es decir, su interés por el “Ser”, es una
entidad omnipotente: que todo lo puede; omnisciente por su infinita sabiduría;
omnipresente: porque está en todas partes a la vez; infinita, puesto que cualquiera
de sus características no son medibles en el espacio temporal conocido; posee
absoluta bondad y misericordia; es absoluto en justicia; es inmutable: ya que
no puede cambiar; eterno, en cuanto a la posesión simultánea y perfecta de una
vida interminable; etc. Todas estas características han sido siempre objeto de
anhelo del ser humano, pero si tuviéramos que quedarnos con una, quizás sería
el don de la omnipotencia. Por tanto, si lo aplicásemos a la cita de Hölderlin,
podríamos decir que “el hombre cuando sueña es omnipotente: todo lo puede”, que
en sueños, en este caso diría yo que en ensoñaciones (ilusiones, fantasías) la
imaginación del hombre no tiene límites. Su alejamiento de la realidad hace que
las pequeñas perturbaciones desaparezcan, como cuando observamos un paisaje
desde lo alto de una montaña, sólo distinguimos lo importante, lo grande: las
piedras, los tallos, las hojas, detalles minúsculos han desaparecido. De la
misma manera, dejar la realidad aparcada y entrarse en un mundo imaginario, y
no por ello menos real: “… y soñé que en
otro estado/ más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la
vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción…”, hace desaparecer los
márgenes que encorsetan nuestra realidad y ello nos permite alcanzar las más
altas cotas de libertad. Es esta libertad, la que nos diferencia de “un dios”,
ya que un dios jamás, por la razón de su existencia, si es, nunca será libre.
Pero en este caso lo que nos ofrece esta comparación con dios es, precisamente,
la liberación del espíritu, para situarnos en la cúspide de una creación tan
romántica como irreal, o real, o, en
cualquier caso, onírica.
En la subordinada de
la cita, Hölderlin sitúa al ser humano a la altura de la miseria espiritual por
el simple hecho de pensar, de utilizar la conciencia, de permanecer tumbados en
el prado viendo muy de cerca las abejas cortejando las flores, obviando el
cielo que cubre el campo por entero. Por qué alcanza el hombre la miseria por
el simple hecho de ser hombre: “…aunque
si nací ya entiendo/ que delito he cometido.” Seguramente por estar
condenado a la muerte inexorable, simplemente por ser; seguramente por no
poderse liberar de los apegos terrenales durante toda su vida adquiridos; seguramente
por sentirse esclavo de un mundo que Hölderlin considera demasiado real en
lugar de un sueño.
Y yo me pregunto,
¿es más bello el campo entero que el pétalo de una flor? ¿Es más libre el
hombre por la dicha de soñar, o por el sufrimiento de amar? ¿Nos sublimamos cuándo
vivimos y creemos que soñamos y nos sentimos dios, o cuando soñamos y creemos
que vivimos y nos sentimos humanos?
Colau
Me ha encantado este texto, me ha inspirado para escribir un fuerte saludo!
ResponderEliminarY si pudiéramos soñar con la realidad?
ResponderEliminarInteresante reflexión. Me pregunto cómo puedes conciliar la idea de un dios con atributos éticos (misericordioso, justo...) con la afirmación de que no tiene libertad. Puede considerarse bueno alguien que actúa por obligación/necesidad, es decir, que no está siendo libre? Creo que sólo los actos libres pueden ser misericordiosos o justos.
ResponderEliminarTambién me gustaría apuntar que yo prefiero interpretar esta cita de Hölderlin como una disyuntiva entre el conocimiento poético/artístico y el filosófico/racional; y no tanto entre un mundo ficticio y el real. En este sentido, estoy de acuerdo con el poeta cuando dice que el hombre llega a cumbres más elevadas y excelsas cuando escribe, pinta o esculpe, que cuando investiga o piensa.
Muchas gracias por el artículo!! Muy sugerente