Nunca
con tanta asiduidad y rotundidad se ha
pronunciado la afirmación “cualquier tiempo pasado fue mejor”, como en esta época que nos ha tocado vivir. Lo que convence, ¿y engaña?, a muchos de que el presente es siempre peor
que el pasado. Alguien escribió esta afirmación en un
famoso poema, pero los versos que han llegado a nuestro refranero están sesgados. Juzguen ustedes:
Recuerde el alma
dormida,
avive el seso y
despiertecontemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte 5
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer, 10
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Tras
estos versos subyace la idea de que es la sensación que tenemos del pasado la
que nos parece mejor que el presente, pero, en ningún caso, sentencia que esto sea así. De todas maneras, existen razones
para que lo tansmitido por la cultura popular nos parezca cierto en la mayoría de
casos, aunque D. Jorge no quisiera decir exactamente esto.
Voy
a intentar reflexionar sobre el tema para entender la amputación
que la frase ha sufrido con el tiempo, hasta llegar a nuestros días como una
sentencia rotunda.
“El
pasado, para nosotros, no es lo vivido, sino lo recordado.” La mente consciente,
el “yo”, es muy pobre en recuerdos. Durante la vida el cerebro va recibiendo
vivencias, imágenes, sonidos, sabores, olores, tactos y sentimientos que
analiza constantemente, discriminando todo lo que le parece superfluo y
guardando los hitos más importantes en la memoria consciente, mientras que el resto pasa a nuestro subconsciente, el
cual se ocupa de realizar una criba más minuciosa para archivar, en
compartimentos inaccesibles por voluntad propia, una parte mucho mayor de
nuestras vivencias; incluso aquellas que no fueron percibidas como tales por
nuestro consciente.
Los
lugares del cerebro que almacenan información del pasado y a la cual podemos
acceder libremente o mediante un pequeño esfuerzo mental, no supera el 0,1% del
total de nuestra capacidad de memoria. ¿Qué significa esto? Que la mayor parte
de nuestros recuerdos se han optimizado al máximo, posiblemente se han
idealizado y, por un sentido atávico, han permanecido más firmemente anclados
los recuerdos satisfactorios, con tendencia a despreciar, atenuar, incluso
olvidar los más dolorosos. D. Jorge nos dice que “…cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, /da dolor;”
o sea, la vida está llena de altos y bajos, de momentos de placer y momentos de
dolor pero, al tener el cerebro la facultad de salvaguardarse de los
sufrimientos, quedan mayoritariamente recuerdos positivos, lo que hace que, al
recordar, al trasegar información del pasado al presente y compararla con
nuestra situación actual, nos parezca mucho mejor la experiencia pasada que la
presente, cuando esto puede considerarse completamente cuestionable, y me explico. El
pasado, este lugar lleno de momentos felices o de trágicos recuerdos, no
existe. El pasado es un ente abstracto que fue, pero que no es. Fuimos, pero ya no
somos lo que fuimos. No podemos vivir anclados en el pasado porque es irreal, es llenar el
presente de nostalgia que es un sentimiento igualmente irreal. Lo que sí puede
suceder, y no es menos errático que lo anterior, es que el sentimiento no sea de
nostalgia por el pasado, sino de expectación por el futuro que
creeremos, cada día, más escaso que nuestro pasado. Esta sensación es
igualmente falsa. El futuro es el mismo ente abstracto e inexistente que el
pasado. No se deben tener sentimientos por algo que va a tener lugar, o no: una posibilidad.
Transponer los recuerdos del pasado y situarlos en el futuro es un doble
error, puesto que no reviviremos jamás lo vivido (es imposible repetir el
tiempo y los sentimientos, y conjugarlos a la vez) y, en ningún caso, aunque
fuera posible, satisfarían nuestras expectativas respecto de lo recordado.
¿Qué
hay que hacer? Aquí precisamente se equivoca D. Jorge al decir aquello de “…contemplando /cómo se pasa la vida, /cómo se
viene la muerte /tan callando”. No hay que contemplar nada, hay que vivir
el presente independientemente del pasado y del futuro. El pasado, generalmente
son buenos recuerdos, el futuro, en un plazo indeterminable, inevitablemente es
la muerte. Cuanto más nos acerquemos a ella, mejor nos parecerá el pasado, el tiempo recordado, cuando aún estábamos lejos o más lejos de ella que ahora.
“Cualquier
tiempo pasado fue mejor”. Sí, puesto que estábamos más lejos de la muerte, y
principalmente recordamos los mejores momentos vividos. Esta sería la respuesta
común y generalmente aceptada, pero no por ello completamente cierta.
“Cualquier
tiempo pasado fue mejor”. No, puesto que este cualquier-tiempo es pasado y ya no existe, y el futuro es expectativa y tampoco existe. El
mejor tiempo es hoy, ahora, el único que tenemos: el presente, este instante
atemporal y por tanto eterno, que no acaba nunca, porque nunca acaba lo que no
es temporalmente medible.
Concluyo
que “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor.” Pero cometeríamos
un error creyendo que lo mejor ya ha pasado o que está por venir: lo mejor está
pasando, siempre está pasando, y hay que vivirlo consciente e intensamente.
Colau
Colau
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