“Todo filósofo debe decir como sabe lo que
dice que sabe, si quiere pasar el nivel de la autobiografía.” (José Antonio
Marina). Después de leer esto entendí porque la inmensa mayoría de libros de
ensayo son una simple sucesión de citas enlazadas por circunloquios y alguna
opinión, evidentemente, en la línea de lo que dijeron los maestros
parafraseados. Los autores a los que me refiero, son eruditos en su materia, conocen todo lo que se ha escrito sobre un
tema concreto, y se alinean con uno u otro analista o investigador precedente.
Pero, ¿Dónde está la opinión propia? J.A. Marina dice que si no se demuestra lo
que decimos, no pasamos del nivel de la autobiografía. Yo diría al Sr. Marina
que “sabemos lo que decimos que sabemos” simplemente porque lo hemos leído o
estudiado, pero que a veces, no pretendemos decir lo que sabemos, sino lo que
pensamos; cualidad ésta, en teoría, propia de los filósofos, es decir, pienso,
cuestiono, reflexiono y llego a una conclusión. Casi con toda seguridad, a esta
conclusión ya habrán llegado la inmensa mayoría de estudiosos presentes o
pasados y, además, la habrán analizado desde muchísimos puntos de vista más de
lo que lo habré hecho yo. Pero me da igual, lo único que puedo deducir si lo
que yo digo ya lo dijo otro más eminente, es que no voy tan mal como cabría
esperar, y si no lo dijo nadie, puede que vaya mal o no, pero, en cualquier
caso, será mi opinión y mi reflexión, con la que se podrá estar o no de
acuerdo.
Efectivamente,
no va a pasar de una autobiografía, pero no por ello merece menos respeto que
la simple recopilación de textos eminentes, respaldados por doctores,
catedráticos, investigadores y expertos en general, de forma muy correcta y
erudita por otra parte. El filósofo, no el sofista, está comprometido con sus
dudas; cuestiona cualquier verdad emanada de donde sea y adoptada por quien
fuere. Verdades absolutas existen muy pocas, y la bendición de un sabio sobre
cierto tema, no deja de ser una bendición, pero no una confirmación
incuestionable y absoluta del tema en cuestión. Cada uno de nosotros está
obligado vitalmente, a efectos de observar una vida interior sana, a
cuestionarse constantemente cualquier evidencia, no dando por sentado, en
ningún caso, la seguridad de una afirmación que no tenga una demostración
empírica o que no esté avalada por una verdad irrefutable.
De
todo lo anterior, deduzco y sugiero que en este blog reflejemos nuestro “yo”,
aunque lo que opine nuestro “yo” no esté “científicamente probado”. Lo
importante es la reflexión, la consciencia de cada uno.
Colau
Colau
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ResponderEliminarAquest m'agrada molt. Sigue, sigue, sigue, no pares, sigue, sigue.
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